Dignidad para la causa

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Prematuramente se habla de candidaturas. Ya han postulado a Orsi, la Vertiente y el MPP. Los demás precandidatos, sus nombres son un grito a voces, más menos. La prensa se hace eco. Pero entrando en materia, me sumo a dar opinión sobre el tema.

Tiempo atrás me refería con el título “mezquinos o virtuosos” a la conducta que estimaba y estimo deberían tener los precandidatos de cara a la elección nacional. Los países nórdicos, entre tantos, consensuan un programa de gobierno, oficialismo y oposición y eso rige durante muchos años. Habrá matices y la impronta del primer ministro de turno será distinta.

Pero hay rumbo. Centrarse en los problemas medulares del país y hacer propuestas concretas de cara a ello. Dejar de lado la diatriba y el eterno palo en la rueda. Cuando eso pasa, carente de un fundamento sólido, la actitud es espuria, mezquina, antipatriótica. Los ejemplos cunden en nuestro país.

Es menester nombrar gente preparada, con visión de empresario muchas veces, con experiencia de gestión, versado en el tema que ocupará.

Bien dijo el Intendente de Canelones cuando lo proclamó el MPP: ¿“Para qué queremos llegar al gobierno”? Por el mero hecho de llegar…sería una verdadera afrenta.

En términos generales aquí nos manejamos con mucho amateurismo, priorizando adhesiones partidarias o afectos personales y desde ya que el sayo les cabe a todos los partidos políticos.

¿Con qué rigor los gobiernos de turno eligen a sus ministros o directores de empresas públicas? ¿Qué profesionalismo se les exige? ¿Se conoce la idoneidad que tienen para desempeñar la tarea? ¿Se sabe si han manejado empresas alguna vez? Ejemplifico con las empresas del Estado (las “nuestras” como gusta decirse), hay que liderarlas, gestionarlas, asumir responsabilidades.

Es válido interrogar ¿cómo puede designarse al frente de estas empresas a ciudadanos que nunca manejaron siquiera un comercio o peor aún, nunca tuvieron la responsabilidad de gerenciar un equipo de dos personas en ninguna empresa y aquí tienen que lidiar con miles de funcionarios públicos.? Es determinante aportar preparación, gestión, liderazgo, aspectos en los cuales nuestro país tiene una marcada carencia. Esta forma de proceder además de revelar signos inequívocos de subdesarrollo, manifiesta un problema cultural gravísimo. El ser gerente/ejecutivo es una disciplina profesional que debe aprenderse y obviamente les cabe a los directores de empresas públicas. Peter Drucker escribió en cierta ocasión: “Creemos que gran parte de la incapacidad de Latinoamérica para crear progreso económico y social se debe a un déficit de habilidades gerenciales en la empresa, la política, la sociedad”. Y, agregaba que esta sociedad no es subdesarrollada, sino subadministrada. Será un lugar común, pero hay que apostar a la excelencia y mucho más en el mundo competitivo que vivimos.

En el manejo de la cosa pública, es imperioso cambiar la forma de proceder, se debe ser riguroso con los nombramientos, estrictos y probos con los procedimientos. ¿Qué preparación tienen los “cantados” precandidatos a Presidente, para asumir tan magna distinción, llegado el caso? Como hemos dicho otras veces: para asumir cualquier oficio o profesión, hay que estudiar y lograr un título. Para ser Presidente de la República, no hay exigencias ni título alguno. No deben primar intereses furtivos, donde se premia a alguien por su adhesión política o su esfuerzo en la captación de votos. El fin debe ser mejorar a los mejores y darles las responsabilidades que competan.

La democracia no debe reducir a las personas y sus logros a un común denominador; por el contrario, debe elevarlas lo más cerca posible del ideal.

Como si no bastara, no olvidemos además que vivimos en una suerte de “apagón moral”, donde todo se relativiza y los buenos valores caen en desuso. O comenzamos a revertir o el futuro lo tendremos opaco.

Por suerte aún tenemos héroes morales que persisten en conductas virtuosas y no apagan esa antorcha ni aún en la más densa oscuridad ética. Héroe moral debe ser el próximo Presidente de la República; da mérito a ello, la causa.

Abogo para que todos esos nombres que ya pululan como precandidatos, todos conocidos, tengan un proyecto que sea una causa digna y realista. No vendamos espejitos de colores y ditirambos para la tribuna. No menospreciemos la capacidad de la gente. Por supuesto ayudemos al desvalido, pero apuntalemos al que crea empleo genuino y da fuentes de trabajo, el empresario y guardemos el dedo índice acusador, arrogante y altanero, para dar paso al acto de contrición.

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