The Conversation - Guillermo Ceniza Bordallo
En el ajetreo de la vida cotidiana, es fácil pasar por alto un problema que afecta silenciosamente a millones de niños en todo el mundo: el dolor. Porque frente a la creencia popular, pueden experimentarlo igual que los adultos, lo que compromete su bienestar físico, psicológico y social. Los más frecuentes son el dolor de cabeza, panza y extremidades, y cuando está presente más de tres meses, nos enfrentamos a un dolor crónico.
Más que un malestar pasajero
Según los últimos estudios, se estima que en torno a un 30 % de los menores a nivel mundial sufren dolor crónico. En España, el porcentaje se eleva hasta el 40 %. También sabemos que el dolor no solo afecta su bienestar actual, sino que también puede tener repercusiones a largo plazo en su salud, estado emocional y facultad para realizar actividades físicas. Puede limitar su capacidad para moverse con normalidad, dificultando el aprendizaje de nuevas actividades o haciendo que abandonen la práctica deportiva durante la adolescencia.
El miedo a que moverse provoque más dolor, agrave una lesión o, simplemente, genere malestar complica las recuperaciones. Ya que rara vez están quietos, este problema es particularmente difícil de evaluar en los niños, pero el dolor puede afectar al tipo y calidad de movimiento que terminarán haciendo.
El papel de la fisioterapia
Quizá se nos haga raro pensar que un menor acuda al fisioterapeuta por alguna lesión, traumatismo o meras molestias; solemos considerar que esa ayuda profesional solo está destinada a personas adultas. Pero si un niño sufre dolor, puede ser una opción muy eficaz y prevenir problemas en el futuro.
A través del movimiento, la actividad física y el ejercicio terapéutico, se facilita la recuperación de las capacidades motoras infantiles. Además de restaurar la funcionalidad meramente física, sus tratamientos están diseñados para abordar el miedo asociado con el movimiento, fomentando así un retorno seguro a las actividades cotidianas y recreativas.
Al reducir esa aprensión, la fisioterapia crea un entorno propicio y seguro para que el paciente pediátrico pueda explorar y participar en actividades lúdicas y deportivas sin restricciones.
Pero además de ser esencial para la recuperación física, esta capacidad de retomar la vida cotidiana desempeña un papel decisivo en su desarrollo cognitivo y fisiológico. Participando en juegos y deportes, los niños no solo mejoran sus habilidades motoras, sino que también desarrollan habilidades sociales, aprendiendo a colaborar, comunicarse y trabajar en equipo.
Recuperación a través del juego
El efecto del tratamiento fisioterapéutico se centra así mismo en promover la salud a largo plazo y prevenir la cronicidad. La restricción de la actividad física durante la infancia puede tener repercusiones significativas en la salud del adulto, pues se ha demostrado que la inactividad contribuye al desarrollo de dolor crónico.
Al conseguir una actividad física sin dolor desde una edad temprana, la fisioterapia puede mitigar estos riesgos y sentar las bases para mantener un estilo de vida activo y libre de dolor en la adultez. Además, este enfoque también empodera a los pacientes infantiles, para que asuman un papel activo en su recuperación y bienestar a largo plazo.
Si superan el miedo al movimiento y desarrollan estrategias efectivas para manejar el dolor, los niños pueden experimentar una mejora significativa en su calidad de vida y capacidad para participar en actividades cotidianas y recreativas sin trabas.
¿Y los padres y madres qué?
En lo que atañe a los progenitores, entender la importancia de promover un movimiento y actividad física que no genere dolor en sus hijos es fundamental para garantizar el éxito a largo plazo del tratamiento. Los padres y madres pueden desempeñar un papel fundamental alentando a sus hijos a participar en actividades físicas adaptadas a sus necesidades y capacidades.
El dolor en los niños es un problema que merece nuestra atención y acción. A través de la fisioterapia y el fomento de un movimiento sin dolor desde una edad temprana, podemos marcar una diferencia significativa en sus vidas, ayudándoles a recuperarse física y emocionalmente y sentando las bases para un futuro más saludable y activo.
Al trabajar juntos padres, profesionales de la salud y la comunidad en general, podemos crear un entorno en el que los más pequeños puedan crecer, jugar y prosperar sin los límites impuestos por el dolor.
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