La primera víctima, dicen, del fenómeno conocido como “gaslighting” fue Ingrid Bergman, en 1944, en la película Gaslight, de 1944. En realidad, era el personaje interpretado por la actriz sueca, Paula Alquist, a la que su pareja manipulaba hasta hacerle creer si estaba cuerda o no. La pareja de Alquist era interpretada por el actor Charles Boyer, que le mentía, la acusaba de cosas que ella no había hecho, le escondía objetos y cambiaba la intensidad de los faroles a gas, para confundirla (de ahí el título de la película).
Pero el término no se hizo popular sino hasta mucho despés, cuando la periodista Lauren Duca escribió un editorial en la revista Teen Vogue, acusando al expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, de “gaslight” a todo el país. “La acción de gaslighting es manipular psicológicamente a una persona hasta hacerle cuestionar su salud mental, y eso es precisamente lo que Trump le está haciendo a Estados Unidos”, escribió Duca en ese artículo y citaba una serie de falsedades dichas por el expresidente.
De acuerdo a los expertos en psicología, este comportamiento puede ser frecuente en personas con rasgos narcisistas, que se valen de distintos trucos para abusar de otro. Por ejemplo niegan la realidad, afirman cosas que nunca ocurrieron, o proporcionan información falsa o distorsionada para hacer dudar al otro de su memoria o su percepción.
“Eso nunca pasó, yo nunca dije eso, no sé de dónde sacaste eso”, es una frase bastante común entre estos manipuladores. La psicóloga Fanny Berger explica que este tipo de personalidades, por lo general, reconocen a personas que no son emocionalmente fuertes, y actúan en consecuencia. Otro comportamiento común es que minimizan las emociones y reacciones del otro. “Ay, qué sensible que sos”, pueden decir. Esto se da particularmente en relaciones de pareja, pero también puede ocurrir en una (supuesta) amistad o relación profesional.
Por eso, dice Berger, hay que ver qué hay en el vínculo que permite que estas cosas sucedan. La experta califica a este tipo de personalidades como “jodidas”, y resalta que no se trata de una manipulación burda y explícita. Tampoco recurren de primera a los insultos, gritos o amenazas físicas. El proceder del manipulador es más sutil que eso, y constante. El abuso es sostenido en el tiempo, lo cual genera que la víctima termine sintiéndose descalificada y sin valor.
Otro truco de los manipuladores es insistir en que el otro tiene una mala memoria, que no se acuerda de lo que fue dicho o hecho. Cuando se duda de la propia memoria, el abusador tiene un control casi total sobre la víctima.
“Y la víctima, muchas veces, termina culpándose a sí misma”, dice Berger. “He tenido pacientes que han llegado a justificar el comportamiento del manipulador, echándose la culpa por el problema en cuestión. A menudo, se da que luego de un conflicto prolongado -en el cual el acosador ejerce una violencia invisible y solapada- la víctima termina reaccionando con mucha vehemencia, y queda como el ‘malo’’. ¿Por qué soportan ese maltrato? “A veces, por no querer perder el vínculo”, responde la profesional.
La psicóloga reitera que las víctimas del gaslighting muchas veces son frágiles emocionalmente, y “entran” en la trampa que les tiende el manipulador. Eso no solo facilita el acoso, sino que vuelve al acosador en alguien con mucho poder sobre el otro.
#MeToo ayudó a popularizar el término
Aunque el concepto de gaslighting se popularizó a partir del artículo mencionado de Lauren Duca, el movimiento feminista contribuyó a ponerlo en la agenda bajo el hashtag #MeToo. De acuerdo a un artículo publicado en Scientific American por la socióloga Paige L. Sweet, el término ganó reconocimiento y empezó a ser más aceptado “en parte, gracias a la repercusión que tuvo el movimiento MeToo, que echó luz sobre cómo las víctimas de violencia sexual y acoso son sistemáticamente cuestionadas y desacreditadas cuando denuncian públicamente los acosos y la violencia. También los comentaristas políticos lo usaron para describir las negaciones que salían de la Casa Blanca durante la presidencia de Donald Trump. Además, el término explotó en redes sociales como Instagram, TikTok y Twitter, por parte de usuarios con interés por temas de salud mental”.
Sin embargo, la propia Paige señala que este tipo de abuso recién empieza a ser sistemáticamente estudiado por parte de la ciencia. “A pesar de que tendemos a pensar que gaslighting es algo que ocurre entre dos individuos en una relación, también se despliega, en parte, en un contexto social más amplio, signado por la desigualdad”, explica.
“El gaslighting se alimenta de vulnerabilidades sociales y estereotipos. Se arraiga en relaciones de poder ya existentes y además crea nuevas. El término empieza también a ser usado cada vez más para hablar de temas como racismo estructural, sexismo y homofobia”, remarca.
Según la socióloga, el vocablo ha empezado a ser útil para una considerable cantidad de fenómenos sociales y políticos, y deja atrás la estricta connotación psicológica que ha tenido hasta el momento.
A tener en cuenta
Además de los trucos o técnicas ya mencionadas, el gaslighter tiene otras armas en su arsenal. Vale tener en cuenta algunas de sus características:
—No toma en serio las preocupaciones del otro. O no escucha o se hace el que no entiende.
—Dice que no se acuerda de algo que para uno es importante, o directamente niega que algo ocurrió o fue dicho.
—Cambia de tema de conversación abruptamente, a algo que no tiene relación alguna con lo que se venía discutiendo.
—Repentinamente cambia de estado de ánimo, de malhumorado a amoroso y considerado, por ejemplo.
Todo eso genera una sensación de inseguridad, que no hay nada fijo o confiable, que el piso está constantemente moviéndose para la víctima, que no tiene nada de qué agarrarse para poder confiar. “Aguantar no es la respuesta. Hay que armarse de valor, y encontrar la fortaleza para responder a las manipulaciones y el acoso”, afirma Berger e incluso a define este comportamiento como “tortura psicológica”.
El camino hacia vínculos más sanos y de reconocer el acoso, pasa, agrega, por la participación de un tercero, un terapeuta, que pueda guiar a quien sufre este tipo de abuso hacia relaciones menos tóxicas y codependientes.
¿Cómo se sale de una relación con esas características? “Es un largo proceso”, comenta Berger. “La victima tiene que darse cuenta que no es merecedora de ese abuso emocional. Y después de comprender esto, hay que intentar empezar a sentirse merecedor de un buen trato, incluso por parte de uno mismo. Además, en lo posible hay que generar -o recurrir a- vínculos más sanos, gente que lo trate bien a uno, que uno se acostumbre a ser tratado con respeto y afecto. No es fácil, pero se puede”, concluye la profesional.
Consejos para lidiar con la manipulación
Con miras a enfrentarse a alguien que intenta manipularnos -de acuerdo a lo ya descrito bajo el término gaslighting-, los expertos recomiendan algunas de las siguientes conductas:
-Hacerse responsable únicamente por las acciones propias. Uno no se puede hacer cargo de las acciones o dichos de otros.
-Documentar las experiencias vividas, siempre y cuando ese documento no sea accesible para el manipulador.
-Buscar ayuda entre amigos, familiares y otros vínculos confiables.
-Aceptar que la pareja puede ser abusiva y manipuladora.
-Enfocarse en uno mismo. No tener en cuenta los sentimientos de quien abusa y volver con él o ella por culpa.
- No discutir con el abusador. Uno, naturalmente, quiere decir sus verdades, pero esa persona no procura dialogar.