Día Mundial del Alzheimer: una enfermedad que puede y debe prevenirse desde la infancia

Este trastorno neurológico progresivo se caracteriza por la pérdida de la memoria, de la percepción y del sentido de la orientación, un día se concientiza internacionalmente sobre esta enfermedad

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Personas corriendo.
Foto: Archivo El País.

Paulo Caramelli*/The Conversation
El 21 de septiembre es el Día Mundial de la Concienciación sobre la Enfermedad de Alzheimer. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estableció la fecha en 1994 para promover la divulgación de información sobre los principales síntomas, formas de tratamiento y consejos para los familiares de quienes padecen esta impactante enfermedad neurológica que afecta no solo al paciente, sino también a su entorno.

Según la Asociación Internacional de la Enfermedad de Alzheimer, una persona desarrolla demencia en el mundo cada tres segundos. En la actualidad, hay 55 millones de personas en el planeta afectadas por esta condición, que afecta la memoria, el razonamiento y las relaciones familiares.

La demencia, y la enfermedad de Alzheimer, su principal causa responsable del 55% al 60% de los casos, es muy común en el envejecimiento, y el riesgo de desarrollarla aumenta a medida que envejecemos. Sin embargo, las personas no deben esperar hasta la vejez para preocuparse por este problema; es una preocupación que debe comenzar mucho antes.

En la demencia, existen factores de riesgo no modificables, como la edad o la genética, y factores modificables que pueden reducirse mediante acciones individuales y políticas públicas. En 2020, la Revista Lancet organizó una comisión de expertos, dirigida por la investigadora británica Gill Livingston, para discutir la prevención y el tratamiento de la demencia basándose en datos de diversos estudios epidemiológicos.

La comisión identificó 12 factores de riesgo modificables para la enfermedad que pueden ejercer influencia desde el inicio de la vida, y determinó la proporción atribuida a cada uno de estos factores individualmente. Sumando todos ellos, la comisión calculó que existe un potencial de reducción de hasta el 40% del riesgo.

"Incluso en la infancia, la baja educación puede tener un impacto significativo en la posibilidad de desarrollar demencia en el futuro. Esto se debe a que las personas con mayor educación tienen una mayor densidad sináptica, creada por la estimulación intelectual, cognitiva y cultural que proporciona la escuela. El proceso de educación formal promueve lo que llamamos "reserva cognitiva", que es la capacidad de una persona para hacer frente o compensar posibles lesiones neurológicas.

Además, la baja educación a menudo se asocia con un nivel socioeconómico más bajo, que a su vez está relacionado con dificultades para acceder a una atención médica de mayor calidad y una alimentación menos saludable (y se sabe que la nutrición en los primeros años de vida también es fundamental para el desarrollo del cerebro).

En la vida adulta, entre los factores identificados por los investigadores de la Comisión Lancet, el de mayor peso es la pérdida auditiva, a menudo no tratada. En esta etapa de la vida, los factores de riesgo también incluyen lesiones traumáticas en la cabeza, hipertensión, consumo de alcohol y obesidad. En la vejez, se suman a la lista el tabaquismo, la depresión, el aislamiento social, la inactividad física, la contaminación del aire y la diabetes.

Estos son los factores sobre los que las personas deben preocuparse y actuar a lo largo de la vida.

Ventana de oportunidades

Basados en el estudio de la Comisión Lancet, investigadores de diversas partes del mundo buscaron replicar el ejercicio en sus propios países. En Brasil, participé en un estudio reciente dirigido por las profesoras Claudia Suemoto (USP) y Cleusa Ferri (Unifesp), con la colaboración de colegas de otras universidades brasileñas y de investigadores del grupo de la Comisión Lancet. El estudio mostró que el potencial de riesgo aquí es aún mayor: representa el 48%, destacando la relevancia aún más apremiante de las acciones de prevención. En el país, el factor de riesgo más significativo es la baja educación (7,7%), seguida de la hipertensión arterial (7,6%) y la pérdida auditiva (5,6%).

Algunas acciones preventivas dependen del gobierno, como la creación de programas en la Atención Primaria de Salud o la mejora del sistema de Educación Básica. Otras, sin embargo, dependen principalmente de ajustes en las rutinas de las personas para reducir los riesgos de la demencia en general y la enfermedad de Alzheimer en particular: acostumbrarse a hacer ejercicio físico, participar en actividades grupales para evitar el aislamiento social, prestar atención a posibles problemas de audición y controlar la presión arterial alta y la diabetes.

World Wide Fingers

Dado el potencial de prevención de la demencia a través del control y la modificación de los factores de riesgo, hace algunos años, un proyecto de investigación llamado "Finger", liderado por la investigadora Miia Kivipelto de Finlandia, diseñó y llevó a cabo un estudio con aproximadamente 1.600 personas mayores, todas con uno o más factores de riesgo para la demencia pero sin un deterioro cognitivo significativo.

En este ensayo clínico controlado no farmacológico, un grupo de personas recibió orientación general sobre salud (como controlar la hipertensión y la diabetes, y la necesidad de actividad física y una dieta saludable), mientras que otro grupo, además de recibir estas orientaciones, fue supervisado con consultas médicas periódicas, seguimiento nutricional, ejercicio físico semanal dirigido por educadores físicos y entrenamiento cognitivo por un equipo de especialistas.

Los voluntarios fueron seguidos durante dos años, al final de los cuales se observó una mejora del 25% en el rendimiento cognitivo general del grupo supervisado. Estos resultados tuvieron un gran impacto en la comunidad científica y clínica, lo que llevó a la creación de una red de investigación global llamada "World Wide Fingers", que está replicando el modelo del estudio finlandés en más de 40 países con poblaciones de diversos orígenes geográficos, étnicos y culturales.

En América Latina, la Asociación de Alzheimer (una organización estadounidense con alcance global) financió el estudio, que se está llevando a cabo en 12 países de la región. Dado que en América Latina el potencial de riesgo de desarrollar la enfermedad es mayor, este tipo de intervención puede tener un impacto aún más significativo en la región.

Brasil cuenta con dos centros de estudio, uno en la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG) y otro en la Universidad de São Paulo (USP). En total, hay 1.200 voluntarios distribuidos en los 12 países de la investigación, todos entre 60 y 77 años de edad, con factores de riesgo y reportando alteraciones cognitivas leves. Al igual que en el estudio original.

*Médico neurólogo. Profesor titular de la Facultad de Medicina, Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG), Brasil.

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