Cada 14 de abril, Uruguay celebra con orgullo el Día del Tannat, una fecha que desde 2016 rinde homenaje no solo a una cepaque se ha convertido en emblema nacional, sino también al hombre que supo intuir su potencial en nuestras tierras: Pascual Harriague.
La elección del día no es casual: un 14 de abril de 1894 falleció en Francia este inmigrante vasco, pionero de la vitivinicultura uruguaya.
Harriague es una figura clave para entender la evolución del vino en nuestro país. Con gran visión empresarial, introdujo la cepa Tannat en el departamento de Salto, y la hizo producir con fuerza. Sin embargo, como suele ocurrir con las historias que se transmiten de generación en generación, la realidad tiene matices que merecen ser contados.
Tal como relatan Estela de Frutos y Marcela Baruch en su libro "Hablar de vinos": “Siempre se consideró que esta variedad ingresó por Concordia, desde Argentina, en el norte del país, por iniciativa del vasco Pascual Harriague, y se la llamaba con su nombre, Harriague. No obstante, investigaciones recientes han establecido que esta cepa ya había ingresado tiempo antes por el puerto de Montevideo y se la cultivaba en los viñedos situados al sur del Río Negro, donde se la conocía como Tannat. A pesar de que ambas denominaciones, Tannat y Harriague, coexistieron, gracias al prestigio del emprendedor vasco y la dinámica de su acción, el nombre Harriague se impuso para esta cepa hasta la reconversión vitícola del país, en la década de 1970”.
Esa doble entrada de la cepa al país no le resta mérito al legado de Harriague, sino que lo contextualiza: fue él quien supo darle escala, sentido comercial y proyección, al punto de que durante décadas la variedad fue conocida con su apellido.
Originaria de los Pirineos franceses, la Tannat encontró en los suelos y climas de Uruguay una nueva identidad. Con el paso del tiempo, la cepa no solo se adaptó, sino que evolucionó en manos de los viticultores locales, que lograron traducir su potencia en vinos estructurados, intensos, y a la vez versátiles. Hoy se elaboran con ella vinos frescos, rosados, licores e incluso espumosos.
Según datos del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INAVI), la cepa Tannat representa el 26,5% del total de viñedos plantados en Uruguay, y si bien se cultiva en prácticamente todo el país, el 67,6% de su superficie se encuentra en Canelones, consolidando a este departamento como su principal cuna productiva.
La calidad del Tannat uruguayo no ha pasado desapercibida: ha ganado centenares de medallas en concursos internacionales y es la carta de presentación de Uruguay ante el mundo del vino. El país se ha convertido en el principal productor global de esta cepa, superando incluso a Francia en volúmenes de elaboración.
En un mundo donde los grandes vinos muchas veces nacen de regiones históricas y centenarias, que una nación pequeña haya logrado apropiarse de una cepa extranjera, desarrollarla con maestría y posicionarla globalmente, es una verdadera hazaña.
Por eso el Día del Tannat no solo invita a brindar con una copa en la mano; es también una oportunidad para reconocer la historia, el trabajo y la pasión de generaciones que construyeron con paciencia toda una identidad vitivinícola.
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