Peleas entre hermanos durante la infancia pueden favorecer el desarrollo, según Universidad de Cambridge

Expertos en salud mental explican cuáles son los beneficios de las discusiones entre hermanos pequeños, y en qué situaciones sí hay que tener cuidado.

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Hermanas niñas pelean por un juguete
Hermanas pelean por un juguete.
Foto: Freepik.

Victoria Vera Ziccardi, La Nación/GDA
Algunos vínculos conflictivos entre hermanos se retrotraen a la infancia, otros se despiertan de golpe en la adultez; en algunos casos se convierte en el trato normal y diario entre los hermanos y en otros, los aleja para siempre.

William y Harry Windsor tras la renuncia del joven príncipe a su título real; las fuertes peleas mediáticas de Liam y Noel Gallagher; Olivia De Havilland y Joan Fontaine, dos hermanas actrices que se distanciaron tras competir en la misma terna del Oscar a la mejor actriz en 1942; María y Ana Bolena, dos jóvenes enfrentadas en su objetivo por ser la mujer del rey Enrique VIII. Desde personajes históricos a estrellas del espectáculo, deportistas y ciudadanos desconocidos… la lista podría ser infinita.

Las peleas entre hermanos son un comportamiento esperable que surge a partir del segundo año de vida en los niños. Comienzan siendo físicas y con el tiempo y la maduración de ellos, se vuelven más sofisticadas.

Los profesionales tildan de peligrosos los conflictos entre hermanos adultos; evidencia de esto es una investigación que se publicó en 2020 en la revista Journal of Family Psychology en la que los especialistas concluyen que el conflicto entre hermanos que son adultos mayores se vinculaba, en parte, a síntomas de depresión, ansiedad, hostilidad y soledad; mientras que los hermanos con un vínculos armonioso, tendían a reflejar más signos de bienestar personal.

Carolina Moché, licenciada en Psicología, coincide con esto último y añade: “indudablemente vincularse de forma conflictiva durante la adultez puede llevar a estados de angustia y depresión absoluta; principalmente porque los seres humanos somos eminentemente sociales y vinculares, entonces, necesitamos del vínculo para expresarnos como personas. Nadie es alguien en ausencia de otros”.

Conflictos y peleas entre hijos pequeños… ¿algo bueno?

En parte, sería cierto. Un proyecto investigativo titulado Toddlers Up e iniciado por la Universidad de Cambridge en 2010 tuvo como objetivo identificar las causas e influencias detrás de la “comprensión social” de los niños (su conciencia de los pensamientos y sentimientos de los demás) y explicar por qué la de algunos niños va por detrás de la de sus pares. El estudio de la prestigiosa universidad sigue vigente y ha dado lugar a la publicación de 17 artículos de revistas, varios capítulos y un libro titulado Social Understanding, Social Lives por la directora del proyecto, Claire Hughes, que ganó el premio al libro de la Sociedad Británica de Psicología en 2013.

En una de las conclusiones de los análisis realizados, los investigadores manifiestan que, a menudo, los hermanos pueden tener un efecto positivo en el desarrollo temprano de un niño, incluso en los casos en los que la relación no es nada cordial y roza lo conflictivo.

Para llegar a dicha afirmación, los profesionales evaluaron a un total de 140 niños de dos a seis años que participaron en el proyecto. A lo largo de años de estudio se llevó a cabo una amplia gama de pruebas que incluían observaciones en video de los niños interactuando con sus padres, hermanos, amigos y extraños; entrevistas y cuestionarios realizados a padres, profesores y a los propios niños; y pruebas diseñadas para evaluar la aptitud de los niños con el lenguaje, sus habilidades de planificación, memoria de trabajo y control inhibitorio.

En conversación con The Guardian, la Claire Hughes dijo: “La visión tradicional es que tener un hermano o una hermana genera mucha competencia por la atención y el amor de los padres. De hecho, el balance de nuestra evidencia sugiere que la comprensión social de los niños puede verse acelerada por su interacción con los hermanos en muchos casos”.

Moché hace hincapié en que esto se refleja en la vida misma: “ningún extremo nos va a servir para crecer como personas. La falta de debate, impide el aprendizaje y si uno se vuelve demasiado competitivo al punto de no encontrar ningún intercambio gratificante, tampoco se va a instruir ni desarrollar”.

Stella Maris De Vita, licenciada en Psicopedagogía, coincide en que la relación entre hermanos es única y puede tener una influencia significativa en un individuo. “La rivalidad y la competencia es una parte normal del desarrollo que puede contribuir al crecimiento personal, los hermanos a menudo actúan como fuentes importantes de apoyo emocional”, señala.

Para la psicopedagoga, las discusiones entre hermanos ofrecen oportunidades para que los niños practiquen y desarrollen habilidades de resolución. Así, aprenden a expresar opiniones, escuchar a los demás y contrastar soluciones que satisfagan a ambas partes, entre muchos otros beneficios.

No obstante, De Vita destaca que hay situaciones en las que los padres deben estar atentos a algunas señales que podrían indicar que el conflicto entre hermanos requiere atención:

  • Violencia física, como golpes o patadas.
  • La intimidación constante ya sea verbal o emocional. Esto puede tener efectos duraderos en la autoestima o el bienestar emocional.
  • Atender a las diferencias significativas y particulares de cada uno de los hermanos que pueden teñir la modalidad de actuar de cada sujeto (capacidades cognitivas, madurez emocional, edad cronológica, etc.).
  • La exclusión constante, o la marginación, es indicativo de problemas de relación.
  • Dificultades constantes para resolver conflictos de manera constructiva.

La importancia de este vínculo de sangre es tal que Moché destaca: “los hermanos son la escuela primordial para aprender a construir otros vínculos significativos a lo largo de la vida”.

Al estudiar las observaciones de los niños que participaron en el proyecto, los profesionales notaron que cuando se los colocaba en un entorno de juego imaginario, los pequeños acostumbrados a pelear con sus hermanos, discutían sus pensamientos y sentimientos en profundidad, a diferencia de quienes no lo hacían.

En otra ocasión mencionada en el análisis, un hermano menor que había mostrado una tasa más baja de desarrollo mental había mejorado socialmente a la edad de seis años, como resultado de tener un hermano mayor.

Moché añade que el intercambio entre los hijos menores siempre debe ser regulado por los padres. Asimismo explica que, a nivel general, “Cuando los hermanos continúan experimentando los mismos conflictos a medida que crecen, los papás deben cuestionarse si han cometido errores, han sido injustos o no han prestado suficiente atención para regular esos intercambios”.

En base a lo mencionado y en caso de notar que el conflicto entre hermanos sea demasiado vertiginoso en la infancia o permanezca igual cuando son mayores, el Child Mind Institute de Estados Unidos sugiere tener en cuenta lo siguiente:

  1. Aprender a manejar de manera saludable los conflictos entre hermanos para enseñarles a los niños habilidades como tomar turnos, compartir, autonomía corporal, cuándo recurrir a un adulto, así como usar palabras en lugar de la fuerza física para resolver un problema.
  2. Identificar los patrones que conducen a los conflictos entre los hijos. Tal vez en el fondo se pelean porque buscan la atención de sus padres.
  3. Hacerles saber que, aunque uno sabe que pueden resolver los desacuerdos solos, siempre pueden contar con uno para los problemas más importantes.
  4. Enseñarles desde niños cómo responder cuando empieza un conflicto; por ejemplo, “si te pega, por favor, no le devuelvas el golpe. En su lugar, contánoslo enseguida”.

Los elogios también son importantes para los hermanos. Cuando los padres ven que sus hijos pasan tiempo juntos de manera cooperativa o se tratan correctamente, es útil hacérselos notar.

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