La vitamina N: el antídoto natural contra las tensiones y el estrés

El contacto con la naturaleza es indispensable y, por mínimo que sea, ayuda a recuperar energía y produce una sensación de felicidad; alcanza regar las plantas o dar una vuelta por la plaza

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La naturaleza nos da la vitamina esencial para bajar el estrés.
Foto: Pxfuel.

Silvina Vitale, La Nación - GDA
No es posible tomarla en un comprimido, pero sin dudas es algo que cualquier médico recetaría. La vitamina N, mejor conocida como vitamina naturaleza, no solo nos devuelve a nuestras raíces como seres humanos sino que llena de energía, estabiliza, permite liberar tensiones, sacar el estrés, mantener la salud y ayuda a volver al eje.

Hay una frase de Mahatma Gandhi que dice: “Olvidar cómo excavar la tierra y cuidar el suelo es olvidarnos de nosotros mismos”. No se equivocaba porque justamente somos parte de la naturaleza y de ahí la importancia que tiene acercarse a ella para conectarse con nuestra identidad más profunda.

Sin embargo, en las grandes ciudades, esta posibilidad se ve limitada y muchas veces en el trajín diario las personas se olvidan y alejan demasiado de aquello que las renueva y lleva a las fuentes. Para la profesora María Marta Rodríguez, de la Universidad Católica Argentina (UCA), cuando se piensa en la conexión con la naturaleza, en primer lugar hay que considerar que somos naturaleza.

“Cuando erróneamente nos disociamos de ella y la vemos como algo distinto de nosotros, corremos el peligro de pensar que podemos prescindir de ella, cosa que desde ya no es cierta, ni sana y hasta puede llevarnos a perder la identidad como seres humanos”, sostiene. Y explica que la naturaleza aporta todos los nutrientes que forman y permiten que los seres humanos puedan desenvolverse, tanto a nivel corporal como mental y espiritual.

Breve y efectivo

Para Gabriela González Aleman, doctora en Genética del Comportamiento, el entorno tiene mucho que ver con el bienestar. Sin embargo, asegura que contrariamente a lo que las personas piensan no es necesario alejarse y pasar largos tiempos en contacto con la naturaleza, por ejemplo viajar a la montaña, al mar o al bosque durante quince, veinte días o más, para sentir los efectos positivos de este vínculo. “La literatura científica tiene datos contundentes: ver verde desde una ventana, visitar un parque o una plaza o tener plantas en casa son cosas que incrementan el bienestar por representar un vínculo con la naturaleza, aunque sea simple y parezca pequeño”, aclara.

Para explicar este punto, González Aleman refiere un estudio realizado en Londres, llamado Happiness is greater in natural environments (2013), de George Mackerron y Susana Mourato, en el que se registraron las distintas sensaciones de bienestar de las personas a lo largo del día y se cruzaron con datos del tiempo, con la proximidad que las personas tenían a espacios verdes o también tomaban datos de ruidos circundantes, de la cercanía con espacios de agua, también llamados espacios azules. “Con estas escalas se dieron cuenta de que los datos se modificaban a medida que las personas transitaban por lugares que tenían, por ejemplo, una fuente de agua o por espacios verdes y mejor aún cuando estaban cerca de ríos, presentes en gran cantidad de ciudades europeas”, explica. En Londres, la valoración del bienestar que proporciona la naturaleza al ser humano es tal que la ciudad tiene una política de incrementar los accesos o la cercanía a espacios verdes o azules a la población. “Es decir, si no tenés un parque cerca, se buscará mejorar el acceso a ese espacio verde porque la incidencia psicológica que tiene ese contacto repercute directamente sobre el bienestar de las personas”, agrega la especialista en genética del comportamiento.

Y considera que, así como en los espacios urbanos las personas van agregando daño y malestar de manera paulatina sin advertirlo a través de la contaminación visual, sonora y ambiental, tampoco advierten el bienestar que se acumula por el contacto con espacios verdes o azules aunque sea mínimo. “El bienestar que se genera contrarresta los efectos negativos que tienen sobre nosotros las grandes ciudades”, explica.

Entonces, es posible asegurar que existe una relación directa entre la naturaleza y el bienestar de los seres humanos. Así también lo considera Rolando Salinas, jefe del servicio de salud mental del Hospital Alemán, que destaca la relevancia del contacto con el verde para la salud en general. Según explica, hay múltiples estudios que demuestran la asociación entre el contacto con la naturaleza, salud mental, calidad de vida y salud en general. “Estos estudios evalúan el efecto de pasar tiempo en la naturaleza, tales como los niveles de las hormonas del estrés, escalas de valoración de calidad de vida por parte de los participantes, presencia de enfermedades diversas, en especial las asociadas a lo cardiovascular como la hipertensión arterial, lo metabólico como la diabetes, o muy especialmente la salud mental, y llegan incluso a patologías insospechadas como la incidencia de cáncer, o las enfermedades autoinmunes”, explica y sostiene que, en todos los casos, el vínculo de las personas con la naturaleza tiene un efecto positivo sobre estas variables.

Programa de reconexión

En ese sentido, María Marta Rodríguez considera que perder la identidad natural conlleva serias consecuencias que deberían despertar alarmas y llevar a la reflexión. “Dentro de estas consecuencias, podemos encontrarnos con una vida en aceleración permanente, con biorritmos alterados producto de haber pasado de hábitos marcados por la luz del sol (día y noche) a los hábitos marcados por las agujas del reloj o de las pantallas, provocando alteraciones del sueño y hormonales que conllevan estados de ánimo fluctuantes, muchas veces ligados a la depresión o ansiedad”, explica.

En este “programa de reconexión” además del ejercicio al aire libre, pasear, caminar, jugar en las plazas, también se puede trabajar con la comunidad en la recuperación de espacios verdes, pero también incorporar conductas que se involucren con el cuidado de la naturaleza. “Pensando en el impacto que tienen nuestras acciones en los entornos naturales, sería beneficioso implementar la separación de residuos, el cuidado en el consumo de agua al higienizarnos, al lavar, caminar en lugar de ir en auto a lugares cercanos. Y, en general, todo hábito ecológico que permita volver a pensarnos como parte de la naturaleza y a ella como parte constitutiva de nuestra identidad”, sostiene la académica María Marta Rodríguez.

¿Cuánto tiempo hay que dedicar a conectarse con la naturaleza? Salinas advierte que en un estudio publicado en Scientific Reports se evaluó el tiempo de permanencia en la naturaleza que se necesita para producir efectos benéficos, concluyendo que debe ser al menos de 120 minutos semanales, reivindicando el concepto japonés de “sumergirnos” en ella. Desde la psicología, para el jefe del servicio de salud mental del Hospital Alemán algunos consejos serían: 

◗ Tomar todo el contacto posible con espacios verdes, e intentar que sea en condiciones de tranquilidad que permitan sumergirse psicológicamente. “Si la persona no vive cerca de áreas verdes pero puede implementar la jardinería en su terraza o balcón, esto lo ayudará a vivir con mejor salud”, añade. “No crea que vivir en contacto con la naturaleza se reemplaza con productos naturales’, esto no tiene nada que ver con el consumo, al contrario”, subraya.

◗ Sin grandes pretensiones, para quienes viven en la ciudad estas dosis frecuentes de verde se vuelven imprescindibles y por más pequeñas que sean pueden marcar la diferencia al conectar con su esencia y devolverles el equilibrio. Coincide González Aleman en que aún tener un vínculo simple con la naturaleza puede hacer una diferencia en el bienestar, por ejemplo, tener plantas, seguir su crecimiento, estar en contacto con su textura, con sus olores. “Aunque no lo hagamos en forma consciente, el riego o el mover la tierra tiene efectos a nivel corporal que se relacionan con la liberación de serotonina, hormona que contribuye a incrementar los estados duraderos de bienestar a largo plazo.

◗ De distintas maneras, a nivel cerebral, la conexión con la naturaleza activa las hormonas que tienen que ver con la felicidad y la alegría como la endorfina, la serotonina y la dopamina. “Si conspiramos contra los entornos verdes, biológicamente podríamos decir que estamos conspirando contra nuestra propia felicidad. El contacto con la naturaleza amplía nuestras posibilidades de sentirnos bien y de liberar estas tres hormonas”, agrega.

◗ Otro aspecto relevante de los espacios naturales en las grandes ciudades es que invitan a compartir con otros, a pasar tiempo con pareja, hijos, familia, amigos, socializar y todo esto está estrechamente relacionado con el bienestar general.

Es por eso que, como describe Verónica Irei, licenciada en nutrición, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Alianza de Ciudades Saludables promueven políticas públicas en las grandes ciudades a tono con el compromiso con la salud y el bienestar de sus habitantes. “El diseño de áreas de esparcimiento y parques que promuevan la actividad al aire libre, con espacios de luz y sombra, lugares de descanso y rehidratación que contemplen las necesidades de todas las edades contribuye a promover la salud y el bienestar de una comunidad”, explica.

Para González Aleman, claramente, estas políticas podrían repercutir directamente sobre las poblaciones a futuro. “Paulatinamente, el incremento de espacios verdes y azules o la mejoría en su acceso nos permitiría generar una sociedad más feliz, más pacífica y más conectada”, finaliza.

Hay que tener en cuenta que en los espacios naturales de la ciudad, las personas pueden tener un contacto directo con el sol, un gran aliado para la salud física y mental. “La exposición solar en forma responsable estimula la producción de vitamina D en la piel, la cual es un nutriente esencial para la salud ósea y la prevención de la osteoporosis

Pero también, esta vitamina es importante para el adecuado funcionamiento de nuestro sistema inmune y la salud cardiovascular por eso la importancia de tomarse tiempo para estar al aire libre y si es en un lugar como un parque o una plaza, mejor”, explica Verónica Irei. Un ejemplo concreto de los efectos de la falta de contacto con el aire libre se ve en los adultos mayores, con una baja o nula actividad en exteriores y, consecuentemente, una inadecuada producción de vitamina D, que repercute directamente en su salud. “Promover una adecuada exposición al sol, actividades al aire libre y el contacto social es fundamental para el bienestar físico y emocional en cualquier etapa de la vida”, remata la licenciada en nutrición.

Rutinas saludables

—Repensar costumbres alimentarias. Rever algunos hábitos puede ayudar a cambiar el vínculo con lo natural. En este sentido, según advierte María Marta Rodríguez habría que repensar costumbres alimenticias y analizar cuántos productos procesados se consumen a diario y empezar de a poco a reemplazarlos por productos naturales con menor intervención humana.

—Limitar el uso de dispositivos tecnológicos. También mediar el consumo tecnológico y poner un límite horario al uso de dispositivos, por ejemplo, puede ayudar el hecho de no usar más pantallas cuando se está en familia “porque ellos también son naturaleza y vitamina para nosotros”, dice Rodríguez.

—Realizar actividades al aire libre. Por su parte, Verónica Irei, destaca la importancia de volver parte de la rutina aquellas actividades al aire libre que tanto contribuyen a la salud de las personas. En ese sentido, las actividades físicas que se realizan en un lugar verde van a promover un peso saludable y reducir los niveles de estrés, lo que contribuye al bienestar general

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