O Globo - GDA
Con la rutina diaria y los apuros del trabajo y otras responsabilidades, los hábitos de vida desde hace unos cuantos años ya cambiaron. Cocinar y comprar comida están relacionados con este cambio. Personas de diferentes edades están prefiriendo comprar, por ejemplo, vegetales y verduras congeladas, para facilitar la cocina e incluso ahorrar dinero, ya que son más baratos. Pero, ¿son mejores o tienen más valores nutricionales que los frescos?
Los vegetales frescos son más crujientes, pero sus niveles de nutrientes pueden ser más bajos. Según especialistas, tan pronto como son cosechados, comienzan a perder sus nutrientes. Esto se debe a que, cuando son separados de su fuente de nutrientes, las células de los vegetales, para mantenerse vivas, respiran a una tasa más elevada, lo que puede, a su vez, llevar a la pérdida de nutrientes. Esto también puede ocurrir a través de la oxidación, cuando los vegetales son expuestos al oxígeno durante el almacenamiento y procesamiento.
Con el aumento de los precios en los supermercados, algunas personas han comenzado a cultivar sus propios vegetales y verduras u obtenerlos en huertas comunitarias. Los alimentos frescos de los supermercados normalmente tardan un poco más en llegar a nuestras mesas. Según especialistas, para aprovechar al máximo los nutrientes de los vegetales frescos, deberían ser consumidos en pocos días. “Después de cuatro, cinco o siete días, la ecuación es completamente diferente”, dijo Gene Lester, fisiólogo vegetal y líder del programa nacional del Departamento de Agricultura de EE.UU., a CNN Health.
Y es precisamente esta rapidez en la degradación de los vegetales frescos lo que lleva a la mayoría de las personas a preferir congelarlos. Generalmente, los alimentos congelados se considera que tienen un mayor contenido de nutrientes porque se congelan justo después de ser cosechados.
No obstante, hay algunas sugerencias de que los vegetales congelados pueden tener menos vitamina C que los frescos. Esto se debe a que los vegetales congelados son escaldados, un proceso que implica sumergir rápidamente los vegetales en agua hirviendo o vapor y luego enfriarlos rápidamente. La vitamina C, sin embargo, también puede degradarse con el calor, lo que significa que parte de ella puede desaparecer de los vegetales destinados a ser congelados.
Un estudio de 2015 que examinó la retención de vitaminas de ocho frutas y vegetales diferentes no encontró diferencias significativas en la vitamina C entre espinaca, zanahoria, guisantes y brócoli frescos y congelados. El estudio también concluyó que, en general, el contenido de vitaminas de los vegetales congelados era comparable, y a veces incluso superior, al de los frescos.
En resumen, no hay uno mejor que el otro. Todos los vegetales están llenos de fibra, junto con vitaminas y minerales, y proporcionan todo tipo de beneficios, incluyendo mejor digestión, apoyo al sistema inmunológico y aumento de energía.
Entre frescos y congelados, es mejor elegir lo que funcione mejor para tu día a día y tu rutina. Solo no dejes de consumirlos.
Alimentos que no hay que congelar
- Huevos con cáscara: la congelación rompe la estructura de la clara y la yema, lo que hace que el huevo se vuelva pastoso y desagradable al descongelarse. Además, aumenta el riesgo de proliferación de bacterias.
- Verduras con mucha agua: Pepinos, lechuga, rábanos, apio y espinacas se vuelven blandas y acuosas al congelarse, perdiendo su textura crujiente y sabor fresco.
- Frutas enteras de piel gruesa: manzanas, peras, duraznosy naranjas, entre otras, pierden su jugo al descongelarse. Su piel se vuelve dura y correosa.
- Lácteos: yogur, crema agria y requesón se separan y adquieren una textura grumosa al congelarse. Pierden su sabor y consistencia original.
- Salsas y cremas con base láctea: mayonesa, salsa bechamel y aderezos a base de crema se cortan y pierden su textura emulsionada al congelarse. Su sabor puede alterarse y ser desagradable.
- Frituras: papas fritas, empanadas y rebozados pierden su textura crujiente al congelarse y se vuelven blandas y empapadas al descongelarse. Absorben la humedad y quedan grasosas.
- Quesos cremosos: brie, camembert y queso feta se vuelven grumosos y pierden su textura suave y cremosa al congelarse. Su sabor también puede verse afectado.
- Papas cocidas: la congelación modifica el almidón, y las vuelve harinosas y con una textura desagradable.
- Platos con masa: tartas, pasteles, quiches y empanadas pierden su textura crujiente y se humedecen al congelarse. La masa puede volverse dura y quebradiza.
- Mayonesa y otras salsas emulsionadas: al contener huevo, nata o harina, estas salsas se separan y pierden su consistencia emulsionada al congelarse. Su sabor puede alterarse y no ser agradable.