Germán Martitegui es mucho más que uno de los jurados de MasterChef Argentina. Su nombre es sinónimo de alta gastronomía y creatividad, con un recorrido que lo ha llevado a convertirse en uno de los chefs más prestigiosos de Argentina.
Nacido en Necochea, localidad costera de la provincia de Buenos Aires, descubrió su pasión por la cocina desde niño, sobre todo con sus abuelas.
Durante su reciente visita a Uruguay, en el marco del ciclo “Cocina con amigos”, del Parador La Huella de José Ignacio, el reconocido chef conversó con El País sobre diversos temas.
El cambio que le trajo la televisión.
Martitegui es un hombre de contrastes. Aunque al principio se mostró como una persona “seria y tímida”, la televisión lo transformó, revelando un lado más accesible y carismático.
Su participación en MasterChef no solo lo consolidó como una figura mediática, sino que también lo catapultó al estatus de sex symbol. En 2018, por ejemplo, sorprendió al posar con el torso desnudo para una producción fotográfica que formó parte del calendario “La lista hot” de los cocineros más atractivos de Argentina.
Sin embargo, detrás de la figura pública, es un hombre reservado y su vida personal permanece en gran medida en la sombra. Nunca habló públicamente sobre el tema parejas. Su foco estaba puesto completamente en los logros profesionales, hasta que algo cambió: su paso por MasterChef Junior, la versión infantil del famoso reality, le hizo reconsiderar su relación con los niños.
Con el tiempo, decidió formar una familia monoparental. En 2015 y 2016 nacieron sus dos hijos, Lorenzo y Lautaro, a través de la subrogación de vientre. Hoy, la paternidad es una de sus mayores fuentes de alegría y satisfacción.
Una decisión que fue un antes y un después.
Martitegui se formó de la mano de grandes maestros. Mientras estudiaba Relaciones Internacionales y Comercio Exterior, un amigo lo alentó a explorar el mundo del catering, lo que lo llevó a convertirse en asistente de la chef Beatriz Chomnalez. Ella lo recomendó para un trabajo que cambiaría el curso de su vida, porque con 19 años, tuvo que elegir entre dos posibilidades: una oferta laboral del Banco de Boston o una en la cocina de un hotel en Bariloche. Eligió la cocina y nunca se arrepintió.
Su formación continuó nada menos que bajo la tutela de Francis Mallmann, uno de los chefs más influyentes de Argentina. En 2001 abrió Olsen, su primer restaurante, seguido por Casa Cruz en 2004 y Tegui en 2009. Este último hizo historia en 2014 al ser el primer restaurante argentino en entrar en el ranking de los 100 mejores del mundo según la revista Restaurant. Tegui cerró en 2021, y a los pocos meses se inauguró Marti, un restaurante con una propuesta diferente: una carta totalmente vegetariana.
Una cocina consciente.
A lo largo de su carrera, Martitegui ha sido testigo de la evolución de la cocina hacia propuestas más conscientes y sostenibles. Esto se refleja en Marti,donde el menú excluye por completo la carne. Aunque lleva varios años explorando este camino, su visión es clara y realista: “Creo que la cocina en general va mucho menos en esa dirección de lo que debería. Es más difícil de lo que pensé. Hay mucha gente que no lo toma bien”.
Su decisión de dejar de lado la carne está basada en datos concretos sobre la sostenibilidad del planeta. “Me encanta la carne, pero para mí el desafío era aprender a cocinar sin ella y, al mismo tiempo, mostrarle a los demás que se puede comer muy bien, rico y saludable sin carne. Es un gran desafío, pero lo estamos logrando”.
A pesar de las dificultades, Martitegui sigue comprometido con su misión de ofrecer una cocina deliciosa, ya sea con o sin carne. Su objetivo es simple: hacer sus platos lo más ricos posible, valorando los productos locales.
"Hoy se come mucho mejor".
A lo largo de su trayectoria, ha presenciado cambios significativos en la gastronomía de la región. Recuerda con nostalgia sus primeros trabajos en José Ignacio en 1993 y cómo, con el tiempo, la comida ha mejorado notablemente.
“Hemos recorrido un largo camino, y ha sido súper positivo. Hoy se come mucho mejor, la gente sabe muchísimo más de comida. Las redes sociales y demás hacen parecer que todos sabemos de comida, y quizá cada cuatro hay uno que te da consejos que no están bien, pero hay muchísima información, ganas de aprender, demanda de cosas nuevas y eso es maravilloso”.
Con respecto al vegetarianismo, dejó un último mensaje que invita a reflexionar: “No soy un vegetariano militante estricto, yo voy más que nada por la sustentabilidad. No digo que todos nos hagamos vegetarianos, pero podemos comer menos carne o cuidar que sea carne que viene de lugares puntuales. Consumir un pescado de un pescador local no generará un impacto negativo en el planeta, por ejemplo, ni lo hará la persona que mata a una gallina en un gallinero para comer. Pero, por ejemplo, esos barcos chinos que están a 200 millas y se llevan todo el pescado con esclavos encima y demás, ahí está el problema. Debemos ser más racionales y responsables con lo que comemos. Muchas veces los vegetarianos y veganos tienden a ser demasiado agresivos, y eso tampoco ayuda”.