Por qué algunas personas se desmayan cuando ven sangre: hablemos del síncope vasovagal

Se trata de una reacción que causa una disminución rápida de la frecuencia cardíaca y la presión arterial, lo que limita el flujo de sangre al cerebro.

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Una mujer con una doctora y una enfermera en un centro médico.
Una mujer con una doctora y una enfermera en un centro médico.
Foto: Freepik

El Tiempo/GDA
El fenómeno de desmayarse al ver sangre es más común de lo que muchos piensan y tiene una explicación fisiológica conocida como síncope vasovagal.

Este tipo de desmayo ocurre cuando el cuerpo reacciona de manera excesiva ante ciertos estímulos, en este caso, la visión de sangre o situaciones médicas similares.

De acuerdo con la literatura médica disponible, dicha reacción causa una disminución rápida de la frecuencia cardíaca y la presión arterial, lo que limita el flujo de sangre al cerebro y provoca la pérdida temporal del conocimiento.

La cardióloga Ana Cecilia Berni Betancourt, explica que el sincope es un estado donde se pierde de manera repentina y transitoria del estado de conciencia ocasionada normalmente por la disminución de la presión sanguínea.

"En el caso del sincope vasovagal, se trata de un desequilibrio en el sistema nervioso autónomo por lo que no hay un adecuado control de la presión sanguínea y/o frecuencia cardíaca. Esto genera desmayos, sobre todo en gente joven, que por lo demás tienen funcionamiento completamente normal de su corazón", señala.

Según expertos, esta condición es una respuesta natural del sistema nervioso autónomo, encargado de regular funciones automáticas en el cuerpo, como la respiración, la frecuencia cardíaca y la presión arterial. Este sistema se divide en dos partes: el sistema simpático, que activa la respuesta de “lucha o huida” ante situaciones de estrés, y el sistema parasimpático, que induce una respuesta de “descanso y digestión”.

Cuando una persona ve sangre y experimenta un síncope vasovagal, el sistema parasimpático domina y provoca una caída repentina en el ritmo cardíaco y la presión arterial.

Las causas exactas del síncope vasovagal no se comprenden completamente, pero se cree que involucran una combinación de factores genéticos y psicológicos. Algunas personas pueden estar genéticamente predispuestas a experimentar este tipo de desmayo ante estímulos específicos.

Además, en muchos casos, la visión de sangre o una situación médica puede ser tan estresante que el cuerpo responde de forma exagerada para “proteger” al individuo de la sensación de angustia. Aunque la pérdida de conocimiento es temporal, puede resultar en caídas y lesiones, lo que añade riesgo para quienes experimentan esta respuesta.

Es importante señalar que el miedo o la ansiedad ante la sangre no son las únicas causas del síncope vasovagal; otros factores pueden desencadenarlo, como el dolor, la visión de agujas, o incluso momentos de gran estrés emocional.

Cuando el cuerpo se encuentra en una situación que percibe como potencialmente peligrosa, el sistema nervioso autónomo responde a veces de manera desproporcionada, y la pérdida de conocimiento actúa como una especie de “reinicio” para el organismo.

Para muchas personas, el síncope vasovagal se convierte en un problema recurrente que afecta sus actividades cotidianas, especialmente si deben someterse a procedimientos médicos.

Sin embargo, existen maneras de reducir el riesgo de desmayarse ante estos estímulos, como realizar ejercicios de respiración profunda, tensar los músculos de las piernas y los brazos para aumentar la presión arterial, o incluso buscar ayuda psicológica para aprender a manejar mejor el miedo o la ansiedad.

"En el caso de síncope vasovagal (benigno) se usan medidas generales como ingesta abundante de agua, ejercicio cardiovascular, mayor consumo de sal en la dieta y evitar factores desencadenantes", indica la doctora Berni Betancourt.

Aunque este tipo de síncope puede parecer alarmante, en la mayoría de los casos no representa un riesgo grave para la salud. Los desmayos vasovagales son generalmente inofensivos, y aunque pueden causar inconvenientes, existen estrategias para minimizar su frecuencia e impacto.

Con el tiempo, muchas personas logran gestionar este tipo de respuestas y reducir su intensidad, lo que les permite vivir con menos interrupciones y más confianza en situaciones que antes les generaban malestar.

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