La Casa Ronald McDonald está irreconocible. Obreros, escombros y materiales de construcción alteran no solo la apariencia, sino todo el funcionamiento del lugar que acoge a familias de niños que hayan tenido que ser internados en el Hospital Pereira Rossell.
Las obras comenzaron en setiembre, y está pensado que terminen en febrero, y significará una expansión de lo que ha sido esta casa hasta ahora. Sandra Marcos y Marcela Girardelli, al frente de la gestión, han estado haciendo malabares para que la casa no cierre y siga funcionando, como lo viene haciendo desde hace once años sin cerrar un solo día, pandemia incluida.
Si la pandemia no logró que la casa cerrara, una remodelación -por importante que sea en términos de porte- no parece tener muchas chances de conseguirlo.
Aun así, esos malabares recién mencionados afectan. Tanto una como la otra han tenido que lidiar con el estrés de que todo esté atado con alfileres momentáneamente, mientras la obra se desarrolla.
Cuando esté concluida, la casa no solo le dará un lugar a aquellas familias que acompañan a sus hijos durante la internación de estos, sino también a aquellas mujeres que fueron madres pero cuyos bebés debieron ser internados.
“Es para poder recibir a una población que hasta ahora no estábamos apoyando”, explica Marcos, y amplía: “Acá hay dos hospitales, el pediátrico y el que es para mujeres. Los bebés que nacen acá, y que por algún motivo médico tienen que quedar internados en el área de neonatología, a partir de febrero van a poder tener a su mamá cerca, con lo importante que eso es, para amamantarlos y generar apego”.
Va a ser un crecimiento significativo de la Casa Ronald McDonald. Pasará de siete habitaciones con cuatro plazas en cada una de ellas, a 15 habitaciones. “Pasamos de 28 a 60 lugares”, dice Marcos sobre lo que se concretará gracias a la iniciativa de la dirección del Hospital Pereira Rossell.
Giraldelli, por su lado, aporta que hasta ahora se alojaban a familias y padres, y cuando todo termine se van a poder alojar a las madres, con la intención de, en lo posible, mantener a la familia unida. Las internaciones pueden ser de varios meses, y cuando todo concluya la madre va a poder estar durante ese tiempo cerca de su recién nacido, además de que durante ese tiempo, puedan aprender más sobre lactancia, cuidado del bebé y otros temas relacionados, a través de talleres y otras instancias.
Tener otras actividades que las exclusivamente de salud o de alojamiento es algo que la organización tiene como meta. Las dos casas Ronald McDonald -una en Montevideo, la otra en Tacuarembó- tienen espacios dedicados para actividades lúdicas y educativas no formales. Las primeras porque una internación es una experiencia traumática, y poder jugar a algo -o leer algo que ofrezca un escape mental- alivia ese trauma.
Las otras porque luego del alta hay que reincorporarse a la vida social y sus responsabilidades, entre ellas la educación. Haber tenido al menos algunas instancias educativas puede facilitar esa reincorporación.
Para Marcela Girardelli, la concreción de este nuevo proyecto le agrega nuevos desafíos y metas a la gestión. “Al principio, las casas eran solo para padres, pero unos años después se agregaron salas que eran espacios exclusivamente para niños, tanto internados como en régimen ambulatorio. Se trata de proyectos diferentes, totalmente, pero que apuntan a atender al núcleo familiar. Para nosotros es una gran satisfacción tener proyectos enfocados tanto para adultos como para niños”.
Además, Girardelli acota que también hay proyectos para aquellos niños que por las características de su internación no pueden ir a la sala educativa/lúdica. Por ejemplo, parte del staff de la Casa Ronald McDonald recorre el hospital con un carro que lleva libros a las salas. Otro ejemplo es el carro que lleva regalos a los niños internados. Organizaciones e individuos hacen donaciones de juguetes u otros artículos, que la casa ordena y luego lleva por las salas, para que los niños puedan elegir lo que les gusta de la oferta disponible en ese momento. “Es como un ciclo perfecto, donde toda la familia está atendida”, remata Girardelli.
“Es lo que hacemos”, aclara Marcos, “aportar y sumar desde otro lugar que lo médico. Está comprobado que si el niño que por razones médicas tiene que internarse puede tener a su familia cerca para apoyarlo, eso repercute favorablemente en el tratamiento y la recuperación”.
La palabra que Marcos usa para describir esa meta es “oasis”, tanto para el niño internado como para su familia y refiere a la definición de la fundadora de Casa Ronald McDonad, la oncóloga Audrey Evans. “Ella decía que la casa es más que las paredes, los muebles o el confort que podía ofrecer, la casa tenía que ser una atmósfera de cariño, cuidado y acompañamiento”.
Una organización multinacional
La primera Casa Ronald McDonald abrió hace 50 años, en 1974, en la ciudad estadounidense de Filadelfia, y eso se logró gracias a la iniciativa de la oncóloga Audrey Evans, quien falleció hace dos años. Hoy, hay más de 350 filiales en más de 60 países.
Las directivas parten de la casa central, que actualmente está en la ciudad de Chicago, pero lo operativo es responsabilidad de aquellos equipos que están a cargo de la licencia, que tienen que sustentarse por sus propios medios. Para llevar adelante el trabajo, la organización cuenta con un programa de voluntariado y recibe donaciones que facilitan sus proyectos.
Como mencionan las entrevistadas en la nota central, la organización está presente en Montevideo y Tacuarembó y el año pasado la filial montevideana cumplió su primera década de historia, y ahora en su décimoprimer año amplía su capacidad.
A poco de la reinauguración, Marcos y Girardelli expresan alivio y expectativas por lo que se viene. Poder volver a funcionar con mayor holgura cuando todo esté construido será bienvenido luego de meses de andar de arriba para abajo por lo que significa el trabajo de ampliación y remodelación. “Además, ya nos estaba quedando chica la casa”, dice Marcos.
Su colega, por su lado, concluye con los planes para el futuro. “Ya nos estamos preparando para lo que será funcionar en un lugar el doble de grande, para estar a la altura. Y pensando en cómo podemos enriquecer lo que hacemos para aquellas mamás que se van a quedar, que tienen sus rutinas, como amantar o informes médicos, porque muchas veces esas mamás están en recuperación porque tuvieron por ejemplo una cirugía”.
Todo para poder llegar al mejor momento en la vida laboral del personal de la Casa Ronald McDonald: cuando una familia es dada de alta y se va a su casa.