Por Ana Abbona Santín.
Muchos se han preguntado si es posible ser más inteligente, han deseado mejorar su agilidad mental o envidiado la capacidad de expresión y de razonamiento de un colega de trabajo o de un amigo.
Pero, ¿de qué hablamos cuando hablamos de inteligencia? El psicólogo e investigador estadounidense Howard Gardner la definió como “la capacidad para resolver problemas, o para elaborar productos que son de gran valor para un determinado contexto comunitario o cultural”.
Gardner formuló una teoría que fue muy difundida según la cual existen ocho inteligencias y cada una de ellas se caracteriza por habilidades y capacidades específicas. La primera es la lingüística, es decir, el uso del lenguaje en todas sus expresiones y manifestaciones. También está la inteligencia musical, que es la percepción y expresión con formas musicales. Luego, está la lógico-matemática, que va por el lado de la resolución de cálculos matemáticos y utilización de un razonamiento lógico. Menciona la inteligencia corporal cinestésica, la expresión de ideas y sentimientos con el cuerpo. Sigue con la espacial, la percepción y transformación del entorno visual y espacial. El psicólogo suma a la lista la inteligencia intrapersonal (autoconocimiento), la interpersonal (habilidades sociales) y la naturalista (observación y estudio de la naturaleza, sus elementos e interacciones).
Cada uno de nosotros posee una combinación de estas inteligencias y gracias a las destrezas que resultan de dicha mezcla, somos capaces de anticipar las consecuencias de nuestras decisiones y acciones, construimos mediante el trabajo intelectual o manual, representamos la realidad utilizando símbolos tales como letras y números, y articulamos información diversa comparando y asociando datos aparentemente inconexos.
Durante muchos años se creyó que nuestra inteligencia era innata y más o menos constante. Sin embargo, diversas investigaciones han demostrado que un cerebro activo y entrenado puede aumentar su capacidad para aprender, comprender o tomar decisiones.
Recomendaciones para tener un cerebro activo y entrenado.
Entre las recomendaciones para tener un cerebro activo y entrenado está tocar un instrumento o aprender un idioma, actividades que involucran diversas habilidades cognitivas. También es positivo descansar en forma adecuada, para procesar la información recibida durante el día y favorecer la neurogénesis (generación de nuevas neuronas).
Es importante alimentarse correctamente, ya que una dieta saludable conserva y mejora la memoria y el razonamiento, así como realizar ejercicio físico en forma regular para reducir el riesgo de deterioro cognitivo, porque nos ayuda a mantener nuestros valores clínicos en niveles normales mientras reduce nuestro estrés.
También es aconsejable mantener una vida social activa e interactuar en diferentes ambientes, puesto que estimula nuestro cerebro, disminuye el estrés y enriquece nuestro lenguaje. Ejercitar el cerebro y adoptar nuevos pasatiempos es necesario, porque mantiene y optimiza nuestras habilidades (atención, concentración, memoria, etc.) y de esa forma mejoran capacidades tales como el aprendizaje la resolución de problemas y la planificación, entre otras. Es importante tener en cuenta que —más allá de lo que podemos hacer para alcanzar el máximo de nuestro potencial— es fundamental reconocer las fortalezas que cada uno de nosotros posee, aceptarnos tal como somos y reconocer el valor que tenemos.
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