Las lesiones cutáneas pequeñas o lunares son manchas, en la piel de color uniforme, planas o elevadas llamadas lunares, son generalmente de color marrón, aunque también pueden ser de color rosa, azul, gris o incluso del color de la piel.
Se desconoce la causa exacta, pero algunos casos se desarrollan desde el nacimiento y otros son provocados por la exposición prolongada al sol durante la infancia y la adolescencia. Además, parece haber una predisposición genética que con frecuencia es familiar.
“Los lunares pueden desarrollarse en cualquier parte del cuerpo y muchos pueden aparecer hasta los 50 años. Estos pueden cambiar o desaparecer con el tiempo. Asimismo, se puede limitar su aparición colocando atención a los cambios y protegiendo la piel con bloqueador, evitando la sobreexposición solar y camas de bronceado”, explica Roberto Aviles, docente de Medicina Arizona State University.
A la luz de esto, el experto analiza los principales indicadores de un lunar maligno que puede resultar en un cáncer de piel del tipo melanoma:
Asimetría: Si está dividido en dos partes y estas son distintas.
Borde: Es irregular y poco nítido.
Color: El color de este lunar no es uniforme, como ocurre con los lunares benignos; en cambio, tiene diferentes tonos o tonos de bronceado, marrón, negro, azul, blanco o rojo.
Diámetro: Este suele medir más de 6 milímetros de ancho (aproximadamente del tamaño de un borrador de lápiz).
Evolución: Un lunar maligno cambia drásticamente de forma, color, tamaño o apariencia.
Si hubiera otros signos y síntomas, hay que visitar a un especialista de inmediato si estos comienzan a sangrar, supurar, picar, verse escamosos, volverse sensibles o dolorosos. Además de limitar la exposición a la luz del sol y usar cremas de protección solar, se recomienda una evaluación dermatológica al menos una vez al año y autorevisiones una vez al mes.
(El Comercio - GDA)