Bartolomé Grillo, el uruguayo que descubrió una vía a la longevidad, con el omega 3 de krill, tiene sello propio

El médico fue homenajeado por el Correo Uruguayo por su labor pionera como investigador en torno al nutriente omega - 3 derivado del krill, variedad "más eficaz" que la presente en peces.

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Otro homenaje para el doctor Bartolomé Grillo: un sello propio.
Foto: Francisco Flores.

Bartolomé Ángel Grillo pide que espere un poco mientras termina de posar para las fotos con las indicaciones del fotógrafo Leonardo Mainé para una nota en la cual hablará de su mayor logro. Se lo ve vigoroso, subiendo y bajando escalones sin tener que recuperar la respiración. “Esperame unos minutos. Mirá, ahí todavía queda café de cuando el Rotary Club se reunió. Andá y tomate un tacita, que ya voy a estar”, dice con un tono que es mitad invitación, mitad orden.

Una vez terminadas las fotos le pregunto cuántos años tiene, solo para cotejar su edad con el ya mencionado vigor que aparenta y transmite. “86 años”, responde y antes de que alguien pueda meter siquiera una interjección agrega: “Tres cápsulas de omega - 3 por día”, dice, se ríe y guiña un ojo. También aclara que dichas cápsulas son de omega- 3 de krill, una variedad que arroja mayores beneficios para la salud que el que se halla en ciertas especies de peces, y que él y otros descubrieron.

El omega-3 de cerca

Un nutriente con muchos beneficios

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Krill.
Foto: Commons.

El krill es un tipo de crustáceo marino que juega un papel crucial en la cadena alimentaria marina, ya que es fuente primaria de alimento para muchas especies.

De ese animalito es que Grillo y sus colegas extrajeron el omega-3, un nutriente esencial. En este caso, esencial significa que el cuerpo no lo puede producir por sí mismo. Este nutriente es bueno para:

  • Salud cardiovascular, ya que puede reducir el riesgo de enfermedades cardíacas.
  • Función del cerebro y salud mental. Vital para el desarrollo del cerebro en fetos y niños pequeños.
  • Reduce la inflamación. Como tiene propiedades antiinflamatorias, puede ser beneficioso para personas con enfermedades inflamatorias crónicas como artritis.
  • Salud ocular: puede ayudar a prevenir la degeneración macular relacionada con la edad.
  • Aporta al desarrollo del cerebro y los ojos del feto.

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Una vida dedicada a la medicina y el conocimiento.
Foto: Leonardo Mainé.

El encuentro es en Parva Domus, una organización de la cual es su actual presidente y donde ayer le entregaron otro galardón a la larga lista de reconocimientos que tiene (Ciudadano Ilustre, Premio Príncipe Asturias, Gran Premio Nacional de Medicina, entre muchos otros), de la cual no hace ostentación. Los menciona como al pasar, por más que resalta que lo honran. “A mí lo que me gusta es mirar para adelante”, afirma. Ahora Grillo tiene un sello propio del Correo Uruguayo que se otorga solo a "Personalidades destacadas de Uruguay".

Ese espíritu aventurero fue el que lo llevó a él y al equipo que integraba —más de una vez recalcará el trabajo colectivo como prerrequisito para los logros— a la Antártida a mediados de la década de 1970, para investigar a pingüinos en su hábitat. “Todos investigaban perros, monos, ratones... Pero nadie investigaba a los pingüinos, unas aves simpáticas, afables”, rememora de su primer encuentro con la especie que lo llevaría a la fama y el reconocimiento.

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Un animal que estará siempre ligado al renombre del médico Bartolomé Grillo.
Foto: Pxhere.

Cuando se habla de su espíritu aventurero, no es una hipérbole. Al momento de emprender el viaje, él y sus compañeros arrancaron hacia la Antártida en un avión que era una potencial bomba aérea. “Ibamos sobre unos tanques de nafta”, cuenta.

Había que llevar combustible a la estación uruguaya, tanto que no quedaba espacio en el avión para otras cosas, ni siquiera asientos. Si uno se quedara con la imagen de él y sus colegas acomodándose entre tanques llenos de sustancias altamente inflamables y explosivas, podría pensar que iban de polizontes en ese vuelo.

Cuando pisaron tierra antártica, se dieron cuenta de que ni siquiera habían llevado ropa adecuada para las condiciones climáticas. Y eso que era en la época de verano.

Una vez instalados tuvieron que lidiar no solo con el clima, sino también con todas las vicisitudes que suelen aparecer en prácticamente cualquier emprendimiento pionero. “Un día se nos escaparon todos los pingüinos”, cuenta y acto seguido, uno conjura imágenes de unos tipos persiguiendo pingüinos, vestidos con ropa inadecuada, gritándose y riéndose.

Otra vez, recuerda, le pusieron camisetas de Peñarol a los pingüinos, para intentar transmitirle a una parte del reino animal esa pasión tan humana de hinchar por un cuadro de fútbol.

Aunque él ya era un médico recibido y con experiencia profesional, de pingüinos no sabía nada. “Cero”, reconoce. “De hecho nunca había hecho experimentos con animales”. Pero como dice el proverbio: Audentes Fortuna iuvat, o “La fortuna favorece a los audaces”.

De hecho, la audacia —y cierta picardía y simpatía— explica una parte de su trayectoria. Cuando él saca un papelito en el cual anotó algunos de los hitos de su vida, menciona su paso por la Facultad de Medicina y acota que no era un estudiante muy destacado. “Pero a los profesores les caía muy bien”, comenta y otra vez tiene esa mirada que busca complicidad.

Pero no solo fue audacia y simpatía. Aunque en sus años mozos también le gustara la vida disipada, tenía en sí una ética de trabajo que exaltaba el tesón y la responsabilidad. A veces llegaba a la facultad con una noche de juerga en cuerpo y mente, pero igual estaba pronto para hacer lo que hubiera que hacer. Y cumplía con las tareas asignadas de manera impecable, para el beneplácito de sus docentes. Así se ganó la confianza de estos, tanto así que Grillo llegó a atender como médico a sus antiguos profesores.

A todo eso se le suma, además, cierto espíritu curioso. Más allá de la cirugía vascular, Grillo incursionó en otras especializaciones de medicina, y no abandonó su afán de producir conocimiento mediante la investigación, y probar procedimientos en la práctica de la medicina.

En poco tiempo, adelanta, presentará un nuevo trabajo de investigación que reafirma lo que él y sus colegas ya habían descubierto: que el omega-3 de krill es mejor que... “No”, interrumpe. “Mejor no. Es más eficaz, ese es el término correcto. El omega-3 de pescado es bueno para la salud, y el de krill es más eficaz”.

—Es común que uno empiece a consumir vitaminas o, para este caso, cápsulas de omega-3 cuando ya se tiene cierta edad. ¿Desde cuándo habría que consumir ese nutriente?

Desde la concepción hasta la muerte.

—¿?

—Te explico. Lo óptimo sería que la madre, apenas se entera que está embarazada, empiece a comer alimentos ricos en omega-3. Otros investigadores han descubierto que si la madre hace eso, esa niña o niño tendrá mejor salud. En definitiva, tendrá más ventajas. Eso está comprobado. Pero empezá cuanto antes. En un momento, estuvimos involucrados con la venta de omega-3 de krill en polvo, pero ahora hay cápsulas. Yo tomo tres por día.

—O sea, que practica lo que predica. Y parece dar buenos resultados, porque se lo ve bastante bien.

-(Sonríe). Sí, el otro día me encontré con el presidente y me dice “Qué bien que estás loco” Le respondí: “La genética. Y el omega-3 de krill”.

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