Redacción El País
El hígado graso es una condición silenciosa pero cada vez más frecuente, que puede evolucionar hacia enfermedades crónicas como la cirrosis si no se trata a tiempo. Aunque muchas veces no da síntomas claros, su impacto puede ser grave: fatiga, retención de líquidos, trastornos digestivos, ictericia y, en los casos más severos, insuficiencia hepática o incluso cáncer.
El estilo de vida actual —poca actividad física, alimentación desbalanceada y consumo excesivo de alcohol— ha hecho que esta afección aumente en muchas partes del mundo.
En este contexto, la melisa (Melissa officinalis), también conocida como limoncillo o citronela en algunos países, vuelve a cobrar protagonismo por sus propiedades digestivas, antiinflamatorias y, sobre todo, hepatoprotectoras. Si bien no reemplaza el tratamiento médico, puede ser un gran complemento natural para apoyar la salud hepática.
Cómo actúa la melisa sobre el hígado graso
La melisa es una planta tradicionalmente usada para calmar la ansiedad y mejorar la digestión, pero estudios más recientes destacan sus beneficios para el hígado. Su acción se debe a componentes como el ácido rosmarínico, flavonoides y antioxidantes naturales, que ayudan a reducir tanto la inflamación como el estrés oxidativo, dos de los principales responsables del daño hepático.
Gracias a estos compuestos, esta hierba favorece la eliminación de grasas acumuladas en el hígado y mejora su capacidad para metabolizarlas. También estimula la acción de enzimas hepáticas clave y protege a las células hepáticas del ataque de los radicales libres, lo que colabora en la recuperación del órgano.
Además, hay evidencia de que la melisa puede contribuir a bajar los niveles de lípidos en el hígado y mejorar la sensibilidad a la insulina, lo cual es especialmente útil en casos de hígado graso no alcohólico.

También ayuda a prevenir la cirrosis
Uno de los riesgos más grandes del hígado graso es su evolución hacia la cirrosis, una enfermedad crónica que implica la destrucción progresiva del tejido hepático. En ese sentido, la melisa también puede jugar un papel importante.
Su efecto antiinflamatorio y antioxidante no solo protege las células del hígado, sino que también ayuda a frenar el avance de la fibrosis —una cicatrización del tejido que, si no se detiene, deriva en cirrosis. Además, al estimular la regeneración celular y mejorar la circulación sanguínea dentro del hígado, esta planta colabora en mantener la estructura y la función hepática durante más tiempo.
¿Cómo puede consumirse?
La forma más común y sencilla de incorporar la melisa es a través de una infusión. Para prepararla, basta con colocar una cucharada de hojas secas en una taza de agua caliente, dejar reposar unos 10 minutos, colar y tomar dos veces al día, preferentemente después de las comidas.
También se puede conseguir en cápsulas, con dosis estandarizadas, lo cual facilita su uso diario. En cualquiera de sus formas, su efecto será más notorio si se acompaña con una alimentación equilibrada, baja en grasas saturadas y azúcares, y con actividad física regular.

Un cuidado que empieza en lo cotidiano
Cuidar el hígado no implica soluciones mágicas, pero sí pequeños cambios sostenidos en el tiempo. La melisa, con su larga tradición en la medicina natural, puede ser una gran aliada si se la incluye de forma constante y consciente como parte de un estilo de vida saludable. Porque cuando se trata de salud hepática, prevenir siempre es mejor que curar.
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