Para el año 2035, el 51% de la población mundial —más de 4 mil millones de personas— vivirá con sobrepeso u obesidad si prevalecen las tendencias actuales, según cifras de la Federación Mundial de la Obesidad. Se trata de una cifra alarmante, sobre todo al tener en cuenta que la obesidad es un factor de riesgo para enfermedades crónicas como la diabetes, la hipertensión y varios tipos de cáncer.
Preocuparnos no sirve de nada: es momento de ocuparnos. Una de las personas que ha tomado cartas en el asunto es el doctor uruguayo Raúl Pisabarro, que tiene más de 30 años de experiencia clínica y académica en torno a las causas de la obesidad y su tratamiento. Este año publicó su libro Obesidad. Método del Dr. Raúl Pisabarro, donde revela su plan de alimentación antiinflamatoria con el que ha ayudado a cientos de pacientes a perder peso, sin esfuerzo y sin hambre.
— ¿Por qué es importante abordar este tema?
— Todas las personas con sobrepeso tienen un estado inflamatorio crónico y, como es de baja intensidad, no lo saben. Uno no lo siente, pero va extendiéndose en todo el cuerpo. El tejido adiposo envía constantemente moléculas proinflamatorias al torrente sanguíneo y eso con el tiempo genera una cantidad de patologías, como obesidad, diabetes tipo 2, síndrome metabólico e insulinorresistencia. Esto está pasando ahora mismo en la mayoría de las personas en Occidente.
— Una de las claves de su método son los ácidos grasos Omega 3. ¿Por qué?
— Los alimentos ricos en Omega-3, como el salmón, la anchoa y otros que menciono en el libro, son recontra antiinflamatorios. Hay un lugar del cerebro que se llama hipotálamo, donde se agrupan las neuronas que indican hambre o saciedad. En las personas con este estado inflamatorio crónico de baja intensidad, el centro del apetito está permanentemente activado, y el de la saciedad desactivado. Los Omega 3 ayudan a desactivar el centro del apetito y activar el de la saciedad. Entonces, si uno come pescado todos los días, y además ensaladas con aceite de oliva que es otro potente antiinflamatorio, el hambre se va.
— También indica el consumo de tres cuadraditos de chocolate negro de buena calidad tres veces por semana, antes del desayuno. ¿A qué se debe?
— El chocolate negro es antiinflamatorio y además estudios estadounidenses demuestran que reduce el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares. A su vez, no engorda, es decir, si uno se come una barra entera obviamente que sí, pero comer un poco, algunos días a la semana, es beneficioso. Esto es así porque contiene flavonoides, sustancias que ayudan a quemar grasas.
Los Omega-3, el aceite de oliva y el chocolate negro son aspectos clave, pero luego el método se adapta a cada persona. Y no se trata solo de qué comer, sino también de hacer ejercicio.
— Entonces, ¿el mejor ‘remedio’ para bajar de peso es mejorar la dieta y hacer ejercicio?
— Sí. Se han desarrollado muchísimos fármacos para tratar la obesidad, pero los terminaron sacando porque la gente se moría. Y los efectos secundarios como flatulencias o diarreas no lo valen. Hubo uno, por ejemplo, llamado rimonabant, que se sacó del mercado; actuaba en el cerebro sobre la zona de placer con la idea de que si el obeso no obtenía placer de la comida, dejaría de comer en exceso, pero mucha gente empezó a suicidarse. Hasta ahora, no ha habido un fármaco que sea efectivo para la obesidad.
— En el libro también brinda estrategias para facilitar la adhesión al método. ¿Puede contar alguna de ellas?
— Hay una conducta muy común que llamo ‘círculo sin salida’. Por ejemplo, uno está en la casa, trabajando o mirando la televisión, y de repente recuerda que tiene un pedazo de pastel en la heladera. Se levanta, mira el pastel, pero decide no comerlo. Ahora, si vuelve al mismo lugar en el que estaba sentado, a los dos segundos se levantará de nuevo y ahí sí comerá el pastel. Lo que tiene que hacer es salir de donde está o llamar a alguien, y recién volver a su sitio a los 15 minutos. Pasado ese tiempo, el hambre se va, porque es hambre emocional.
La raíz del problema de la obesidad.
El libro de Pisabarro incluye planes de alimentación y de ejercicio físico, estrategias para situaciones especiales como comidas con amigos o eventos formales, respuestas a preguntas frecuentes e información recopilada de investigaciones científicas.
En particular, subraya que el consumo de ácidos grasos saturados determina inflamación crónica en el hipotálamo de las ratas, y es muy posible que ocurra lo mismo en el hipotálamo humano, lo que estimula los centros del hambre y bloquea los de la saciedad. En las ratas, se ha logrado revertir esta situación con el aporte de ácidos grasos omega 3.
Los ácidos grasos saturados abundan en las góndolas del supermercado: están en panes, galletas dulces y saladas, tortas, bizcochos, hamburguesas industriales, etcétera. Esto es así porque se trata de una sustancia —sobre todo el ácido graso palmítico— que extiende la vida útil de los productos. Además, suele encontrarse en combinación con carbohidratos de absorción rápida (harinas y azúcar), una mezcla que resulta súper adictiva.
En las etiquetas de los productos, el ácido palmítico también puede llamarse aceite de palma, aceite de palmiste, grasa vegetal, sodium palmitate, estearina de palma, oleína de palma, manteca de palma o Elaeis guineensis, indica el libro del doctor Pisabarro.