Richard Rodríguez (34 años) es psicólogo clínico, docente e investigador académico. Ya ha realizado una maestría, y actualmente dirige una investigación que, una vez que haya defendido sus resultados, lo convertirá en doctor en Psicología. El estudio en cuestión es un proyecto entre la Facultad de Psicología de la Universidad de la República, y la Universidad de Sevilla en España, ahonda en el mundo del cannabis en todo el país.
Titulado Estudio sobre efectos del cannabis, la investigación buscará dilucidar los “efectos diferentes en nuestro comportamiento y pensamiento” del consumo de marihuana y si estos pueden “provocar síntomas clínicos atenuados que den cuenta de sutiles alteraciones en la percepción de la realidad”.
Pregunta:¿Cómo surgió la iniciativa de realizar este estudio?
Respuesta: En lo que hace a mi labor clínica, trabajo con psicosis desde que me recibí, hace unos seis años. La aparición de la marihuana en la clínica de pacientes con psicosis o episodios psicóticos la he observado desde hace más tiempo que eso, pero es eso: una observación. Es en este marco que surgió la iniciativa de esta investigación.
P: Una parte del debate público acerca del consumo de marihuana se enfoca en las repercusiones de ese consumo en personas jóvenes.
R: Sí, pero más allá de ese debate es lo que he observado en mi trabajo clínico: pacientes jóvenes —a veces no tan jóvenes— con algún brote o proceso psicótico crónico o agudo, en donde en algún momento del relato y el proceso clínico está el consumo de marihuana.
P:¿Cómo se define a la psicosis?
R: Es una falsedad en el juicio de la realidad. Esa es la idea central. Hay un error en el juicio de la realidad, en donde empieza a generarse una ‘neorrealidad’. Uno empieza a establecer inferencias, conclusiones o asociaciones a partir de estímulos externos —por ejemplo, un comentario que escuchó— pero también con insumos emocionales internos, como ansiedad, preocupación, tensión, desconfianza... En esa asociación de datos externos —lo que uno escuchó en la parada del ómnibus, por decir algo— y lo que uno siente, es donde empieza a generarse esta realidad no compartida con los demás.
P: ¿A eso refiere la frase “síntomas clínicos atenuados que dan cuenta de sutiles alteraciones en la percepción de la realidad”?
R: No exactamente. Lo que nuestro estudio busca es llegar a la etapa previa al brote psicótico clínicamente clasificado. Un ejemplo: podemos tener a fulanito en Treinta y Tres fumando marihuana todos los días y que no ha tenido un brote psicótico. Pero ya empieza a desconfiar, a sospechar de familiares... Hay una potencialidad de que pueda llegar a tener un brote psicótico, que cruce esa frontera. Puede ser complicado de comprender porque se trata de una zona con muchos grises.
Para ordenarnos un poco, usamos el término “Estados mentales de alto riesgo”—o EMAR—, que engloba a las personas con síntomas atenuados o, también, subumbrales (se calcula que 7% de la población estaría en ese grupo). Es a ese grupo que queremos llegar, para poder intervenir, con psiquiatras, con psicoterapia, antes de que se de un brote psicótico. Esto es algo que ya se está realizando a nivel internacional, pero en Uruguay eso todavía no se da.
P: ¿La ciencia ha establecido como un hecho de que existe una relación entre consumo de marihuana y la manifestación de de brotes psicóticos?
R: No hay un consenso general, pero hay bastante evidencia en publicaciones arbitradas en las que se asocia al consumo de marihuana a un factor que influye en la aparición de síntomas psicóticos. Lo que estamos haciendo es recolectando datos de uruguayos en todo el país donde queremos confirmar esa hipótesis, de que existe un vínculo entre psicosis y consumo de cannabis.
P: ¿Cuánto tiempo abarcará la investigación?
R: El trabajo de campo arrancó en abril, y vamos a hacer un seguimiento de los casos estudiados durante dos años, porque sabemos estadísticamente que aproximadamente 30% de las personas EMAR, a los dos o tres años transitan una psicosis. O sea que si no se interviene antes, ese 30% va a tener un episodio psicótico agudo que termina en Emergencia o internación.
P: Esta influencia de la marihuana sobre la manifestación de episodios psicóticos, ¿se da única o principalmente entre las personas del universo EMAR?
R: No, justamente. Lo que genera todo esto es el THC (por tetrahidrocannabinol), no así el CBD (por cannabidiol), dos de los componentes más conocidos de la marihuana. Esquemáticamente, se podría decir que el THC es el “villano” y el CBD es el que compensa y mejora todos esos síntomas. El problema es que el porro viene con cada vez menos CBD y cada vez más THC.
P: ¿Porque el THC es lo que le da a la marihuana mayor “pegue”?
R: Sí, el THC es el psicoactivo. Y lo que se consume actualmente es muy distinto a lo que solía consumirse. Hace aproximadamente unos 15 años, la marihuana podía llegar a tener un 5% de THC, mientras que en la actualidad hay variantes que pueden tener hasta 30% o más de THC.
P: ¿Se trata de una influencia, o la marihuana causa episodios psicóticos?
R: El estado mental de alto riesgo existe sin consumo de marihuana. Si a eso le agregamos el “porro”, este podría —eso es lo que estamos investigando— actuar como un disparador de un brote psicótico. Lo que se sabe es que la marihuana acelera o intensifica el episodio psicótico. Acá influyen distintas variables como la edad en la que se empieza a consumir marihuana y el porcentaje de THC presente en el cannabis que se consume. En definitiva: ¿el “porro” genera un estado mental de alto riesgo? Esa es una pregunta que no sé si la vamos a poder responder.
La investigación que está llevando adelante Rodríguez y colaboradores está abierta para participaciones, y se puede consultar este vínculo para mayor información.