Una de las constantes uruguayas es la migración interna de jóvenes de departamentos del interior del país que se instalan en la capital para estudiar. Si bien el comienzo de las Universidades Tecnológicas (UTEC) significó un quiebre en esta tendencia histórica, aún hay grandes contingentes de estudiantes que se mudan a Montevideo para iniciar una trayectoria académica o universitaria.
Los jóvenes recién llegados que pasan a engrosar la población montevideana —ya sea por un tiempo o de manera permanente— desembarcan en la ciudad no solo con un bagaje material, sino también emocional. Dejar atrás familia y amigos plantea numerosos desafíos, tanto subjetivos como prácticos, desafíos que la psicóloga Matilde Caravia intenta aliviar a través de su proyecto Transitar.
Caravia también hizo el viaje desde su departamento —Florida— a Montevideo para estudiar en la universidad y se enfrentó a los mismos retos que muchos de sus compatriotas. Con experiencias vitales atravesadas, y con conocimientos adquiridos por su trayectoria universitaria, hace cuatro años puso a andar el proyecto Transitar. Se propone darle una mano a quienes hoy deben hacer el mismo camino que ella recorrió años atrás, cuando arribó a Montevideo con 18 años.
Se recibió con una tesis de grado que trataba sobre —justamente—migraciones internas. “Ahí empecé a involucrarme un poco más en el tema”, cuenta y agrega que esa fue la semilla que luego hizo crecer a Transitar.
“Es una propuesta para acompañar y sostener desde lo emocional el proceso de adaptación de quienes llegan a Montevideo, pero no solo de ellos, sino también de sus familias porque para esa familia que se queda, también es difícil”, explica.
Además, añade, el universo de personas al cual Transitar intenta ayudar no solo consta de estudiantes decididos a concretar una carrera universitaria. Hay otro gran contingente de jóvenes que emigran de distintos departamentos hacia Montevideo: el de los jugadores de fútbol, que dejan atrás sus equipos y pagos para intentar alcanzar el profesionalismo en clubes capitalinos. Y como acota Caravia, en muchos de esos casos se trata de personas aún más jóvenes que aquellas que se enrolan en la universidad pública o alguna de las privadas.
Hay varios ejes sobre los cuales Caravia trabaja. Uno es la soledad que muchos sienten cuando recién se instalan en Montevideo. Hay que empezar a construir nuevos vínculos, prácticamente desde cero.
Las distancias entre la nueva vivienda y el hogar originario es otra línea de trabajo. Como comenta, no es lo mismo poder viajar todos los fines de semana —si así se deseara— que solo regresar a casa de vez en cuando.
Otro eje tiene que ver con los aspectos prácticos de la vida capitalina, desde aprenderse cuáles son las principales avenidas y calles, las líneas de transporte colectivo y dónde se hacen tales o cuales trámites, a gestionar una vivienda (cocinar, limpiar y otras tareas domésticas).
—¿Se tiene idea de cuánta gente constituye esta corriente migratoria interna?
—Un dato es la cantidad de inscripciones en la Universidad de la República, de las cuales 38% son de alguno de los 18 departamentos fuera de Montevideo. Y otro dato que me ha servido mucho cuando doy talleres en distintas partes del país, es que son cada vez más las personas que son las primeras de su familia en iniciar una carrera universitaria.
Además de consejos prácticos y apoyo emocional, Caravia también trabaja sobre aspectos de orientación vocacional, en particular cuando realiza talleres en liceos, para que quienes llegan a Montevideo tengan un panorama más completo sobre aquello a lo que se enfrentarán a nivel educativo. En parte, la orientación vocacional puede ayudar también a elegir una carrera con mayor sustento, algo que en teoría puede contribuir a una menor deserción educativa. Quien elige (más o menos) bien de entrada, es menos probable que se arrepienta.
Por último, Caravia también contempla a aquellas familias que ven a sus párvulos abandonar el nido para partir hacia la gran ciudad, muchas veces para no volver a a vivir en la misma ciudad o pueblo.
No es la competencia de Caravia decirle a esos padres cómo educar a la descendencia pero de acuerdo a lo que cuenta, es recurrente que los jóvenes partan hacia la metrópolis sin haberse acostumbrado a cocinar, lavar los platos o la ropa, entre otras tareas básicas de la gestión de un hogar.
Esa preparación para lo que será la vida independiente en la ciudad parecería ser un debe en muchos de los hogares que le entregan sus hijos a las migraciones internas.