La Nación/GDA
Con el sol en su punto máximo, durante el verano existen más probabilidades de desarrollar la fitofotodermatitis, una patología que puede presentarse a cualquier edad, en la que algunas sustancias presentes en frutas o plantas hacen que la piel se torne más sensible al sol.
Las manos, la cara y los brazos suelen ser las zonas afectadas por esta patología, que requiere atención médica.
Las plantas más peligrosas.
Muchas sustancias vegetales pueden tener consecuencias inimaginables a nivel cutáneo cuando se suma la fotoexposición solar. Las higueras, por ejemplo, son una de las plantas de nuestro medio con mayor peligrosidad.
Los jugos de la higuera, sobre todo de las hojas y frutos, contienen altas cantidades de psoralenos, como también ocurre en otras plantas como la lima, el naranjo, el limonero, la bergamota o el apio.
El contacto con estas plantas, y en algunos casos con sus frutos, desencadena depósitos en la piel que, sumados a la fotoexposición, originan reacciones fototóxicas. Se trata de reacciones inflamatorias, enrojecimiento, edema, vesículas o ampollas.
Pueden producirse desde el primer contacto o luego de un tiempo de manipulación de la planta, dependiendo de la concentración de los depósitos vegetales y la cantidad de radiación solar recibida.
Hay plantas en la huerta y en el jardín como la ruda, la ortiga y diferentes variedades de céspedes que también pueden provocar reacciones en la piel si se las manipula bajo la exposición al sol.
Estas lesiones son muy habituales, sobre todo en los niños, y el riesgo disminuye si se emplea protector solar en las zonas expuestas a las plantas y se usan guantes para manipularlas.
Se trata de una patología que requiere atención médica; sin embargo, para aliviar el malestar momentáneamente pueden aplicarse compresas estériles frías en las zonas de mayor molestia.
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