La Nación/GDA
El ácido hialurónico se presenta como una de las grandes soluciones para quienes buscan lucir un rostro sin arrugas pero no todo lo que brilla es oro y su uso puede tener efectos secundarios.
Antes de modificar determinados aspectos del rostro con nuevas tecnologías estéticas como el ácido hialurónico, el profesional de la salud necesita entender las motivaciones de cada persona.
¿Son definitivos los resultados de la aplicación?
No. El ácido hialurónico utilizado en procedimientos dura más, pero gradualmente es absorbido por el cuerpo. “Todo depende del tipo de gel y en qué parte de la cara se aplicará”, responde Boro. “En términos generales, permanece en las capas de la piel alrededor de un año, pero este tiempo suele variar entre seis y 18 meses”.
Vale aclarar aquí que no todo el ácido hialurónico es igual: hay formulaciones más consistentes y otras más maleables. El profesional selecciona el tipo adecuado según la parte del rostro y el efecto deseado. En el mentón o la mandíbula, por ejemplo, puede ser necesario un gel más firme, mientras que en los labios o párpados, es mejor aplicar un producto flexible y elástico, que permitirá un movimiento más natural de la boca o los ojos.
Además de la consistencia, otro factor que interfiere en la duración del ácido hialurónico es el movimiento de las estructuras faciales. Tiende a desaparecer rápidamente en áreas que se mueven con mucha frecuencia, como los labios y los ojos, y permanece por más tiempo en partes que son menos móviles, como la mandíbula.
Pero claro, los expertos no esperan a que el ácido hialurónico se agote por completo para indicar nuevas aplicaciones. “Hacemos un seguimiento periódico y tenemos protocolos para hacer reposiciones, según la necesidad”, señala el doctor Daniel Boro, de la Sociedad Brasileña de Cirugía Plástica.
¿Hay riesgo de efectos secundarios después del procedimiento?
Pueden surgir efectos adversos y es importante que tanto los especialistas como los pacientes sepan identificarlos para actuar rápidamente y contener el daño. Uno de los peligros más temidos ocurre cuando el producto se inyecta en la parte equivocada de la cara.
Con esto, el ácido hialurónico puede detenerse en el interior de los vasos sanguíneos que irrigan el rostro, donde provocará una obstrucción que conducirá a la muerte de tejidos en partes de la nariz, los labios o incluso a un cuadro de ceguera. “Para minimizar este riesgo, es importante hacer este procedimiento con profesionales que tienen mucha experiencia y años de formación”, dice Alessandra Grassi Salles, coordinadora del Grupo de Cirugía Estética, Cosmética y Láser del Departamento de Medicina de la Universidad de Sao Paulo (USP), en Brasil.
“Esto no es algo que se aprende en un curso de fin de semana. Se necesitan años de estudio para comprender todas las variaciones anatómicas de la cara y dónde es probable que estén las venas y las arterias. E incluso los especialistas más experimentados pueden cometer errores e inyectar sin querer la sustancia dentro de un vaso (sanguíneo)”.
Para minimizar los daños, es posible utilizar una enzima llamada hialuronidasa, que tiene la función de absorber el ácido hialurónico aplicado incorrectamente. Pero este “antídoto” tampoco se puede usar en todas las situaciones: hay pacientes que son alérgicos a la hialuronidasa y desarrollan reacciones graves.
Además de la obstrucción de arterias y venas, otros posibles efectos secundarios son reacciones inflamatorias, caracterizadas por enrojecimiento e hinchazón, y la formación de nódulos en el lugar de la inyección. La buena noticia es que, como el producto es absorbido por el organismo, estos problemas suelen ser temporales.
Finalmente, Salles considera que la aplicación excesiva de ácido hialurónico — y los resultados estéticos no deseados— también puede verse como un evento adverso en algunas situaciones. “Hay casos en los que se inyectan de 10 a 20 mililitros de ácido hialurónico y se ven transformaciones impresionantes”, observa.
“Pero esto puede afectar el movimiento de la cara y la persona ya no tiene una sonrisa o una expresión natural. Hay que encontrar un equilibrio para que la persona se sienta bien y pueda reconocer su propia cara en el espejo”.