El significado de sobriedad está cambiando: ya no se trata de una abstinencia absoluta

En Estados Unidos son cada vez más los que rechazan el alcohol y adoptan el cannabis, la ketamina y los psicodélicos, un fenómeno que está transformando el tratamiento de las adicciones.

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Foto: Commons.

Ernesto Londoño - The New York Times
Mike Reed, músico y conductor de Uber en Arizona, dijo que dejó de beber alcohol hace más de una década, cuando sus compañeros de departamento se hartaron tanto de su comportamiento caótico que lo amenazaron con echarlo. La sobriedad se convirtió en una parte tan central de su identidad que lanzó un sitio web de citas en línea llamado “Solteros y sobrios”.

Pero en 2020, Reed dijo que tuvo problemas cuando su hermana, que tenía síndrome de Down, se estaba muriendo de cáncer. Reed, de 43 años, empezó a fumar marihuana. Hace poco, acudió a una clínica para recibir infusiones de ketamina y probó pequeñas dosis de hongos psicoactivos. Afirma que esas sustancias mejoraron su estado de ánimo, y aún se considera sobrio, porque sigue sin beber alcohol.

Las ideas sobre la sobriedad y el consumo problemático de sustancias se han vuelto más flexibles en los últimos años, a medida que los estadounidenses más jóvenes han rechazado el alcohol en un número cada vez mayor y comenzaron a adoptar el cannabis y los psicodélicos, un fenómeno que alarma a algunos expertos en adicciones.

No hace mucho, la sobriedad se entendía en sentido amplio como la abstinencia de cualquier sustancia tóxica, y el término se asociaba a menudo con personas que habían superado formas graves de adicción. En la actualidad, se utiliza de forma más amplia, incluso lo usan personas que han dejado de beber alcohol pero consumen lo que consideran cantidades moderadas de otras sustancias, como marihuana y hongos.

“Que alguien tenga problemas con la bebida no significa que tenga problemas con todo”, afirmó Reed.

A medida que algunas drogas pasan a ser consideradas como potenciadores del bienestar por quienes las consumen, la adhesión al modelo de abstinencia total favorecido por organizaciones como Alcohólicos Anónimos está cambiando. Algunas personas se autodenominan “sobrios como en California”, un término popularizado en una canción de 2021 de la estrella del pop Demi Lovato, que más tarde rechazó la idea, diciendo en las redes sociales que “sobria como en la sobriedad es la única manera de estarlo”.

Los enfoques que antes podían parecer ridículos —como tratar la adicción a los opiáceos con psicodélicos— han ganado una mayor aceptación entre los médicos a medida que las sobredosis de drogas matan a decenas de miles de estadounidenses cada año.

“El modelo basado exclusivamente en la abstinencia es muy restrictivo”, afirmó Peter Grinspoon, médico de atención primaria especializado en cannabis medicinal y adicto a los opiáceos en recuperación. “En realidad tenemos que llegar a un consenso y tener una gama más amplia de herramientas para la rehabilitación”. 

Es imposible saber cuántos estadounidenses se consideran parte de un concepto cada vez más maleable de la sobriedad, pero hay indicios de cambios en las opiniones sobre el consumo aceptable de sustancias. Desde el año 2000, el consumo de alcohol entre los estadounidenses más jóvenes ha disminuido de manera considerable, según una encuesta de Gallup.

Al mismo tiempo, el consumo de cannabis y sustancias psicodélicas ha aumentado a medida que las leyes estatales y las actitudes se vuelven más permisivas, aunque ambos sigan siendo ilegales según la legislación federal.

En una encuesta, el 44 por ciento de los adultos de 19 a 30 años declararon en 2022 que habían consumido cannabis en el último año, una cifra récord. Ese año, el ocho por ciento de los adultos de la misma franja de edad afirmaron haber consumido psicodélicos, un aumento con respecto al tres por ciento de la década previa.

Nora Volkow, psiquiatra que desde 2003 dirige el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas (NIDA, por su sigla en inglés) dijo que le enseñaron a pensar que “la única manera de salir de una adicción es la sobriedad total y absoluta”. Sin embargo, con los años llegó a considerar que eso no era realista para algunos pacientes. La reducción del consumo, o la sustitución de fármacos altamente adictivos como los opiáceos por cannabis, puede dar un resultado aceptable para determinadas personas, afirmó en una entrevista.

“Te das cuenta de que hay personas que pueden recuperarse, pero no están absolutamente libres de todas las sustancias”, señaló Volkow.

Evaluando los riesgos

El concepto está sacudiendo el campo de la medicina de las adicciones. Quienes creen en el modelo de abstinencia total, entre los que se incluye Narcóticos Anónimos, siguen un programa de doce pasos que incluye recurrir a un poder superior para recuperar la “cordura”. Los miembros suelen celebrar los récords de sobriedad con fichas o monedas que reflejan el tiempo que se han abstenido de consumir alcohol o drogas.

El peligro de abusar de los opiáceos y el alcohol se ha hecho cada vez más evidente en los últimos años. Pero la comunidad médica sigue cuestionando los riesgos de algunas drogas que ahora se promocionan como potenciadores del bienestar y no como placeres culposos: productos derivados del cannabis como somníferos, infusiones de ketamina para tratar la depresión y hongos psicoactivos para calmar la ansiedad.

Los especialistas en adicciones afirman que el estatus legal del cannabis y los psicodélicos ha dificultado el estudio riguroso de sus riesgos y su potencial medicinal, incluso ahora que cada vez más personas recurren a ellos para automedicarse. Hacerlo conlleva riesgos. Algunos médicos señalan que el cannabis puede crear adicción. También dicen que los viajes psicodélicos pueden desestabilizar psicológicamente y, en raras ocasiones, han desencadenado episodios psicóticos.

El NIDA ha empezado a respaldar investigaciones que exploran si los viajes psicodélicos podrían ser eficaces en el tratamiento de la adicción a otras drogas. Volkow afirmó que, aunque los ensayos clínicos recientes con psicodélicos eran prometedores, le preocupaba que la publicidad que rodea al uso terapéutico de esta clase de drogas, junto con el cannabis medicinal, haya superado a la ciencia.

“Está claro que para algunas personas la experiencia con algunas de estas sustancias puede ser muy reveladora, pero para otras puede ser muy traumática”, afirmó.

Los centros de tratamiento de adicciones han respondido con preocupación a las cambiantes definiciones de sobriedad.

Joseph Lee, presidente de la Fundación Hazelden Betty Ford, el mayor proveedor de tratamiento de adicciones sin fines de lucro de Estados Unidos, afirmó que las personas con problemas graves de consumo de sustancias suelen ser las menos preparadas para tomar decisiones sensatas sobre el consumo de drogas.

“Una verdad sobre el riesgo en las personas es que todos evaluamos muy mal nuestro propio riesgo”, señaló. Y expresó que le preocupan las afirmaciones de las nuevas empresas de cannabis y psicodélicos, las cuales compiten por el negocio. “Saben exactamente a quién se dirigen, y las personas a las que se dirigen están evaluando mal su riesgo”, concluyó.

Caminos individuales

Maya Richard-Craven, una periodista de Pasadena, California, dijo que ha pensado mucho sobre cómo mitigar los riesgos desde que en 2019 fue a rehabilitación porque su consumo de alcohol se convirtió en un problema.

Dijo que tuvo una recaída en 2020, consumida por la ansiedad al principio de la pandemia, y más tarde recurrió al cannabis, considerándolo una forma más sana de aliviar los nervios. Afirmó que, para 2021, fumaba en exceso “hasta el punto de querer no sentir nada”. Eso hizo que decidiera “dejar la pipa” y publicara un ensayo en el que advertía sobre los riesgos de la sobriedad californiana.

Recientemente, Richard-Craven, de 29 años, dijo que había vuelto a consumir marihuana pero con mayor moderación, fumando no más de medio porro al final de la jornada laboral y el resto antes de acostarse. Atribuye al cannabis su ayuda para regular el apetito, mejorar el sueño y, sobre todo, aliviar la angustia que experimentó tras haber sufrido una agresión sexual. Sin embargo, cree que las personas con adicciones graves deberían mantenerse alejadas de todas las sustancias al menos durante el primer año de recuperación. “El primer año estás muy confundida”, dijo.

Otros, como Connor Hunter-Kysor, de 29 años, afirmaron que, aunque no duda que algunas personas que han luchado contra la adicción puedan encontrar un enfoque saludable del consumo de sustancias, ha llegado a la conclusión de que la abstinencia total es la respuesta adecuada para él.

Afirmó que la adicción le viene de familia, y sus esfuerzos previos para consumir drogas con moderación siempre fracasaron. “Es una enfermedad”, dijo Hunter-Kysor. “Me conozco y no quiero seguir jugando con fuego”.

Tiffany Fede de Austin, Texas, tenía opiniones similares, pero su perspectiva cambió tras la muerte de su marido en 2020. Al ver cómo luchaba contra la adicción a los opiáceos, Fede dijo que hizo lo que había aprendido en los círculos de recuperación de adicciones donde su romance había comenzado años antes: lo vigiló como un halcón, convenció a quien le vendía las pastillas para que dejara de suministrárselas y se opuso cuando su marido sugirió que tomar hongos psicoactivos podría ser útil. “Me opuse rotundamente”, dijo Fede, de 43 años. “Me adoctrinaron con este sistema de creencias que sostenía que eso sería perjudicial”. Aun así, dijo Fede, su marido murió de una sobredosis de metadona.

Afligida, Fede dijo que ella misma empezó a consumir hongos, una experiencia que la llevó a recalibrar su enfoque de las sustancias que alteran la mente. Fede dijo que tomó tres gramos de hongos de psilocibina, un viaje que “me ayudó a no sentirme sola por primera vez”.

Explicó que ya no considera útiles algunos términos como sobriedad y ha dejado de considerarse una adicta en recuperación. Dijo que, hoy en día, su consumo de hongos y otros compuestos que alteran la mente es intencionado y a menudo forma parte de un ritual. Le han aliviado el dolor, le han aportado alegría y la han convertido en una mejor madre, afirmó.

“Estos profundos viajes han hecho que sea más paciente, más cariñosa y más delicada conmigo misma”, dijo.

Fede dijo que ha dejado de obsesionarse con los acontecimientos que provocaron la muerte de su marido. Sin embargo, una pregunta sigue atormentándola: si ella hubiera accedido a su deseo de tratar su adicción a los opiáceos con hongos, ¿seguiría vivo?

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