Por Tatiana Scherz Brener
El contacto físico puede ser muy sanador. Basta con preguntarle a un niño que acaba de caerse de su bicicleta: el raspón duele menos tras un abrazo de una persona en quien confía. De hecho, para la medicina tradicional china, hay puntos en el cuerpo que se conectan directamente con aspectos emocionales, mentales y espirituales de las personas. En eso se basa el zen shiatsu, disciplina que permite restablecer el equilibrio integral a través de la terapia corporal.
Cuerpo y emociones.
Joaquín Gamarra tuvo una experiencia terrible que puso su mundo patas arriba, en 2012. Trabajaba realizando depósitos bancarios a diario y un día, en un intento de asalto, lo balearon cinco veces. Físicamente, pudo recuperarse. Sin embargo, mental y emocionalmente seguía destrozado.
Tenía insomnio, ataques de ansiedad y pánico. Pronto, se enteró que lo que le pasaba tenía nombre: estrés postraumático. Su hermana le recomendó que probara una sesión de zen shiatsu.
Zen significa contemplación y shiatsu quiere decir presión con los dedos. Existen muchos estilos de shiatsu y, en todos los casos, se trata de una terapia manual que busca armonizar la energía del cuerpo, pero el zen shiatsu tiene la cualidad de hacerlo de manera contemplativa, explicó Diego Sánchez, terapeuta e instructor de la disciplina.
Fue creada a principios de los años 70 por Shizuto Masunaga, un maestro japonés que, además de hacer shiatsu, era psicólogo. Masunaga integró el conocimiento de la medicina tradicional china con estudios de la psicología occidental y “empezó a enseñar cómo usar el shiatsu no solo para tratar temas físicos, como dolores de espalda o indigestión, sino también, por ejemplo, depresión o ansiedad”, contó Sánchez. De esta manera, “hizo mucho más clara la conjunción entre cuerpo y emociones y cómo tratarlo a través de esta terapia corporal”.
Gamarra llegó a la primera sesión sin mucha expectativa. Creía que era un masaje como cualquier otro y que saldría más relajado y sin contracturas. Sin embargo, la experiencia fue muy intensa en lo emocional, tanto que se sintió incómodo. “Algo se estaba removiendo dentro de mí, pero no podía identificar qué era y eso me molestó”, relató. Dejó pasar un buen tiempo hasta que se animó a probar una segunda sesión. Poco a poco, encuentro a encuentro, fue soltando el dolor y sintiéndose mejor.
Masaje holístico.
Mientras el masaje occidental persigue la relajación muscular y el aumento de la circulación sanguínea, el shiatsu busca potenciar la circulación de la energía y, en consecuencia, mejorar todo lo demás, sostuvo Sánchez. Además, “la técnica del masaje occidental se hace aplicando presión paralela a la piel, deslizándote hacia adelante y hacia atrás, pero el shiatsu se hace perpendicularmente a la superficie, no tanto acariciando la piel, sino presionando hacia adentro”, expuso.
Esto es así —explicó el experto— porque uno puede contactar con el flujo energético en la superficie de la piel, pero también unos centímetros por debajo.
La historia de Alejandra —que prefirió no dar su nombre completo para esta nota— es un ejemplo de cómo esta terapia promete ayudar a aliviar un síntoma físico a través del trabajo con la energía. Luego de tener un accidente cerebrovascular (ACV), disminuyó notablemente su sensibilidad y movilidad en las extremidades derechas del cuerpo. El zen shiatsu le permitió reconectar con esa parte de su cuerpo incluso desde la primera sesión.
Para Sánchez, es una disciplina “muy práctica” en tanto “no precisás que la persona se saque la ropa ni se utiliza ningún elemento extra, como aceites”. A su vez, puede hacerse con la persona parada, sentada o acostada. “Incluso atiendo mujeres embarazadas que se acuestan de costado”, señaló.
El shiatsu es una terapia holística, lo que significa que contempla a la persona en su totalidad; desde lo físico, lo emocional, lo mental y lo espiritual. De hecho, el especialista mencionó: “No es que la persona viene con un problema en el hombro izquierdo y solo te concentrás en esa zona. Trabajás con todo el cuerpo y eso hace que la energía se distribuya mejor y las soluciones aparezcan, incluso antes de que uno llegue al área afectada”.
En el caso del zen shiatsu, siempre se aplica la misma técnica en los mismos puntos del cuerpo, sin importar los síntomas particulares de cada paciente. “La diferencia está en la intención del practicante cuando realiza cada presión”, indicó Sánchez. Sus sesiones duran entre 40 y 50 minutos, pero el tiempo no es reglamentario. “Hay otros terapeutas que hacen sesiones más largas, y también he hecho shiatsu a médicos del CTI durante diez minutos y el efecto se nota profundamente”, aseguró.
En este sentido, agregó: “El tiempo no es tan importante como la calidad del contacto”.
Sobre su experiencia, Gamarra concluyó: “No es que mágicamente me cambió la vida. Fue un proceso doloroso y cansador, sobre todo al principio. Pero luego fui notando muchos cambios”. Y aclaró: “Me ayudó mucho mi familia y la terapia cognitivo conductual que hice durante años, pero creo que sin el apoyo del zen shiatsu me hubiera costado mucho más”.
Situaciones críticas y ambientes estresantes.
Sánchez practica y enseña shiatsu desde hace más de 20 años. Se especializó en trabajar con personas en situaciones críticas de salud: por ejemplo, en la Zona Cero y otros lugares haciendo shiatsu con trabajadores de rescate, la policía y el ejército; y en el Programa de Medicina Integrativa del Hospital Presbiteriano de Nueva York con pacientes de cirugía cardíaca y trasplantes. En Uruguay, ha formado equipos para practicar zen shiatsu a funcionarios de Salud Pública y también a madres de bebés prematuros.
Actualmente, sus equipos están enfocados en brindar zen shiatsu a empresas. “Hacés esta terapia durante diez minutos y eso tiene un impacto en la cohesión de las personas, en la comunicación y en la tolerancia”, sostuvo Sánchez. Y agregó: “Vimos que las personas que trabajan en entornos con altos niveles de estrés empiezan a sentirse mejor, aumenta el compañerismo y baja el ausentismo”.