Avances en salud ocular: taurina, la nueva esperanza para prevenir y retrasar la ceguera

Investigaciones sugieren que este aminoácido podría ser la clave para combatir diversas causas de ceguera en jóvenes y adultos.

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Oftalmólogo visión
Consulta con oftalmólogo.
Foto: Freepik.

Diego García Ayuso, The Conversation.
La investigación de la relación entre la salud ocular y la taurina (un aminoácido que genera nuestro organismo y que también se obtiene de algunos alimentos) se remonta a hace más de cinco décadas. En aquel entonces, se descubrió que muchos gatos sufrían una misteriosa enfermedad que les causaba ceguera.

En un principio se atribuyó a una enfermedad hereditaria, pero la realidad era otra. Tras años de investigación, los científicos detectaron que el problema estaba en la forma en que se alimentaba a los gatos de la época. La introducción de comida deshidratada, compuesta principalmente por cereales y carnes no aptas para el consumo humano, resultó en un producto con bajo contenido en carne muscular, una de las principales fuentes de taurina.

El problema se debe a que los gatos, a diferencia de otros animales, no pueden producir taurina de forma natural y deben obtenerla de la dieta. Por lo que la solución fue añadir ese nutriente esencial a su alimentación. Este hecho llevó a la conclusión de que el déficit de taurina era la causa de la enfermedad.

El descubrimiento planteó dos cuestiones en torno a la taurina: ¿Es necesaria para la salud de la retina? ¿Podría ser utilizada para tratar enfermedades humanas que provocan ceguera?

Dolencias que dejan a oscuras.

Entre las numerosas patologías que pueden causar pérdida de la visión, encontramos las siguientes:

Las distrofias hereditarias de retina son un grupo de enfermedades raras causadas por la mutación de un solo gen, aunque se conocen muchos genes responsables. Su forma más común es la retinosis pigmentaria, cuyos síntomas comienzan con ceguera nocturna y visión en túnel. Estas afecciones suelen aparecer entre los 25 y los 40 años.

La degeneración macular asociada a la edad es una enfermedad compleja. Su principal factor de riesgo es el envejecimiento, aunque también intervienen factores genéticos y ambientales. Es la principal causa de ceguera en personas mayores de 55 años en países desarrollados.

La retinopatía diabética, la patología vascular ocular más frecuente en la actualidad, es una complicación relacionada con la diabetes. Frente a las anteriores, que se desarrollan de forma progresiva, puede provocar pérdida rápida de visión. Es una de las principales causas de ceguera en edad laboral.

Actualmente no existe cura para estas enfermedades, aunque la comunidad científica busca tratamientos que permitan detener o retrasar su progresión. Y la taurina podría ser una candidata potencial para conseguir este objetivo. Veamos por qué.

Una molécula clave para la salud de la retina.

Como apuntábamos más arriba, la taurina es una molécula presente en nuestro cuerpo que recibe su nombre del latín taurus (toro), ya que fue aislada por primera vez de la bilis de este animal en 1827. Se trata de un aminoácido que no se incorpora a las proteínas, por lo que se encuentra en grandes cantidades en varios tejidos, incluida la retina.

La mayoría de mamíferos pueden producir taurina de forma natural. Sin embargo, no está claro que esta sea suficiente para cubrir sus necesidades, por lo que es importante obtenerla a través de una dieta equilibrada que incluya alimentos como carnes, pescados, huevos y lácteos, entre otros.

Sabemos que resulta esencial para el desarrollo del sistema nervioso central (del que forma parte la retina), entre otras funciones. De hecho, está en grandes cantidades en la leche materna de la mayoría de los mamíferos. Además, se ha demostrado que es necesaria para el desarrollo del sistema visual tanto en animales como en humanos.

Por último, está documentado que la necesitamos para mantener la salud de la retina. Concretamente, para que sobrevivan células esenciales que nos permiten ver, si bien su función no se comprende completamente.

Ojo
Ojo humano.
Foto: Freepik.

Estudios prometedores.

Con estos mimbres, no son pocas las investigaciones que avalan el potencial terapéutico de la taurina contra la ceguera:

En primer lugar, podría retrasar la progresión de la retinosis pigmentaria. En concreto, se han conseguido resultados prometedores en modelos animales del síndrome de Usher y con una mutación del epitelio pigmentario de la retina. Dichos resultados sugieren que este aminoácido beneficiaría a un amplio número de pacientes, ya que su efecto podría ser independiente de las causas de la enfermedad.

Como los niveles de taurina en sangre disminuyen con la edad, quizá podría ser beneficiosa para prevenir o tratar algunas alteraciones asociadas al envejecimiento. Sería el caso de la degeneración macular asociada a la edad.

También se han mostrado sus efectos beneficiosos en la retinopatía diabética. De hecho, podría haber una relación entre los niveles taurina en sangre y la aparición de esta dolencia.

Recientemente, los científicos han descubierto mutaciones en un gen humano que causan deficiencia de taurina y pérdida de visión. Los estudios demuestran que nuestra protagonista puede detener la progresión de la enfermedad en estos pacientes. Además, realizar pruebas de detección de taurina en recién nacidos podría ser útil para detectar y prevenir esta forma de ceguera.

Por último, se han relacionado los niveles de taurina con otras enfermedades oculares. Es el caso de la neuropatía óptica hereditaria de Leber y la coriorretinopatía serosa central.

Tómese con precaución.

La siguiente pregunta sería si la toma de suplementos de taurina es segura. Según la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, su consumo no plantearía problemas de seguridad. No obstante, no se han realizado ensayos a largo plazo en humanos. Por eso, antes de tomarlos se debe consultar con un médico, especialmente en el caso de personas con enfermedades crónicas.

En definitiva, la taurina es una molécula muy prometedora. Es esencial para la retina y podría ser utilizada para tratar algunas enfermedades oculares, pero aún queda mucho por descubrir sobre sus funciones. Por último, no debemos olvidar que, cómo cualquier otra intervención en humanos, su uso debe abordarse con precaución.

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