Tabaco, alcohol y obesidad: tres factores de riesgo en los que podemos incidir para evitar enfermar de cáncer

Experto internacional analiza cómo los cambios en el estilo de vida pueden terminar siendo claves para reducir el riesgo de contraer una enfermedad que causa mucha muerte y discapacidad.

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La comunidad médica hace sonar la alarma por la proyección que hace sobre los casos de cáncer
Foto: Pexels.

"Hay tres factores de riesgo de comportamiento para el cáncer que se pueden cambiar: el tabaco, el alcohol y la obesidad”. La afirmación proviene del doctor Jon Ebbert que, como director médico del Centro de Adicción a la Nicotina de la Clínica Mayo de Rochester (Minnesota), señaló que ha visto mucha muerte y discapacidades en su profesión debido al cáncer.

En un encuentro con periodistas latinoamericanos del que participó El País, Ebbert se definió como un apasionado de la prevención del cáncer e insistió en que los cambios de comportamiento y de estilo de vida pueden contribuir mucho a mejorar el panorama de esta enfermedad.

¿Qué proporción de todos los cánceres son atribuibles a cada uno de estos tres factores de riesgo? El especialista informó que 20% corresponde al tabaco, 8% a la obesidad y 6% al alcohol.

“El tabaquismo produce daño del ADN, suprime el sistema inmunitario y causa inflamación. El alcohol provoca daño a los genes y puede producir cambios hormonales. Y la obesidad causa inflamación y cambios hormonales”, describió Ebbert.

Yendo concretamente a los cánceres, el tabaquismo aumenta el riesgo de prácticamente todos los cánceres; la obesidad está asociada al cáncer de mama, de colon, renal, pancreático, hepático y uterino, y el alcohol se vincula con los cánceres de cabeza y cuello, hígado, colon y mama.

“Hay superposición porque el alcohol y el tabaco pueden aumentar el riesgo del mismo tipo de cáncer. Por ejemplo, si el riesgo de cáncer de cabeza y cuello es cinco veces más si usted bebe y seis veces más si usted fuma, si fuma y bebe a la vez es 30 veces más. No se suman, se multiplican”, advirtió.

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Doctor Jon Ebbert, director médico del Centro de Adicción a la Nicotina de la Clínica Mayo de Rochester (Minnesota).

Fumar

“El tabaco ahumado está fuertemente relacionado con el cáncer en casi todas las partes del cuerpo y es el mayor factor de riesgo para el cáncer pulmonar”, indicó Ebbert.

¿Quiere decir que si dejo de fumar no me voy a enfermar de cáncer?

“La respuesta es no. Pero si yo dejo de fumar mi riesgo de cáncer pulmonar va a ser menor que alguien que fuma una cajilla por día”, señaló el especialista dejando en claro que “todos los cánceres que una persona pueda contraer pueden ocurrir en ausencia de tabaco, pero el tabaco aumenta significativamente el riesgo de enfermar”.

En el cigarrillo convencional se han identificado, dependiendo de los autores de los estudios, entre 3.000 y 7.000 sustancias químicas.

“Cuando inhalás, esos químicos causan cambios en las células del cuerpo y son esos cambios los que pueden conducir al cáncer”, detalló el especialista.

Se debilita el sistema inmunológico y eso dificulta la lucha contra las células cancerígenas. Por eso una de las mejores maneras de reducir el riesgo es evitando el uso de cualquier tipo de tabaco.

Y en esto entran también los cigarrillos electrónicos que, según explicó el médico, presentan todos el mismo diseño.

“Tienen una batería de litio adosada a lo que llaman atomizador, que es un elemento que calienta y está en contacto con un líquido que contiene nicotina, propilenglicol y glicerina vegetal. Estos dos últimos se usan en alimentos, pero en ese caso se ingieren, no se inhalan. Como parte de los cigarrillos electrónicos pueden producir irritación de los bronquios o incluso cáncer”, informó.

Consultado sobre la gente que recurre al cigarrillo electrónico como una forma para dejar el cigarrillo convencional, Ebbert dijo que en Estados Unidos hay datos que indican que alrededor del 50% de los pacientes que utilizan cigarrillos electrónicos para dejar de fumar al final terminan fumando de los dos.

Cigarrillo electrónico
Cigarrillo electrónico.

“El problema que tenemos con los cigarrillos electrónicos es que no hay suficiente información porque recién se introdujeron en el mercado de Estados Unidos en 2006, a diferencia del tabaco, del que se tienen por lo menos 70 años de datos”, comentó. Es decir que en su defensa se podría argumentar que no hay suficientes años de estudios como para ser tan tajantes con su uso, pero aún así no los defiende.

En cuanto a los tratamientos para dejar de fumar con medicamentos, en la Clínica Mayo solamente recomiendan los aprobados por la FDA (Food and Drug Administration), que en su caso son tres: la terapia de remplazo de nicotina (parche, spray nasal o chicles), el bupropion y la vareniclina.

“Se están desarrollando otros tratamientos que se van a plantear a la FDA para la cesación del tabaquismo, pero todavía no hemos llegado”, manifestó Ebbert.

En lo que refiere a herramientas de inteligencia artificial o aplicaciones para celulares para dejar el cigarrillo o incluso para adelgazar, expresó que “ha habido ensayos clínicos que han demostrado que estas tecnologías pueden ayudar con el cambio de comportamiento y eso me entusiasma mucho para seguir desarrollándolas”.

Ebbert es consciente de que hay muchos pacientes que argumentan que el tabaco los ayuda a enfrentar el día. “Cuando yo hablo de riesgo de cáncer, tal vez vean que es algo que recién les va a pasar dentro de 20 o 30 años. Entonces es difícil tener esa discusión cuando la gente simplemente está tratando de lograr pasar el día”, admitió como dificultad para crear conciencia.

La clave para el especialista es “individualizar al paciente para que piense en hacerse un tamizaje de cáncer, o sino, pensar cómo cambiar su comportamiento, su dieta, su consumo de alcohol o su régimen de ejercicios. Se necesita un tipo de enfoque diferente”, remarcó.

Alcohol

Tanto para el consumo de tabaco como para el consumo de alcohol, los conceptos clave son cantidad y frecuencia. En todo caso, cuanto más exposición haya, mayor es el riesgo.

“En todos los niveles de consumo de alcohol existe un riesgo de cáncer, pero los consumidores más asiduos tiene un mayor riesgo de desarrollar cáncer que los consumidores más ligeros”, indicó Ebbert.

El especialista indicó que en Estados Unidos se realiza un corte para indicar si el consumo de alcohol puede resultar riesgoso: más de catorce tragos por semana para los hombres y más de siete tragos por semana para las mujeres.

Tomar alcohol, brindis
Personas tomando alcohol
Foto: Freepik

Obesidad

“Esencialmente la obesidad es un trastorno inflamatorio. También produce cambios hormonales y factor insulina, y también puede haber mayor riesgo de mutaciones que pueden producir cáncer”, alertó Ebbert.

Una de las soluciones que se maneja es la cirugía bariátrica, que la hay de diferentes tipos.

“Algunas son quirúrgicas y otras son endoscópicas. En este último caso se utiliza un endoscopio para modificar algunos componentes en el tracto gastrointestinal y así se puede reducir la cantidad de alimentos que ingiere una persona hasta llegar a la saciedad. Al reducir la ingesta calórica, la persona adelgaza”, explicó

El médico manifestó que si bien la cirugía bariátrica es una salida que ha dado buenos resultados, “no siempre tenemos que ir a esta cirugía en la medicina clínica, sino que podemos usar medicación”.

En tal sentido destacó cómo ha incidido la inyección de los GLP-1. “Están trasformando el tratamiento de la obesidad de una manera como yo no había visto nunca en mis 30 años de ejercicio profesional, realmente estamos en los años dorados del tratamiento de la obesidad. Es de las cosas más entusiastas que he visto en mucho tiempo cuando pienso en prevención del cáncer”, remarcó.

OBESIDAD
Obesidad.
Foto: Archivo.

Desafío

Al ser consultado sobre cuáles son las costumbres que resultan más difíciles que los pacientes modifiquen, Ebbert respondió que depende mucho del paciente.

Mencionó como ejemplo la alimentación. “Sabemos que algunas veces los alimentos que tal vez sean más baratos no son sanos, por lo que tratar que la gente cambie los patrones de dieta y consuma más frutas, verduras o granos integrales puede ser difícil”, comentó.

También se refirió a la idiosincrasia. “Se sabe que la dieta mediterránea reduce el riesgo de cáncer. Ahora, ¿puedo hacer que mis pacientes en mi Minnesota rural hagan una dieta mediterránea? Es un poco difícil algunas veces, aunque creo que otros países pueden tener más éxito dependiendo de la disponibilidad de ciertos alimentos”, consideró.

Ebbert indicó que lo que necesita más que nada para lograr resultados es que la persona se motive.

“El paciente tiene que entender que tiene que tomar una decisión sobre su comportamiento y tiene que tener esa motivación interna para saber que si sigue como va, tiene más contras que cambiar. Y no hay que plantear nunca que tiene que cambiar su vida, eso no funciona, lo sé por experiencia. Lo que hago es hablar de todas las cosas que pueden reducir el riesgo de cáncer y le pregunto al paciente por dónde quiere comenzar. Entonces le hacemos un seguimiento para recién luego poder pasar al próximo paso”, recomendó.

Metas inteligentes

SMART: Cambios de comportamiento

“¿Está listo para cambiar?¿Está motivado?”. Son las preguntas que le hace el doctor Jon Ebbert a sus pacientes para fijar lo que se llaman las metas inteligentes, que se reúnen bajo la sigla en inglés SMART.

La S es específico: el objetivo tiene que estar definido, no ser ambiguo (ejemplo: quiero ejercitar más).

La M es mensurable (dos veces por semana).

La A es alcanzable (posible).

La R es realista.

Y la T es tiempo (¿en cuánto tiempo?).

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