The New York Times
En 2024 se produjeron más de 32.000 casos de tos ferina (o convulsa) en Estados Unidos; la cifra más alta en una década. Tan solo en California, la enfermedad afectó a 2.000 personas entre enero y octubre del año pasado. Más de 60 bebés de menos de 4 meses fueron hospitalizados en ese estado. Uno de ellos murió.
La tos ferina, o tos convulsa, es solo el ejemplo más evidente de lo que ocurre cuando disminuyen las tasas de vacunación. Pero está lejos de ser el único.
La pandemia interrumpió las vacunaciones infantiles en todo EE. UU. y las tasas aún no se han recuperado. Como consecuencia, cientos de miles de niños son cada vez más vulnerables a enfermedades que alguna vez estuvieron relegadas a los libros de historia.
La mayoría de ellas afectan predominantemente a niños pequeños, como el sarampión, las paperas y la rubéola. Pero si las vacunaciones siguen disminuyendo en los próximos años —por el aumento de la desconfianza o por políticas más restrictivas—, las enfermedades infecciosas prevenibles resurgirán en todos los grupos de edad, de acuerdo con los expertos.
La situación en el Río de la Plata
Estados Unidos queda bastante lejos de Uruguay, pero también en nuestro país hay un incipiente movimiento antivacunas, aunque este hasta el momento parece haber enfocado sus esfuerzos en la vacuna contra Covid-19.
En Argentina, en tanto, el año pasado hubo un brote de sarampión, que puso en alerta a autoridades sanitarias en Uruguay.
A su vez, Unicef advirtió —también el año pasado— que "Los niveles mundiales de inmunización infantil se estancan en 2023, lo que deja a muchos sin una protección vital", y que "Nuevos datos revelan que casi 3 de cada 4 lactantes viven en países donde la baja cobertura de vacunación ya está provocando brotes de sarampión".
No solo tendrán que preocuparse los que no estén vacunados. Incluso los adultos que se vacunaron hace décadas podrían ser vulnerables a las que ahora se consideran enfermedades infantiles.
Hace apenas unas décadas, muchos niños menores de 5 años morían de enfermedades infecciosas. Ahora los niños enfrentan una mayor amenaza en los accidentes de tráfico, las sobredosis de drogas y la violencia armada, mientras que las enfermedades han dejado de ser un motivo de preocupación. “Todo eso podría cambiar si no continuamos con las políticas de vacunación”, afirmó Richter.
Cuando hay tasas de vacunación elevadas en una comunidad, no solo los vacunados están protegidos; también aquellos que no pueden recibir algunas vacunas o que no responden a ellas debido a determinadas afecciones médicas, a su edad o a la debilidad de su sistema inmunitario.
Si se vacuna a menos gente, “estamos tomando la decisión activa de hacer del mundo un lugar menos seguro para una proporción considerable de la población”, dijo Richter.
Por ejemplo, la rubéola (o sarampión alemán), puede ser peligrosa para las mujeres embarazadas y sus bebés. Sin embargo, las mujeres embarazadas no pueden inmunizarse contra la enfermedad porque la vacuna contiene un virus vivo debilitado.
Triple vírica
Las campañas antivacunas a menudo se han enfocado en la vacuna triple vírica, que protege contra el sarampión, las paperas y la rubéola. Lo que más preocupa a los expertos es el resurgimiento del sarampión.
El virus es extraordinariamente contagioso: es capaz de permanecer en el aire hasta dos horas después de que una persona infectada haya abandonado la habitación. Una persona infectada puede contagiar el virus a hasta 18 más.
El pasado ofrece un vistazo: a finales de la década de 1980, los recortes presupuestarios del gobierno de Reagan redujeron las tasas de vacunación, especialmente entre los niños negros e hispanos de familias con bajos ingresos. Las consecuencias no se hicieron esperar. De 1989 a 1991, el sarampión infectó a más de 55.000 estadounidenses y mató a 166.
Antes de la llegada de la primera vacuna contra el sarampión en la década de 1960, la enfermedad mataba cada año alrededor de 2,6 millones de personas en todo el mundo. El virus debilita las defensas inmunitarias, dejando al organismo vulnerable a otros patógenos.
Todos en riesgo
Los adultos no vacunados están en riesgo, por supuesto, pero también lo están aquellos que no generan una respuesta inmunitaria adecuada a las vacunas o que recibieron solo una dosis. “Hemos dejado atrás la época en que el sarampión solo afectaba a los niños”, dijo Alexis Robert, investigador en modelización de enfermedades infecciosas de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres.
La inmunidad contra las paperas también podría disminuir. Aunque la vacunación en general ha reducido el número de casos de paperas en un 99 por ciento, se han producido brotes en escuelas y universidades, donde los estudiantes tienen un contacto cercano y prolongado.
Las paperas suelen ser una afección leve en los niños, pero a veces pueden causar problemas de fertilidad en los varones y complicaciones graves en los adultos.
Sin embargo, la tos ferina podría ser la enfermedad de la que niños y adultos vacunados deberían preocuparse más.
Al principio, la enfermedad puede confundirse con una infección respiratoria común, pero puede evolucionar hasta convertirse en una dolorosa “tos de 100 días” que afecta a todo el cuerpo. Cada ataque de tos termina con un característico silbido y puede provocar vómitos, costillas fracturadas y dificultad para respirar.
Si las tasas de vacunación descendieran al 75 por ciento en los próximos años, los adultos mayores que recibieron la vacuna original podrían seguir estando protegidos.
Sin embargo, las personas que nunca se vacunaron o los adultos que recibieron la vacuna más reciente cuando eran niños podrían ser susceptibles.
Los niños en edad escolar suelen tener más contactos, por lo que son los “principales grupos de transmisión”, dijo Rohani.
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