Javier Martín Escolano, Clotilde Marín Sánchez & Rubén Martín Escolano, The Conversation
La enfermedad de Chagas es una de principales representantes de las llamadas enfermedades olvidadas o desatendidas, que afectan principalmente a las comunidades más vulnerables del mundo. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) la ha incluido en la lista de las 20 Enfermedades Tropicales Desatendidas (ETD).
A pesar de que afecta a millones de personas, su conocimiento fuera de las regiones endémicas sigue siendo limitado. Además, la globalización, la migración y el cambio climático han contribuido a convertirla en un problema de salud pública más amplio y complejo.
Más de 6 millones de afectados
La enfermedad de Chagas es una patología causada por el parásito Trypanosoma cruzi. Se adquiere en las regiones endémicas principalmente a través de las heces de insectos conocidos como vinchucas (Triatoma infestans). Su principal vía de transmisión está vinculada a viviendas precarias en zonas rurales de América Latina, aunque también puede propagarse a través de alimentos contaminados, transfusiones de sangre, trasplantes de órganos y de madre a hijo durante el embarazo.
Descubierta hace más de un siglo, la Iniciativa Medicamentos para Enfermedades Olvidadas indica que esta afección sigue siendo endémica en 21 países de América. Desde el sur de Estados Unidos hasta Argentina y Chile, 75 millones de personas se encuentran en riesgo de infección. Afecta a más de 6 millones de personas y provoca aproximadamente 12.000 muertes cada año. Sin embargo, la inversión y el compromiso político necesarios para su erradicación siguen siendo insuficientes.
El impacto silencioso
Calificada como una enfermedad “silenciosa y silenciada”, presenta un curso clínico lento y a menudo asintomático, afectando principalmente a personas sin recursos económicos ni acceso a los servicios de salud.
Crónica y potencialmente mortal, una de sus características más preocupantes es precisamente su larga fase asintomática: aproximadamente el 70 % de las personas infectadas no presentan síntomas durante años o incluso décadas. Sin embargo, el parásito causa daños progresivos de manera sistémica tras infectar órganos vitales como el corazón o el hígado.
Cuando finalmente se manifiestan los síntomas, como resultado de una respuesta inmune inflamatoria severa, las complicaciones suelen ser irreversibles. Entre ellas, destacan las cardiopatías crónicas, la insuficiencia cardíaca y las megavísceras (agrandamiento de las vísceras, como megaesófago o megacolon, que generalmente conduce a obstrucción).
Este impacto dificulta el diagnóstico temprano y subraya la importancia de implementar estrategias de detección masiva, especialmente en las comunidades en riesgo.
Un problema globalizado
La globalización ha transformado la dinámica de la enfermedad de Chagas, convirtiéndola en un desafío mundial. Los flujos migratorios han llevado a poblaciones infectadas a regiones no endémicas como Europa (principalmente España), Norteamérica, Japón y Australia. En estas zonas, la falta de conciencia y protocolos de diagnóstico complican aún más su detección.
Por otro lado, el cambio climático está expandiendo el hábitat de los insectos, lo que podría dar lugar a la emergencia de nuevos focos de transmisión. Estudios recientes han demostrado su presencia en el sur de Estados Unidos, lo que evidencia la necesidad de un monitoreo constante.
El tratamiento es otro de los grandes retos. Actualmente, los medicamentos disponibles tienen una eficacia limitada y suelen presentar efectos secundarios significativos. A pesar de ello, la investigación y el desarrollo farmacéuticos en esta enfermedad no han producido grandes resultados. Además, el acceso a los fármacos es desigual y está limitado por barreras económicas y logísticas, especialmente en las comunidades rurales más afectadas.
La falta de conciencia también juega un papel crucial. En muchas regiones, tanto los profesionales de la salud como los pacientes desconocen la enfermedad o la subestiman. Esto retrasa aún más los diagnósticos y tratamientos necesarios.
La esperanza en la ciencia
A pesar de los desafíos, hay razones para el optimismo. Investigadores de todo el mundo trabajan en nuevas terapias, incluidas vacunas. Hay que destacar que se trata de una enfermedad compleja, cuya patología está modulada por intrincadas interacciones genéticas entre el paciente y el parásito, factores sociales y ambientales. Además, las infecciones mixtas, las reactivaciones y reinfecciones complican aún más el control de esta dolencia.
No obstante, en la actualidad se están desarrollando herramientas de diagnóstico más rápidas y accesibles, y las estrategias de control del insecto también han demostrado ser efectivas. En la región del Cono Sur de América Latina, programas sostenidos han reducido significativamente la transmisión. Estas iniciativas muestran que es posible hacer frente a la enfermedad de manera exitosa.
De hecho, la OMS presentó en 2020 una hoja de ruta con los siguientes objetivos:
- Interrumpir de la transmisión por insectos, transfusiones y trasplantes de órganos.
- Eliminar la enfermedad de Chagas congénita.
- Ampliar la cobertura del tratamiento antiparasitario.
El llamado a la acción
La enfermedad de Chagas es un recordatorio de las desigualdades en el acceso a la salud y los desafíos de un mundo globalizado. Plantea un problema sanitario mundial con importantes implicaciones epidemiológicas y socioeconómicas. La mayoría de las empresas farmacéuticas no han estado interesadas en desarrollar nuevos fármacos debido a su escasa rentabilidad económica.
Sin embargo, en los últimos años se ha producido un cambio en colaboración con organizaciones internacionales. En este contexto, las compañías farmacéuticas, los países endémicos y las organizaciones no gubernamentales incluyeron esta patología como una ETD en la Declaración de Londres de 2012. Además, la OMS declaró oficialmente el 14 de abril como el “Día Mundial de la Enfermedad de Chagas” durante la 72 ª Asamblea Mundial de la Salud.
Es fundamental que todas estas instituciones trabajen juntas para priorizar la dolencia en la agenda global de salud. Esto implica aumentar la inversión en investigación, garantizar el acceso equitativo a tratamientos, fortalecer los programas de vigilancia y educar tanto a los profesionales de la salud como a las comunidades afectadas. Solo así podremos transformar esta amenaza silenciosa en una historia de superación global.
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