Cuál es el punto perfecto de la carne: claves para preparar un asado seguro y prevenir enfermedades

El tema genera grietas entre los que la prefieren cocida, a punto o jugosa; sin embargo, la ciencia sabe cuál es la mejor opción para la seguridad alimentaria.

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Carne asada
Carne asada y vegetales sobre tabla de madera.
Foto: Freepik.

Victoria Vera Ziccardi, La Nación/GDA
La carne roja es mucho más que un alimento nutritivo: forma parte de nuestra cultura y da lugar a reuniones, asados y rituales que unen familias, colegas y amigos.

Los fanáticos de la carne, aclamados por sus conocidos como “parrilleros”, aseguran que el sabor, la digestibilidad y la composición nutricional de la carne están intrínsecamente ligados al tipo y corte específicos. Para los expertos, el momento de elección y cocción de la carne se asemeja a un arte; cada uno desarrolla creencias y adapta sus prácticas culinarias a las propiedades particulares de cada tipo de carne para aprovechar al máximo su potencial.

Desde un enfoque científico, la aplicación de un tratamiento térmico a la carne es fundamental para eliminar microorganismos, especialmente patógenos, que podrían ser riesgosos para la salud.

A medida que se cocina, van desarrollándose cambios bioquímicos en la carne; a este proceso se le llama desnaturalización –comienza aproximadamente a 40°C y continúa hasta temperaturas superiores a 90°C– e implica la descomposición de cadenas de proteínas mediante la aplicación de condiciones extremas, es decir, tiempo y temperatura que hacen que la carne quede húmeda y tierna.

Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) informan que los alimentos se cocinan de manera segura cuando la temperatura interna aumenta lo suficiente como para matar los gérmenes que pueden provocar enfermedades. “La única forma de saber si algo está cocinado de forma segura es utilizando un termómetro para alimentos. No es posible determinar si están cocinados de forma segura simplemente observando su color y textura”, señalan.

En adición, un estudio sobre la preparación de comidas del Servicio de Inspección y Seguridad Alimentaria (FSIS) del Departamento de Agricultura de EE.UU. (USDA) pone de manifiesto que solo el 55% de las personas usa un termómetro para alimentos para verificar si lo que comen es apto para consumo, a pesar de que un 88% de los participantes afirmó tener un termómetro en su hogar. Los profesionales que encabezaron el estudio plantean la duda: ¿son suficientes las señales visuales para prevenir las enfermedades transmitidas por los alimentos?

El USDA recomienda no depender exclusivamente del color, la firmeza o el tiempo de cocción como indicadores para determinar si la carne está completamente cocida.

Cocción de la carne: mitos y verdades.

“La carne roja, que incluye la de vaca, cerdo y cordero, debería representar 1 a 3 porciones o raciones por semana (alrededor de 500 gramos en total)”, revela Ramiro Heredia, médico especialista en clínica médica del Hospital de Clínicas José de San Martín.

Según explica, la carne es un alimento beneficioso porque es una importante fuente de vitamina B12 –elemento nutricional indispensable para distintos procesos metabólicos– y vitamina A junto con proteínas de alto valor biológico como el hierro y el zinc.

Pero no todas las noticias sobre su consumo son positivas: se ha asociado el consumo de grandes cantidades de carnes rojas con un mayor riesgo de desarrollar ciertos tipos de cáncer (la Organización Mundial de la Salud coloca a la carne roja en el grupo 2 A, como posible carcinógeno).

La licenciada en Nutrición Valentina Martínez asegura que la correcta cocción de la carne colabora con la eliminación de bacterias como Escherichia coli, shigella y salmonella, entre otras, que suelen estar en la superficie de la carne, especialmente la de vaca. “Para que la carne sea segura bromatológicamente tiene que estar bien cocida; puede servir como referencia observar que el color interior es similar al color gris y que la temperatura del centro se mantiene por encima de los 80°C”, dice.

Coincide con esto Heredia, quien, a su vez, agrega que otro indicio, en caso de no contar con un termómetro, es asegurarse de que el alimento no tenga jugos rojos o rosados en el centro del corte. “Esto es un signo de que la hemoglobina de la sangre y la mioglobina del músculo se desnaturalizaron con el proceso, lo que nos hace inferir que lo mismo pasó con otras proteínas, como las de las bacterias”, añade.

Asimismo, Martínez destaca que la carne de cerdo debe cocinarse de manera completa, ya que de lo contrario existe el riesgo de contraer triquinosis, enfermedad parasitaria causada por el consumo de carne mal cocida.

Al ser consultada sobre si hay ciertas personas que bajo ninguna circunstancia deberían consumir carnes “a punto” o poco cocidas, Martínez es contundente: “Menores de edad, embarazadas y personas inmunosuprimidas”.

En última instancia y respecto de quienes alegan que “cocinar demasiado la carne hace que pierda sus propiedades”, Heredia asegura: “En el balance entre el grado de cocción y el contenido de vitaminas o propiedades, la cocción adecuada prevalece; consumir alimentos seguros no solo reduce el riesgo de contraer enfermedades transmitidas por alimentos, sino que permite mantener de manera sustancial sus propiedades y vitaminas”.

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