Angie Rodríguez, El Tiempo/GDA
El Instituto Nacional de Cáncer (NIH) dice que el cáncer de cuello uterino, también conocido como cáncer de cérvix o cáncer cervicouterino, se forma usualmente de manera lenta con el paso de los años. “Las células del cuello del útero sufren ciertos cambios, conocidos como displasia, y se convierten en células anormales en el tejido del cuello uterino”, explica el NIH.
Si estas células no se extraen o se destruyen, hay una posibilidad de que se conviertan en cancerígenas, se multipliquen y se extiendan a partes más profundas del cuello uterino y áreas cercanas.
Tipos de cáncer de cuello uterino
El NIH señala que el tipo de cáncer de cuello uterino depende del tipo de célula donde comience la enfermedad. Los dos principales son:
- Carcinoma de células escamosas. La mayoría de los cánceres de cuello uterino, alrededor de un 90 por ciento, son carcinomas de células escamosas y se originan en las células del ectocérvix.
- Adenocarcinoma. Los adenocarcinomas de cuello uterino también se conocen como adenocarcinomas cervicales y se originan en las células glandulares del endocérvix.

Cómo detectar el cáncer de cuello uterino
Para detectar esta enfermedad pueden hacerse principalmente tres exámenes:
- Prueba del virus del papiloma humano (VPH). Esta prueba examina las células para encontrar infecciones por los tipos de VPH de riesgo alto, que pueden causar este tipo de cáncer.
- Prueba de papanicolaou (PAP). En esta prueba se obtienen células del cuello uterino para ver si hay cambios causados por el VPH.
- Prueba conjunta de PAP y VPH. Este examen es una combinación de las dos pruebas para detectar los tipos de VPH de riesgo alto y los cambios en las células.
Hay algunas señales que no debe ignorar. Tenga en cuenta que es posible que otras afecciones estén causando los siguientes síntomas, pero, si los está teniendo, la recomendación es ir al médico para obtener un diagnóstico temprano.
- Sangrado vaginal irregular. Por ejemplo, después de tener relaciones sexuales, después de la menopausia o entre períodos menstruales.
- Flujo anormal, con olor fuerte o con sangre.
- Molestias pélvicas o dolor en las relaciones sexuales.
- Dificultad o dolor al orinar, evacuar, o sangrado del recto con las evacuaciones intestinales.
- Hinchazón en las piernas y dolor lumbar o abdominal.