Ante las diversas situaciones que se nos presentan, solemos adoptar una postura, un punto de vista o una actitud que muchas veces está influenciada por nuestra percepción. Este proceso cognitivo mediante el cual interpretamos la información sensorial que recibimos del entorno, se genera en base a nuestras experiencias previas, expectativas y valores personales y eso repercute en nuestros pensamientos, emociones y comportamientos.
Es común que haya mayor tendencia hacia el pesimismo, es decir, que interpretemos las situaciones de manera negativa o nos enfoquemos en los aspectos desfavorables de una experiencia. Por ejemplo, si hemos vivido una serie de fracasos en nuestra vida, es posible que comencemos a percibir el futuro como algo incierto y lleno de obstáculos, lo que puede llevamos a desarrollar un miedo inminente al fracaso y eso impactará significativamente en nuestro crecimiento personal.
¿Qué es la personalidad pesimista?
Básicamente, es una actitud persuasiva ante el constante pensamiento de que todo lo que ocurre a nuestro alrededor tendrá un destino fatal, en otras palabras, es como si siempre estuviéramos a la expectativa de resultados negativos. Esto rige nuestra manera de pensar, sentir y actuar, ya que, a partir de ello, logramos establecer nuestra reacción y relación con el mundo.
Diversas investigaciones en el campo de la psicología han demostrado que el pesimismo puede estar ligado a la depresión, la ansiedad, la baja autoestima y otros problemas de salud mental, por lo que se pierde por completo la esperanza y es imposible visualizar un futuro mejor. Sin embargo, existen casos en los que las personas sostienen un pensamiento bastante fatalista a diferencia de los demás, pero justifican su actitud expresando que mantienen esta creencia porque consideran que es una manera de empezar a construir un mundo mejor.
¿Cómo identificar a una persona pesimista?
Tendencia negativa. Cuando somos pesimistas, en lo único que podemos enfocar nuestros pensamientos es en los aspectos negativos de una situación o experiencia, obstaculizando nuestra capacidad para encontrar el lado positivo y esperanzador de las cosas. Además, podemos adoptar pensamientos rumiantes sobre eventos del pasado que fueron negativos o dolorosos, lo que influye en nuestra perspectiva actual y futura de la vida.
Pensamiento fatalista. Desde luego, cuando mantenemos una mentalidad pesimista, solamente visualizamos los sucesos negativos de la vida como algo inevitable, es decir, creemos que es imposible trasformar dicha situación y ejercer cierto control para cambiar el resultado. Igualmente, sentimos que el futuro es algo que está completamente fuera de nuestro alcance y que no tenemos oportunidad alguna de que mejore con el tiempo.
Anticipación del fracaso. Generalmente, estamos predispuestos a esperar lo peor de las personas o situaciones, incluso antes de que los acontecimientos se desarrollen. Asimismo, mantenemos una mentalidad derrotista, por lo que nuestro miedo a equivocarnos, nos impide asumir nuevos retos y desafíos para alcanzar nuestros objetivos personales.
Incapacidad para resolución de problemas. Las adversidades de la vida suelen abrumarnos, por lo que se nos dificulta encontrar soluciones a nuestros problemas, motivo por el cual, nos cuesta enfrentarnos a los retos con una mentalidad de mejora continua y de aprendizaje porque nuestra visión y percepción negativa prima sobre nuestra capacidad de apertura.
Baja autoestima. Sin duda, el ser pesimista no solo influye en nuestra concepción del mundo, sino también en nuestra autopercepción, dado que tenemos una visión distorsionada de nosotros mismos y de nuestras capacidades como seres humanos. En efecto, la falta de autoconocimiento y autoconfianza en nuestras fortalezas repercuten negativamente en nuestra seguridad para optar por nuevas oportunidades que favorecen a nuestro desarrollo personal.
Por otro lado, es muy importante destacar que, si somos personas con actitud pesimista, no estamos condenados a vivir de esta manera. Además, los seres humanos somos una combinación de diversos rasgos de personalidad y tenemos el poder y la capacidad para modificarlos, siempre y cuando estemos dispuestos a realizar una mejora.
Por Milenka Duarte / El Comercio GDA