“¡Un regalo divino y terminó jugando más con la caja!” “No terminó de abrirlo cuando ya quería ver el siguiente!”. “¡No jugó ni un minuto con cada regalo!” “La emoción le duró poco, al rato estaba jugando con cualquier otra cosa”. Si hay niños en tu familia, seguramente habrás vivido alguna de estas experiencias. A veces nuestra tentación por encontrar el regalo perfecto, nos desvía de lo más importante y acabamos frustrados ante la reacción que nuestros “excesos”, colmados de buena voluntad, provocan.
¿Qué es bueno tener en cuenta para evitar en caer en estas cuestiones tan contraproducentes tanto para el bolsillo como para los propios pequeños?
Hiperregalados
Si hay un lugar común que define a todos los padres es el querer darle a nuestros hijos lo mejor y especialmente “lo que no tuvimos” y, en esa búsqueda, la Navidad nos empuja a una maratón consumista para dar cabida a todos sus pedidos.
Terminamos estresados, gastando más de lo que podemos y, sobre todo, perdiendo de vista el verdadero objetivo de hacer “un buen regalo”.
Cuando éramos niños era muy frecuente recibir “el” regalo de navidad. Ni que hablar en la época de nuestros abuelos y bisabuelos inmigrantes con muchos hijos, cuando los juguetes de plástico baratos importados de China no existían.
Sin embargo, recibir un solo regalo nunca fue impedimento para que esperásemos expectantes la llegada de la noche buena e intentásemos resistir despiertos para pescar infraganti a Papá Noel.
Hoy día, una oferta mucho mayor y más barata de juguetes, una sociedad más consumista y una publicidad que bombardea a grandes y chicos en todas las plataformas, ha hecho que “el” regalo de paso a “los regalos” de Navidad.
Nos encontramos con cartas a Papá Noel que son imposibles de cumplir en su totalidad para cualquier bolsillo y con niños que terminan sobreestimulados con infinidad de obsequios que no aprecian como esperamos.
Santiago Duque, médico psiquiatra colombiano, explica que “el primer daño que genera darles demasiados regalos, es no enseñarles a darle valor a las cosas. El segundo, no brindarles herramientas ante la frustración de no obtener todo lo que quieren, dejándolos indefensos ante cualquier obstáculo que les genere la vida más adelante”.
Los niños hiperregalados, explica, ven “adormecida” su sensibilidad y su emoción ante cada obsequio que reciben y terminan dándole menos valor a cada uno y, sobre todo, aprenden a relacionar el placer con tener más y más cosas externas y materiales.
Claves
¿Cómo elegir buenos regalos? Un buen obsequio no es uno caro, algo que está de moda o un capricho pasajero, sino es aquel que le hace bien al niño. Que lo hace sentir bien. Que lo hace sentir querido. Que lo estimule pero también que lo divierta y tenga que ver con sus inquietudes e intereses. Para ello, si queremos entregarles más de una cosa, podemos aplicar la “regla de los 4 regalos” que puede emplearse en 4 obsequios o bien a uno que contemple todos estos requisitos:
1- Que le permita compartir con otros niños será la mejor forma de que ese regalo le enseñe muchas cosas. Que fomente el jugar con otros, socializar y aprender a esperar su turno, a adaptarse a las reglas del juego mientras interactúa con otros y tomar en cuenta los deseos e ideas de los demás.
2- Que sea algo que desee profundamente y no simplemente un antojo o algo que el niño quiere porque sí, de repente, es otra forma de darle valor a los regalos en sí mismos.
3- Que sea algo que lo estimule, que le enseñe algo de manera divertida, que lo desafíe.
4- Que sea algo que el niño necesite como los útiles del próximo año escolar, una prenda de ropa que le hace falta o los botines para el baby fútbol…como hacían nuestras madres y abuelas cuando no había dinero para comprar juguetes y al mismo tiempo ropa y útiles para varios hijos. Este tipo de regalos es una forma de darle valor a las cosas que damos por sentado nuestros padres nos comprarán y siempre tendremos.
Lo que no
Evitemos el sexismo. No regalemos juguetes en función de si es niño o niña ni tampoco los que fomenten estereotipos de género. Como dicen, los juguetes no tienen género, la gente tiene prejuicios.
Evitá aquellos que promueven la violencia ya sea entre pares o hacia terceros (o animales o el medio ambiente).
Evitá los que los transforman en sujetos pasivos de la acción porque como dicen los expertos, el mejor juguete es el que menos hace por el niño puesto que así será él el protagonista.
Evitá las pantallas y propuestas tecnológicas que sabemos son tan atractivos como adictivos y están diseñados para que los niños “se enganchen y no puedan parar”, sobre todo cuando son pequeños, provocando enormes descargas de dopamina en el cerebro (el neutrotransmisor del placer) y que está comprobado científicamente, retrasan el desarrollo del lenguaje y entorpecen el sueño.
Y por último, aprovechemos el espíritu de la Navidad para fomentar también la solidaridad con los que menos tienen, regalando los juguetes ropa o útiles que ya no usan y hasta vayamos con ellos a entregarlos personalmente. Que aprendan desde pequeños el placer y la alegría del ayudar a quienes más lo necesitan y de paso tomen también conciencia de lo afortunados que son por lo que sí tienen.
Pero sobre todo, recordemos que el exceso de regalos nos impide modular el placer sin tenerlo todo, y ése es el enemigo número uno de la tolerancia a la frustración (tan necesaria al llegar la adolescencia), y que como dice Javier Urra, psicólogo español autor de múltiples libros de crianza y educación, el mejor regalo es sentirse querido.
* Socióloga, fundadora de Mamá estimula.