Hoy es el Día Internacional de la Audición, una jornada en la que se divulga y se apunta a crear conciencia sobre las particularidades de las vidas de aquellos que tienen hipoacusia o sordera. Las más de las veces, esas personas tienen que superar un montón de obstáculos para sentirse —y ser tratadas como— integradas socialmente, algo sobre lo cual Marcelo Sueldo sabe bastante, tanto por experiencia vital como por conocimientos adquiridos.
Sueldo es docente de Comunicación Visual en Secundaria, y trabaja en varios liceos en el departamento de Canelones. La docencia fue un llamado que le llegó comparativamente tarde en la vida (se recibió en 2016). Antes de eso tuvo incontables trabajos. Fue vendedor, portero, trabajador forestal y mucho más. “Luego me di cuenta que lo mío es el arte, y que enseñarlo era lo más agradable para mí, en lo que me sentía más cómodo”.
Sueldo no nació con discapacidad auditiva. Su hipoacusia fue adquirida, porque padece el Síndrome de Ménière, una enfermedad del oído interno que puede causar mareos, tinnitus y, claro, pérdida de audición. A medida que fue cumpliendo años, fue oyendo cada vez menos. Hoy se desenvuelve con la ayuda de dos audífonos y una determinación acerada. “Si uno se propone algo, lo puedo lograr. Pero tiene que proponérselo”, dice en algún momento de la charla.
Pero no fue un trayecto fácil formarse como docente, aunque es conciente de que quienes ya nacen con discapacidad auditiva, el camino es aún más cuesta arriba. Parte de las experiencias adquiridas en ese camino, él las volcó en la tesis que presentó para obtener una maestría en Educación, Sociedad y Política el año pasado en Flacso.
Titulada "Educación inclusiva del estudiantado sordo e hipoacúsico en el bachillerato de un liceo público de Montevideo", la tesis recoge buena parte de los desafíos a los que se enfrentan estudiantes con pérdida parcial o total de la audición, sin dejar de contemplar que en 2017 hubo una reformulación para estudiantes sordos dentro del sistema educativo nacional, la continuación de un proceso que comenzó en 1996.
Uno de los retos es tener que aprender más de una lengua cuando se arranca el trayecto educativo. Como explica Sueldo, quien llega a la escuela, arriba muchas veces con una lengua de señas intrafamiliar, la que usa en casa. Pero esa no es la lengua de señas uruguaya, por lo cual tiene que ponerse a aprenderla. Y después, hay que aprender español.
Las dificultades no terminan ahí. Para conseguir una inclusión real, el alumno o alumna con hipoacusia debería poder asistir a todas las asignaturas con sus compañeros de clase. Lo cual crearía nuevos desafíos. Como explica Sueldo, el o la estudiante debería —en una situación ideal— poder ver lo que el docente dice en todo momento, algo que no ocurre cuando este por ejemplo se da vuelta para escribir algo en el pizarrón y continúa hablando.
Por otra parte, si ese alumno o alumna cuenta con un intérprete que reformula a lengua de señas lo dicho en clase, la mera acción de reformular insume cierto tiempo, lo cual puede hacer que se de cierto atraso en la incorporación de los conocimientos. Además de que podría pasar, por ejemplo, que un alumno hipoacúsico se abstenga de hacer una repregunta para no interrumpir la dinámica del resto de la clase.
Eso, a su vez, puede ser un escollo para el o la docente, que además de preparar lo que va a exponer para los alumnos oyentes, debería tener en cuenta las condiciones específicas de los hipoacúsicos durante el transcurso de la clase.
Desde el punto de vista social, además, son muy pocas personas con audición que manejan la lengua de señas, lo cual dificulta la socialización del estudiantado hipoacúsico. “Podría ser una materia optativa dentro de la oferta educativa”, puntualiza Sueldo sobre ese tema.
Otro desafío inclusivo: muchas veces, explica Sueldo, la acústica de los salones no es la mejor. Eso, sumado al bullicio que puede darse en un ambiente poblado, supone otra dificultad para la persona hipoacúsica. Esto último es algo que él recuerda de sus primeros días como docente. La enfermedad de Ménière estaba en una etapa particularmente complicada, y él aún se estaba acostumbrando a sus entonces nuevos audífonos. Durante un tiempo, fue asignado a tareas administrativas raíz de esas dificultades.
Hoy esa etapa fue superada, y Sueldo dice que se acostumbró a su sordera. “Cuando llego a casa, me desenchufo totalmente. Ya no escucho más nada. Puedo mirar televisión, pero solo si hay subtítulos. Si no, me pongo a leer”. Pero eso, agrega, tiene una contracara: la soledad. “Uno empieza a vivir más en la soledad. No tengo problemas, pero me siento solo porque la sordera te lleva a estar solo”. Sin embargo, y como ya dijo, eso no lo detiene ni lo detendrá de trazarse y cumplir las nuevas metas que se proponga.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), impulsora de esta jornada a nivel internacional, determinó el lema "Un cambio de mentalidad", para hoy, con el objetivo de contribuir a un cambio cultural en torno a la hipoacusia.
De acuerdo a la información oficial, este año el día “girará en torno a los problemas derivados de las ideas erróneas y mentalidades estigmatizantes de la sociedad”. Se abordará “la falta de sensibilización y de información exacta que existe tanto entre la población en general, como entre los proveedores de atención de salud”.
Consejos
Parte de la campaña de concientización consta de varios consejos a personas oyentes para comunicarse con quienes han perdido parte o totalmente su audición:
—Situarse en un lugar iluminado y hablar de frente, para que la persona hipoacúsica pueda verle la cara.
—No exagerar los movimientos de los labios al hablar.
—No gritar. Hablar con claridad y despacio.
—No hablar al mismo tiempo que otra persona.
—En lo posible, reducir el ruido de fondo o ir a un lugar más silencioso para poder hablar.