Jon Andoni Duñabeitia/The Conversation
El lenguaje hace mucho más que transmitir información. Expresa emociones, establece vínculos sociales e incluso desafía normas.
El lenguaje tabú es una de las facetas más intrigantes del lenguaje. Estas palabras “prohibidas” –una categoría que abarca desde insultos y palabrotas hasta calumnias racistas y expresiones de odio– tienen un poder extraordinario. Provocan fuertes reacciones emocionales y revelan mucho sobre los valores, las normas culturales y los procesos psicológicos de una sociedad.
El uso de palabras o expresiones tabú se restringe en función de normas culturales, morales o sociales. El carácter prohibido de este tipo de lenguaje suele deberse a su asociación con temas como la sexualidad, las funciones corporales, la religión o las referencias despectivas a personas o grupos.
Un papel único en la interacción humana
Las palabras tabú poseen características lingüísticas y emocionales que las diferencian de otros tipos de lenguaje. Recientes colaboraciones científicas multilingües y entre distintos laboratorios han identificado tres características clave de las palabras tabú que subrayan su papel único en el lenguaje y la interacción humanos:
No suelen aparecer en el lenguaje escrito, lo que refleja normas sociales que desaconsejan su uso en contextos formales o públicos.
Las palabras tabú se caracterizan por una valencia extremadamente baja, lo que significa que conllevan connotaciones emocionales muy negativas.
Su apoyo nos ayuda a seguir ofreciendo información veraz de forma gratuita.
Se asocian a un alto nivel de excitación, evocando respuestas emocionales intensas que las hacen especialmente destacadas e impactantes en la comunicación.
Del insulto al discurso del odio: una pendiente resbaladiza
Estudios clásicos han descubierto que las palabras tabú constituyen alrededor del 0,5 % de las palabras pronunciadas en la vida cotidiana. Sin embargo, las diferencias de contexto, los sesgos en la autoselección de información y las siempre cambiantes normas que rodean al lenguaje hacen difícil calcular con precisión la verdadera prevalencia de las palabras tabú en la comunicación cotidiana. A pesar de su carácter socialmente inapropiado y controvertido, más de dos tercios de la población adulta afirman oír palabrotas en público con frecuencia.
Aunque la mayoría de la gente utiliza las palabras tabú con moderación, su uso varía significativamente entre lenguas, países y contextos. Actualmente, la tecnología desempeña un papel muy importante en su evolución. Las plataformas de las redes sociales ofrecen un terreno fértil para la proliferación del lenguaje ofensivo, ya que muchos usuarios se sienten envalentonados por el anonimato en línea.
No se trata de un fenómeno reciente. Un estudio de 2014 en el que se analizaron 51 millones de tuits de aproximadamente 14 millones de usuarios descubrió que las palabrotas aparecían en más del 1 % de todos los mensajes. Sorprendentemente, el mismo estudio mostró que uno de cada 13 tuits incluía lenguaje ofensivo.
El uso generalizado de la vulgaridad en línea tiene el preocupante potencial de escalar a formas de comunicación más dañinas, como el discurso del odio: lenguaje gravemente ofensivo que se dirige a individuos o grupos basándose en atributos como la raza, la religión o el género. Junto con la desinformación generalizada en línea, esta retórica del odio puede tener repercusiones muy destructivas en el mundo real.
Los avances en el procesamiento del lenguaje natural han permitido el desarrollo de algoritmos que pueden detectar el discurso del odio mediante el análisis de patrones de lenguaje ofensivo y tabú, ayudando a identificar y mitigar su propagación en las plataformas digitales.
¿Tabú aquí pero no allí?
La condición de tabú de una palabra está profundamente arraigada en las normas culturales y el contexto histórico. La blasfemia, por ejemplo, fue en su día la forma más ofensiva de lenguaje en Europa, pero ha perdido gran parte de su valor de conmoción en las sociedades seculares. Los términos sexuales y escatológicos siguen siendo tabú en muchas culturas, lo que refleja una arraigada incomodidad con temas percibidos como privados o indecentes. Las diferencias entre las palabras que se consideran tabú pueden ofrecer perspectivas fascinantes.
Un estudio de 2024 que investigaba estas diferencias pidió a muchos participantes de distintos países que enumeraran libremente todas las palabras o expresiones tabú que se les ocurrieran. Los resultados revelaron diferencias sorprendentes en el número medio de este tipo de palabras producidas.
Los hispanohablantes nativos de España y los angloparlantes del Reino Unido generaron una media relativamente modesta de menos de 16 palabras tabú por persona, pero los neerlandófonos de Bélgica llegaron a producir unas 30 por persona. La disparidad aumentó aún más con los hablantes nativos de alemán de Alemania, que produjeron una impresionante media de 53 palabras tabú cada uno, más del triple que sus homólogos británicos y españoles.
El estudio también reveló patrones claros de solapamiento y divergencia transcultural en la producción de palabras tabú. Ciertas palabras, como los equivalentes de “coño” o “zorra”, aparecían sistemáticamente en casi todas las muestras lingüísticas, lo que subraya el reconocimiento común de estos términos como altamente tabú en todas las culturas.
Sin embargo, surgieron diferencias culturales claras con otros vocablos. “Mierda”, o su equivalente traducido, figuraba entre las 10 palabras tabú más utilizadas por los hablantes de inglés e italiano, pero no aparecía entre las más empleadas por los hablantes de francés, holandés, español o alemán. Por el contrario, los insultos racistas figuraban en el top ten para los hablantes de neerlandés, inglés, francés, alemán e italiano, pero no en las muestras de español.
Esta variabilidad demuestra que, aunque existen palabras tabú en todas las lenguas, su prevalencia y la importancia que se les atribuye están profundamente arraigadas en contextos culturales y lingüísticos.
La neurociencia de las palabrotas
El lenguaje tabú no es sólo un fenómeno cultural. También tiene profundas implicaciones psicológicas y neuronales. Las investigaciones demuestran que oír o utilizar estas palabras activa la amígdala, una región del cerebro asociada a la excitación emocional y las respuestas de miedo. El significado y el impacto de los términos tabú también hace que sean más fáciles de recordar que otros más neutros.
Desde una perspectiva psicológica, las palabras tabú cumplen varias funciones. Pueden amplificar la expresión emocional, fomentar la identidad de grupo e incluso actuar como analgésico natural: en varios estudios científicos, los participantes mostraron una mayor tolerancia al dolor cuando decían palabrotas durante una tarea en la que tenían que sumergir las manos en agua helada.
Las diferencias individuales y los rasgos psicológicos también desempeñan un papel importante en el uso del lenguaje tabú. En público, los hombres suelen utilizar palabras tabú con más frecuencia que las mujeres. Factores de personalidad como el neuroticismo y la franqueza también están relacionados con el uso frecuente de palabrotas, y las personas extrovertidas o con una alta reactividad emocional son más propensas a utilizar palabras tabú.
En definitiva, el lenguaje tabú es un espejo cultural que refleja los valores, tabúes y normas cambiantes de las sociedades. Revela qué temas se consideran prohibidos, qué límites se ponen a prueba y cómo evoluciona el lenguaje en respuesta a los cambios culturales.
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