La elección de medio de transporte hacia el trabajo tiene impactos sobre la salud. Un estudio realizado en Escocia entre aproximadamente 82.000 personas concluyó que quienes van y vuelven de su trabajo en bicicleta exhiben mejores indicadores de salud física y mental que aquellos que van a trabajar en auto, ómnibus u otro transporte colectivo.
De acuerdo a un artículo publicado en El País de España sobre esta investigación,“Un reciente estudio de la Universidad de Glasgow se fijó (...) en la rutina de 82.297 usuarios escoceses durante 18 años y los dividió en distintos grupos, según sus hábitos: ciclistas, peatones, conductores y usuarios del transporte público. Después analizó las tasas de muerte, hospitalización y medicación prescrita en este tiempo. Los resultados fueron bastante claros. Los peatones y ciclistas, especialmente estos últimos, demostraron un menor riesgo de mortalidad y hospitalización, de sufrir enfermedades cardiovasculares o cáncer, incluso de que se les recetaran medicamentos para problemas de salud mental”.
No solo se trata de beneficios estrictamente médicos: la bicicleta puede ser una vía para lucir según los actuales parámetros de algo tan cambiante y subjetivo como la “buena apariencia”. Andar en bicicleta de manera regular, tomándoselo no solo como medio de desplazamiento sino también como ejercicio, contribuye a disminuir la circunferencia de la cintura, dado que se fortalecen los músculos abdominales, que son los encargados de estabilizar el cuerpo cuando pedaleamos.
Así expuesto, sería evidente que la mejor manera de ir a trabajar es en bicicleta, pero hay una serie de factores que también deben tenerse en cuenta. Uno, la distancia desde el hogar al lugar de trabajo. Otro, el trabajo en sí. No es lo mismo “bicicletear” cinco días a la semana hacia un mismo lugar que hacer un recorrido distinto todos los días (como, por ejemplo, quien hace “changas” en diferentes lugares).
También hay otro factor que puede ser determinante a la hora de optar por un medio de transporte: la seguridad. El estudio antes citado señala esto. De acuerdo al artículo del medio español:“Respecto a los ciclistas, solo hubo un apartado en el que no mejoraron los datos de salud del resto de grupos: las hospitalizaciones por accidentes de tráfico”.
Un ejemplo local: antes de que se reservara un lugar específico para bicicletas en 18 De Julio, ir en bicicleta a trabajar era una actividad de alto riesgo. De la puerta de un auto que podía abrirse en cualquier momento y descolocar a quien viene en bici, a los “finitos” de los ómnibus, la ausencia de un lugar apartado para los ciclistas desalentaba a muchos a recurrir al birrodado para trasladarse hasta el trabajo.
Una discusión sobre la ciudad
Con el incremento de la superficie de la ciudad dedicada a las ciclovías, se disparó un debate sobre la conveniencia de estas medidas. Entre quienes se oponen a que la bicicleta cuente con más espacio en la ciudad, los argumentos van desde que los ciclistas no respetan las reglas de tránsito a cuestiones impositivas (el automóvil paga patente y seguro).
La arquitecta y magister en urbanismo Ana Clara Vera es especialista en el uso de la bicicleta como medio de movilidad urbana, y sostiene que más allá de las ciclovías, también hay que contemplar otros aspectos cuando se piensa en una ciudad “bici friendly”.
La experta pone el ejemplo del bicicletario de la Facultad de Ingeniería como un posible modelo a seguir. Ahí, aporta, hay una infraestructura para que estudiantes puedan dejar la bici en un lugar seguro. Pero no solo: “También hay una política de incentivar a ir en bicicleta. Hay días en los que se les regala una manzana o una banana a quienes van en bicicleta”.
Además, señala que si bien ahora hay más ciclovías en la ciudad —ella se desplaza mayoritariamente en bicicleta desde hace diez años— también hay más autos (algo de lo que cualquiera puede percatarse en ciertos horarios y ciertas calles o avenidas, en los cuales los autos se mueven a dos por hora por el embotellamiento).
En el capitalismo más avanzado (Países Bajos, Noruega o Alemania), esta discusión ya se saldó, y en favor de la bicicleta. Como se dice en la nota central, ciudades y capitales han incrementado sustancialmente las áreas destinadas a ciclovías, tanto para descongestionar las rutas, reducir la contaminación atmosférica y sonora y promover el ejercicio entre la población.
La relativamente nueva bicisenda en la principal avenida de la ciudad ha atendido parte de este problema, lo cual redundó en que más gente se mueva en bicicleta por el centro: de acuerdo a una nota publicada en El País el 30 de setiembre, el tránsito de bicicletas en 18 De Julio aumentó en un 70%, y también se informó que Montevideo cuenta actualmente con 77 kilómetros de ciclovías (en comparación, la capital de Países Bajos, Amsterdam, tiene 828 kilómetros de ciclovías).
Hay otro obstáculo que le impide a muchos dejar el auto o el ómnibus por la bicicleta, y tiene que ver con la convivencia en el lugar de trabajo. Sea cual fuere el camino elegido desde la casa al trabajo y del trabajo a la casa, lo más probable es que se sude un poco. O mucho.
Jorge Castrillón es español, y vive en Uruguay desde 2013. A todos lados va en bicicleta, también a trabajar. Lo mismo hacía en España y en varias otras ciudades en las cuales le tocó vivir. Para él, la solución es llevar consigo artículos de higiene y una remera o camisa de recambio cuando llega al trabajo. “Llego, me higienizo las axilas, me pongo desodorante y la camisa ‘de laburo’. Yproblema solucionado”, cuenta y agrega que no siempre es una opción:“No soy integrista de nada, y hay días de verano en los cuales llegaría transpiradísimo. Esos días voy en ómnibus, así como también los días en los que llueve”.
Castrillón es consciente de que no todos los lugares de trabajo cuentan con espacios que permitan ducharse o lavarse las axilas, pero tal vez no sea tan disparatado pensar en que podría haber más empresas e instituciones que cuenten con espacios así, para incentivar a que más personas pueden ir a trabajar en “chiva”.