Melanie Shulman, La Nación/GDA
Focalizar la atención en una sola tarea implica un enorme desafío, sobre todo en estos tiempos donde reinan las distracciones por doquier. En un universo signado de constantes estímulos, en especial las notificaciones del teléfono celular, empezar y terminar una actividad cuesta más de la cuenta. En pos de buscar una solución, el método modo monje se posiciona como una herramienta para ayudar a las personas a enfocarse en una asignatura y lograr terminarla con éxito sin desconcentrarse en el proceso.
También apodado “truco de la productividad”, desde hace dos décadas, los gurús de la autoayuda ya hablaban de esta técnica. Sin embargo, en los últimos meses se volvió tendencia en TikTok y no tardó en dar la vuelta al mundo. Hoy esta estrategia se posiciona como una aliada entre CEOs, empresarios e influencers quienes anhelan sacar provecho de su trabajo y alcanzar el mayor rendimiento en un breve lapso de tiempo. Al respecto, el psicólogo y wellness coach, Marcos Apud, explica que el “monke mode” (nombre en inglés), está inspirado en el estilo de vida de los monjes, quienes viven aislados y se concentran mejor.
Esta técnica se utiliza para gestionar la atención y la concentración y así, mejorar el rendimiento. “El objetivo es delimitar una franja horaria para sumergirnos en una tarea específica evitando cualquier estímulo distractor”, comenta Apud y aclara que la idea es aumentar la productividad y hacer en menos horas algo que llevaría más tiempo.
Resulta que uno de los mayores problemas de la actualidad es lo que se conoce como “multitasking”: “Saltamos de un estímulo a otro, estamos haciendo una cosa, la dejamos por la mitad y pasamos a otra que nos llamó más la atención. Al final del día sentimos que hicimos de todo, pero ¿qué tan bien las resolvimos?”, sostiene Apud. La cuestión es que “queremos hacer muchas cosas al mismo tiempo mientras que nuestro cerebro está preparado para hacer una a la vez. En consecuencia, se fatigan nuestras funciones cognitivas”, agrega el psicólogo.
“Antes del auge de las redes sociales, podíamos sostener la atención durante un minuto y medio o dos. Hoy, tenemos dificultad para enfocar por más de 40 segundos”, revela el wellness coach. Y advierte que aquellos que realizan de manera constante el multitasking “presentan problemas para desarrollar la memoria de trabajo: acordarse números de teléfono, lo que fue a buscar a la heladera o lo que hizo hace un rato”.
Sumado a ello, el especialista revela que un individuo promedio tarda aproximadamente 20 minutos hasta que logra entrar en estado flow, instancia en la que consigue hacer foco y alcanzar un nivel de concentración alto. Entonces, “cuando algo o alguien te distrae, volver a focalizar demandará esa cantidad de tiempo”, dice Apud.
¿Cómo se pone en práctica el modo monje?
“El modo monje es una actitud, una disposición en que todos nuestros sentidos están comprometidos con una tarea y tiene que ver con un estado de atención plena que nos aleja de cualquier distracción”, detalla Juan Martín Barbich, coach ontológico profesional. Se trata de poner en juego la súper productividad, un concepto que alude a “dar lo mejor de nosotros mismos en un momento determinado”, suma el experto.
Entonces, para alcanzar aquel potencial, el primer paso dice Barbich, es aprender a generar coherencia con nuestro propio ser: “El cuerpo, las emociones y los pensamientos deben estar alineados y centrados ya que se ocupan de crear una base sólida para dar respuestas creativas, asertivas y eficientes a los distintos desafíos que decidamos tomar”, expresa el coach.
En pos de ello, para el coach, hay que hacer un trabajo introspectivo para registrar el estado de ánimo y las emociones que reinan en ese instante: “Al reconocerlas podremos entender nuestro contexto interno y preguntarnos si estoy en un buen momento para ir por aquello que quiero lograr y crear”. Por el contrario, cuando “el cuerpo está cansado, intoxicado, mal dormido o dolorido, no estará en condiciones de cumplir satisfactoriamente con un objetivo”, agrega Barbich.
La siguiente instancia tiene que ver con definir objetivos: “¿Qué quiero lograr y aprender?”, menciona Apud. Con esto en mente, lo siguiente es construir una “cúpula de silencio”, un espacio en el cual “podremos dedicarnos a trabajar en una tarea específica sin desviar la atención”, explica Apud. En este proceso, deben identificarse las distracciones para erradicarlas: “A quien le molesten los ruidos, puede cerrar las ventanas y ponerse música relajante. Al que lo desenfoca el teléfono, puede optar por silenciarlo y llevarlo a una habitación alejada y a quien le gusta tomar alguna bebida, puede preparársela de antemano”, dice.
En relación a cuál es el mejor momento del día para poner este método en marcha, Apud destaca que si bien cada uno tiene sus horarios de preferencia en los cuales es más productivo, “el mejor momento para hacer tareas que requieren concentración es entre las cinco y siete de la mañana porque todavía no arrancó la actividad en las redes sociales entonces se carece del fenómeno de FOMO: miedo a perderse de algo”, comenta Apud.
Para los que recién se inician en esta práctica, a no amedrentarse. Tal como dicen los especialistas consultados, la mejor manera de empezar es a través de períodos cortos de tiempo y una vez que se logra mantener la concentración, recién ahí se podrán sumar minutos, incluso horas. Claro está que al principio resultará incómodo y aparecerán las insaciables ganas de querer chequear las notificaciones o ver qué pasa afuera, en estos casos para Apud, lo importante es frenar y regenerar la energía con respiraciones conscientes diafragmáticas o haciendo pausas activas como mover el cuerpo entre uno y tres minutos de forma intensa “para que el oxígeno y la sangre vuelvan al cerebro y podamos volver a enfocar”. Una vez que se finalizó esta tarea pautada, se podrá pasar a la siguiente.
Controlar los pensamientos y minimizar las distracciones es complejo, aunque también es la llave para alcanzar el éxito y la eficacia. En este camino, “es necesario construir autoridad y entrenar la mente como un músculo para que esté a nuestro servicio y no seamos nosotros los que estemos a merced de sus caprichos y delirios”, concluye Barbich.