Por Rosana Decima
Fabián Giordano no es matemático, pero asegura hacer muy bien las cuentas y dice que con su trabajo demuestra la perfección la siguiente suma: fisioterapia + humor = rehabilitación.
Tiene 52 años, nació y vive en Paysandú. Es fisioterapeuta, y al mejor estilo Patch Adams (el médico estadounidense precursor de la risoterapia que inspiró la famosa película protagonizada por Robin Williams en 1998) trabaja con sus pacientes con el humor como aliado.
Así comenzó la faceta humorística.
En los caminos sanduceros, siendo apenas un niño, descubrió su faceta artística. Como buen narrador, no se guarda ni un detalle al contar el momento que atesora en su memoria: “Yo tenía 12 años y mi padre se había quedado sin trabajo, porque su patrón había muerto. Entonces compramos una camioneta vieja y empezamos a ir a Colonia a buscar quesos, dulces y fiambres para vender. También hicimos un criadero de pollos. En los horarios en los que no estudiaba, ayudaba a mi padre, lo acompañaba a vender en la calle”, recordó.
Una de las primeras veces que entró a un almacén a intentar vender, Fabián se topó con un no. Pero rendirse no estaba en sus planes. Entró al boliche y la propietaria le dijo que no le compraría, porque en el negocio ofrecían otra marca que se vendía más fácil. “Traté de convencerla, pero ella no quería comprar. Entonces le dije: ´¿Y si le hago un chiste?´. La mujer me miró raro, no sé si le di lástima, pero me escuchó. Le hice el cuento, ya ni me acuerdo cuál fue, y percibí que le gustó. Entonces me dijo: ´¡Qué lindo cuento m’hijito, la semana que viene me traés más dulce, pero con un cuento también´. Entonces yo me la creí”.
Se la creyó, como él dice, y a partir de ese momento comenzó a desplegar su faceta humorística: aquel niño ensayaba frente a cualquier espejo, hacía muecas, buscaba chistes, mejoraba sus caras para rematar los cuentos, y así de a poco, empezó a cultivar su veta artística.
De a poco, hacía reír cada vez más y no solo a los clientes de su padre: era el centro de atención en las reuniones familiares y entonces aumentaba su interés por tener más material, por darle gracia a otros.
“Me gustó hacer reír, porque es un placer enorme que no tiene comparación con nada”, remarcó.
Cuentos van, cuentos vienen, Fabián creció y eligió la fisioterapia como carrera. En un momento, cuando estaba haciendo sus prácticas y debía atender a un paciente, se encontró con un docente que le recomendó: “Tratalo como si estuvieras en tu propio consultorio”.
“Empecé a movilizarle la mano al paciente, que tenía fractura y le hacía chistes, que era la forma en como pensaba hacerlo. Cuando terminé, el profesor me dijo: ´Tengo que hablar contigo´. Yo pensé que había metido la pata. Pero me dijo que nunca dejara de atender así, porque había logrado sacar la atención del paciente del dolor, se olvidó y estuvo escuchando mis cuentos, entonces me aconsejó que nunca dejara de hacer humor mientras hacía fisioterapia”.
La alegría de hacer reír.
Para Fabián, es impagable recibir devoluciones de pacientes o familiares de quienes atiende. “Son logros muy lindos que las familias reconocen y agradecen y eso es lo que te queda. Se han generado una cantidad de cosas lindas, como cuando llevé a pacientes discapacitados a desfilar conmigo en Carnaval. La devolución de la gente es lo que te motiva a seguir haciéndolo”, señaló.
“A veces se dice que no hay que involucrarse con el paciente, pero sí hay que hacerlo porque si los tratás como si fueran tu abuela o tus padres, entonces hay un vínculo y eso ayuda”. destacó.
Fabián visita hogares de salud, trabaja en piscinas, acude a cuidados intensivos, pero también hace shows de stand up, anima fiestas y ha participado en varios concursos de humor, tanto en su ciudad como en el país y la región.
“Si voy a una piscina, por ejemplo, me tiro al agua con las viejitas y les hago chistes; las doñas a veces terminan haciendo más ejercicios por estar escuchándome y riéndose”, contó.
“La risa es algo que te acerca mucho más rápido al paciente, no creás una distancia. Y enseguida que empezás a hacer reír, ellos te ven como a un familiar. Hay gente que visito que no tiene ganas de comer, pero voy con algún disfraz, a veces de Quico (personaje del programa El Chavo del 8) y también con música, entonces cuando empieza a reírse la situación se descomprime y le vuelve el hambre. Con el humor lográs sacarlo de un contexto malo y lo llevás a una situación normal de risa, en la que se acuerdan de buenos momentos”.
También atiende a niños, y muchos de esos casos tiene que aplicar fisioterapia respiratoria. “A veces hay que hacerles vibraciones para que, por ejemplo, eliminen las flemas. Pero voy busco jugar, les hago un avioncito de papel, los levanto, ellos se ríen y entonces estoy haciendo fisioterapia sin que se den cuenta”, detalló.
“Lo importante es tener ese ida y vuelta con la parte humana que se crea a través de esta faceta humorística”, concluyó el sanducero.