La obesidad es una enfermedad poliédrica con muchos factores que precisa de una estrategia compleja. En el caso de niños y adolescentes se añade un agravante: sus efectos se arrastran a la edad adulta y sus consecuencias acortan la vida o la empeoran. Entre un 20% y un 33% de los menores, según diferentes estudios (Pasos 2022 o Iniciativa de Vigilancia de la Obesidad Infantil) la padecen.
Manuel Tena Sempere, cordobés de 53 años, catedrático de Fisiología en la universidad de su ciudad natal y recientemente reconocido con el Premio Geoffrey Harris de la Sociedad Europea de Endocrinología, intenta desentrañar uno de los mecanismos más complejos relacionados con el sobrepeso: cómo el hipotálamo, el área central del cerebro que controla la temperatura del cuerpo, el hambre o la sed, entre otras funciones, se relaciona con el sobrepeso y el adelanto de la maduración puberal. Su grupo de investigación ha recibido el aval del Consejo Europeo de Investigación (ERC), que le ha concedido una exclusiva ayuda de 2,5 millones de euros para desvelar este engranaje.
—¿Cuál es la relación del hipotálamo, el sobrepeso y la maduración?
—Nuestro proyecto intenta evaluar el papel del hipotálamo en la conexión que existe entre la obesidad y las alteraciones de la pubertad. El hipotálamo es un área del cerebro fundamental en la regulación de muchos procesos que incluyen tanto la maduración y la función reproductiva como el control del peso corporal. Buscamos en ese centro que integra las funciones reproductivas, el control del metabolismo y el peso corporal para desentrañar cuáles son los mecanismos que conectan las alteraciones puberales con la obesidad de inicio temprano. Los datos genéticos y experimentales apuntan a que la obesidad, probablemente, es una enfermedad hipotalámica.
—¿La obesidad favorece un desarrollo temprano extraordinario?
—Una obesidad de inicio temprano tiende a acelerar la maduración puberal, especialmente en el sexo femenino. Distintos estudios epidemiológicos en niñas han demostrado, de manera clara, que, en aquellas que sufren obesidad temprana, la edad de inicio de la pubertad también se acelera. No significa necesariamente que entren en el rango de la pubertad precoz patológica, que es una enfermedad, pero sí que se produce una aceleración que hace, sobre todo, que el inicio de la maduración puberal, del desarrollo mamario y de otras características tenga lugar meses, incluso años, antes de lo que venía sucediendo. En los niños, la situación no es tan clara. Nuestro proyecto pretende adentrarse también en intentar explicar las características diferenciales del impacto de la obesidad en la pubertad de niños y niñas.
—¿Qué consecuencias tiene esa maduración puberal precoz?
—La pubertad es un acontecimiento madurativo tan relevante que las consecuencias de sus alteraciones son tanto inmediatas como a largo plazo. Puede incidir o alterar la talla final o la maduración psicológica, sobre todo, cuando hay una discrepancia importante entre el desarrollo corporal y mental. Distintos estudios epidemiológicos también han puesto de manifiesto que puede contribuir al desarrollo o la perpetuación de enfermedades en etapas posteriores de la vida, como la diabetes, la propia obesidad y hasta ciertos tipos de cáncer. Puede suponer incluso una disminución en la expectativa de vida a largo plazo. No es cuestión de ser alarmista, pero sí es necesario saber que, cuando hay alteraciones de la pubertad, se produce un riesgo a largo plazo que todavía no conocemos muy bien, al igual que desconocemos cuáles son los mecanismos que los producen y es importante definirlos.
—¿Se puede incidir en el hipotálamo?
—Sí es posible. Hay algunas terapias que van dirigidas a circuitos cerebrales. Pero, obviamente, se corre el riesgo de posibles efectos añadidos a los que inicialmente se persiguen y requiere del diseño de estrategias muy precisas que vayan dirigidas a la diana concreta que se quiere tocar. Hay fármacos, actualmente en el mercado para el tratamiento de la diabetes tipo dos, y más recientemente, de la obesidad, cuyo mecanismo de acción viene en parte derivado de la capacidad de acceder y actuar sobre circuitos hipotalámicos. Es el caso de los análogos de GLP1, que actúan a nivel periférico, modulando la secreción pancreática de insulina, pero también pueden actuar a nivel cerebral.
—¿Es seguro?
—Sus efectos secundarios son relativamente moderados y los terapéuticos son muy positivos. Pero el problema fundamental a la hora de interferir o actuar sobre los circuitos hipotalámicos es que son complejos y los procesos se solapan unos con otros. Es muy difícil conseguir moléculas lo suficientemente precisas como para hacer exactamente lo que queremos sin hacer justo lo que podría ser menos útil. Nuestro proyecto intenta comprender mejor cómo funcionan esos circuitos para intentar definir la diana más selectiva posible y que, eventualmente, en un futuro, puedan ayudar a un mejor manejo de la obesidad infantil o de las alteraciones puberales, de forma que el conocimiento que generemos pueda ser útil para entender los mecanismos que subyacen y que sea aplicable en el ámbito de la salud humana.
—¿Habrá una pastilla contra la obesidad?
—La semaglutida es un ejemplo y hay otro fármaco más reciente que está todavía en fase experimental y estará en el mercado pronto. Son posibles los tratamientos farmacológicos frente a la obesidad, pero, evidentemente, el manejo de esta es siempre complejo y, si hablamos de obesidad infantil, todavía más. El abordaje exclusivamente farmacológico de la obesidad está abocado al fracaso en muchas ocasiones. Son necesarios otros ángulos de acción, como el cambio en los estilos de vida. Pero, la terapia farmacológica y otras, como las quirúrgicas, pueden ser evidentemente una gran ayuda.
(El País España)