¿Un cuadro de pintura puede ser un antídoto contra el déficit de atención? El escritor Jorge Burel cree que sí

El nuevo libro del escritor uruguayo —titulado Una mirada enamorada— se centra en la obra La encajera, pintada en 1669 por Johannes Vermeer

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Jorge Burel
Jorge Burel presenta su nuevo libro, "La mirada enamorada"
Foto: Estefanía Leal/Archivo El País.

El nuevo libro de Jorge BurelUna "mirada enamorada", Linardi y Risso— habla de un fenómeno conocido por todos en la la actualidad: la (muy) poca atención que estamos dispuestos a dispensarle a algo que no otorga una recompensa inmediata, algo en lo cual los smartphones parecen tener mucho que ver.

Cualquier aficionado al arte y a verlo en museos se ha dado cuenta de este fenómeno. Pasa lo mismo en casi todos los órdenes de la vida: muchos están más ocupados en registrar el momento que disfrutar del instante en sí. Como si hubiésemos internalizado —retorcidamente— que el tiempo no solo es finito, sino cada vez más escaso, y que lo que más vale es invertirlo en nuestro Narciso interno para satisfacerlo. Constantemente.

En esa casi frenética búsqueda de gratificación instantánea, elegimos no dedicarle mucha atención a lo que tenemos enfrente, y sí a sacar el celular para una foto, un video, un audio, para hacer el documental de nuestra vida. Y si ese registro se roza con la fama, la celebridad o el reconocimiento, mucho mejor. De ahí las incontables selfies al lado de una obra de arte famosa, y cuanto más célebre mejor.

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Es más importante la selfie que apreciar la obra de arte.
Foto: Getty/Commons.

Así las cosas, una obra de arte como La encajera pareciera no tener chance alguna a ser notada. Como cuenta Burel en las páginas del libro, el cuadro del pintor de lo que hoy es Países Bajos Johannes Vermeer (1632-1675) no tendría, en apariencia, la capacidad de reclamar fama y reconocimiento.

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La encajera.
Imagen: Difusión.

Para empezar, se trata de una obra de dimensiones minúsculas: 24 por 21 centímetros. Para seguir, no retrata a ninguna personalidad histórica “importante”. No hay reyes, deidades mitológicas o personalidades de gran destaque. Es una mujer realizando una tarea mundana. Una postal de la cotidianeidad.

Sin embargo, La encajera forma parte del acervo de uno de los museos más importantes —y famosos, que eso sí parece importarle a mucha gente— del mundo: el Louvre. No solo eso. Es un cuadro de Vermeer, uno de los grandes maestros de la pintura occidental.

De hecho, su autor es tan famoso que cuando hace dos años el Rijksmuseum de Amsterdam hizo una exposición especial de él, acudieron más de medio millón de personas de casi todo el mundo a apreciar los 28 cuadros que el museo puso a disposición.

En el libro figuran estos y muchos datos más (como que uno de los dueños de La encajera fue Napoleón III). Pero más allá de eso, hay una reflexión sobre lo que una obra de arte en apariencia tan humilde puede decirnos hoy, y lo mucho que puede valer la pena dejar un rato el celular y dedicarle atención a algo que, como dice el escritor, todavía tiene cosas para decir a 326 años de su creación (se calcula que se pintó el cuadro en 1669).

En los distintos capítulos de "Una mirada enamorada" se da cuenta de algunos de los hitos biográficos de Vermeer, el tiempo en el cual le tocó vivir, el derrotero del cuadro y un análisis pormenorizado de la obra en sí, para el cual Burel recurrió a varios críticos de arte y bibliografía pertinente. Como él mismo dice, “fui alcanzado por esa pintura varios siglos después de que fue hecha”.

"Una mirada enamorada" es cualquier cosa menos un libro de autoayuda, pero no es un disparate la asociación cuando se piensa que parece que somos cada vez menos capaces de prestarle atención a algo, y en este libro como cierto antídoto a esa incapacidad de fijar la atención en algo que puede requerir un esfuerzo para ser apreciado y conocido.

Vivimos en una realidad en la que no reparamos en lo que vemos, porque estamos bombardeados todo el día por estímulos visuales”, dice Burel, como uno de los argumentos por los que se puso a escribir sobre este cuadro. Eso le llevó dos años de trabajo, y lo hizo aunque supiera que probablemente el libro no resultara un bestseller. “Descubrí que estamos mirando sin ver, y el libro es una invitación a reparar en lo que vemos. Lo que le digo a quienes lo lean es ‘Le voy a hablar de un cuadrito que fue pintado hace varios siglos, y que no es más grande que una baldosa. Pero mire todo lo que ese cuadro le puede decir, siempre y cuando le dediquemos la atención”.

No se trata, como Burel también aclara, de un libro para especialistas. Antes bien, es un texto que dialoga principalmente con legos, que explica pero no abruma y que consigue el propósito de despertar el interés por un objeto, su creador y su época.

Pero también logra llamar la atención sobre el valor de la atención, la concentración, la constancia y la paciencia, los caminos que deben recorrerse para llegar a concretar algo que valga la pena. Aún cuando el resultado de todo eso tenga una apariencia tan modesta que es fácil no reparar en ella.

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