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Historias nacidas sobre un mat: los beneficios del yoga al físico, la mente y el espíritu

Cada 21 de junio se celebra el Día Mundial del Yoga, una disciplina con múltiples beneficios, contados en primera persona por sus practicantes y también por investigadores.

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Erima Recabarren haciendo yoga

El Día Mundial del Yoga se celebra cada 21 de junio, una fecha proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2014, con el objetivo de concienciar sobre los beneficios de esta práctica milenaria.

El yoga es originario de la India y tiene más de 5.000 años de historia. Ha evolucionado desde sus raíces como una disciplina espiritual hasta convertirse en una práctica global que abarca aspectos físicos, mentales y espirituales.

La palabra "yoga" proviene del sánscrito y significa "unión", refleja la conexión entre cuerpo y mente que se busca a través de sus diferentes técnicas. Entre sus múltiples estilos, el Hatha Yoga y el Ashtanga Yoga son los más conocidos en Occidente, cada uno con enfoques y beneficios específicos.
Según el libro "The Heart of Yoga: Developing a Personal Practice" de T.K.V. Desikachar, el yoga no solo mejora la flexibilidad y la fuerza física, sino que también promueve la calma mental, la concentración y el equilibrio emocional.

Diversos estudios científicos avalan estos beneficios. Por ejemplo, una investigación publicada en 2018 en "Frontiers in Psychiatry", indica que la práctica regular de yoga puede reducir significativamente los niveles de estrés y ansiedad, mejorar la calidad del sueño y contribuir a una mayor sensación de bienestar general.

Sanar sobre el mat.

Alva Sueiras, consultora, comunicadora y docente, se acercó al yoga por primera vez hace poco más de tres años. En ese momento había dejado de fumar y a pesar de que notaba muchos beneficios con esa decisión, comenzó a notar “un deterioro físico importante”, empezó a subir de peso y no encontraba ninguna disciplina que la convenciera. Años atrás había practicado algunos deportes, pero entonces intentó y no pudo con ninguno. Una amiga le recomendó hacer yoga y así llegó a su primera clase: mirando con algo de desconfianza y con una colchoneta nada adecuada para la práctica, pero llegó.

Alva Sueiras. Foto: Francisco Flores
Alva Sueiras. Foto: Francisco Flores

“Iba una o dos veces por semana, enseguida me enganché y fui aumentando los días. Luego empecé a alternar las clases con prácticas que hacía sola en casa y actualmente lo hago todos los días de forma sostenida. Incluso si viajo, voy con mi mat, la esterilla con la que se practica yoga, a todos lados”, contó.

“En esa primera clase yo miraba a los otros y veía que tenían una flexibilidad increíble. No entendía cómo hacían ciertas posturas, me quedé fascinada y sentía que yo estaba a kilómetros de distancia de ellos. Pero lo lindo del yoga es que es una práctica que uno hace consigo mismo, el reto es con uno mismo. Y si sostienes la práctica en el tiempo, llegás cada vez más allá y en un momento hacés cosas que creías imposibles”.

De esa primera clase también recuerda el camino a casa, una vez que finalizó: “Salí y sentí una conexión con el entorno que me resultó mucho más nítida, como si me hubiera puesto unas gafas graduadas que aumentaban las sensibilidades”, dijo. Ese día notó que el yoga era mucho más que posturas y silencio.

Alva resalta que los beneficios que obtuvo estos últimos tres años de la mano del yoga son múltiples. Todo está entrelazado. “Una cosa lleva la otra. Para mí, los beneficios físicos que noté fueron una consecuencia de lo emocional y lo mental, porque el yoga es una es una meditación en movimiento y te obliga a estar concentrado. En la clase uno aprende una serie de posturas y te ayudan a ajustarlas y a tener rutinas, pero en paralelo a esa práctica, uno empieza a sentir una conexión mucho más grande con uno mismo, con su verdadera naturaleza”, señaló.

Esta mujer inquieta, que por su trabajo nunca tiene un día igual a otro, ni sigue horarios rutinarios, encontró en esta práctica una forma de parar y tomarse un tiempo para ella y de conectarse y conocerse ella misma. “Muchas veces no nos hablamos ni escuchamos internamente y el yoga, por el tipo de respiración que propone, te obliga a centrarte y a tener un diálogo interno. Empezás a revisar qué cosas están bien en vos, qué cosas están mal. A medida que vas corrigiendo posturas también corregís comportamientos, tomás conciencia de cosas que no están buenas”, sostuvo.

El cambio hacia una filosofía de vida.

Erima Recabarren es instructora de yoga y meditación. Hoy hace posturas con total soltura, las enseña, se perfecciona día a día como docente y acompaña a otros en este camino que constituye la práctica. Hace unos diez años la vida de Erima, que hoy tiene 50, no era para nada parecida a la actual. Tenía un trabajo de oficina, que sumado el viaje de ida y de vuelta, le significaba estar casi todo el día fuera de su casa.

Durante muchos años tuvo esa rutina: el bullicio del ómnibus, llegar al centro, atender clientes, coordinar el trabajo de sus compañeros. Pero de un día para el otro hubo reducción de personal y se quedó sin trabajo. ¿Qué haría entonces? se lo preguntó muchas veces. Y mientras se lo preguntaba y buscaba opciones, siguió asistiendo a las prácticas de yoga a las que iba desde hacía un tiempo.

Erima Recabarren.
Erima Recabarren haciendo yoga

Sobre un mat, la vida le demostró eso de que “todo pasa por algo”: “En ese momento me dí cuenta que podía tomar mi energía y mi tiempo y transmutarlos, estudiando más para ser instructora y así compartir esta filosofía de vida con otros”.

Además de dar clases, hace sus prácticas a diario: “Los cambios más notorios en cualquier persona pueden ser los aspectos físicos como mejorar la flexibilidad, pero también están los relacionados a lo emocional, la forma en que nos influye en la vida cotidiana, haciéndonos conscientes del momento presente, del aquí y ahora, de trabajar la aceptación”, señaló, hablando de esa flexibilidad que es tanto física como emocional.

No importa la edad, no importa si existen experiencias previas o no, “es importante saber que podemos empezar a hacer yoga en cualquier momento de la vida, ya, ahora”, concluyó Erima.

Investigaciones: cómo afecta al físico, la mente y el espíritu

El yoga ayuda a reducir el estrés y la ansiedad, ya que puede disminuir significativamente los niveles de cortisol, según diversos estudios como, por ejemplo, el publicado en Journal of Evidence-Based Complementary & Alternative Medicine en 2018.

La práctica regular de yoga puede aumentar la flexibilidad y la fuerza muscular. Un estudio publicado en International Journal of Yoga en 2016 reveló que después de ocho semanas de práctica, los participantes mostraron mejoras significativas en la flexibilidad y la fuerza.

Es sabido que mejora de la calidad del sueño y quienes lo practican regularmente reducen el insomnio y, además, es beneficioso para el manejo del dolor crónico, como por ejemplo el dolor lumbar. Un estudio en Annals of Internal Medicine de 2017 encontró que el yoga puede ser tan efectivo como la terapia física para reducir el dolor lumbar crónico.

En cuanto a la salud mental y emocional, el yoga puede tener un impacto positivo. Un trabajo publicado en Frontiers in Psychiatry en 2013 indicó que la práctica regular de yoga puede mejorar el bienestar emocional, reducir los síntomas de depresión y aumentar la calidad de vida.

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