El agua y la leche

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Ayer se votó en la comisión de diputados el texto de la reforma previsional. Después de mucho andar y desandar, cambios y maniobras políticas parece que llegamos al texto definitivo. En medio de tanto barullo aparecen voces, sin dudas bienintencionadas, que argumentan que “para aprobar esto es mejor no aprobar nada”. En estas líneas intentaré explicar porque creo que esa postura es un error.

Lo primero son los números, la razón de fondo por la que estamos haciendo una reforma. Ayer Búsqueda publicó datos, citando fuentes oficiales, que indicarían que la mejora de las finanzas públicas se modera sensiblemente con los cambios introducidos. Con el proyecto original la proyección del gasto en seguridad social se estabiliza en 8,9% del PIB, con los cambios introducidos en diputados pasamos a una de casi 10%. Un cambio nada menor por cierto, pero no está de más recordar que la proyección del gasto del status quo (sin hacer reforma) alcanzará el 12,6% del PIB. En corto se redujo el impacto fiscal positivo de la reforma en un 30% Pero aún sigue siendo muy relevante la mejora esperada.

La segunda razón, y la más importante a mi juicio, es el no pasar la “papa caliente”. El próximo gobierno tiene que encarar reformas importantes en competitividad y protección social entre otros temas. Dejarle “este clavo” es restarle gran margen de maniobra, es obligarlo a gastar tiempo y capital político en abordar este tema, recursos que debería invertir en otros desafíos de nuestro país. Además, abordar este tema el próximo gobierno implica hacerlo con menos tiempo y gradualidad.

Tercero, votar esto ahora nos evitará un festival de demagogia el año que viene. Escuchando algunos discursos parece claro que en el fervor de una campaña con este tema en el centro del debate, algunos políticos asumirán compromisos profundamente dañinos para el país. De no votar esto, muchas corporaciones verán en la campaña una oportunidad inmejorable para su legítimo lobby. Está bien que los bancarios defiendan lo suyo, lo que no está bien es que los políticos no prioricen el bienestar común por sobre intereses particulares.

Cuarto y último, el sistema necesita certezas. Estamos hace tres años embarcados en esta discusión. Lo que va quedando está lejos de ser ideal a mi juicio, pero es bueno. Es sin dudas un sistema más justo, con reglas más parejas y que prioriza a los que menos tienen, y más sostenible. ¿Quién sabe cuál será la reforma en otro contexto? Escuchando salidas de algunos representantes de la oposición, de los trabajadores y de los empresarios da bastante pudor pensar para dónde puede llegar a disparar la reforma en otro contexto.

Cómo dice el Presidente se le puso agua a la leche, más de lo debido, pero sigue siendo leche. En otras palabras, las modificaciones introducidas al proyecto original le acortaron vida útil. La discusión sobre la seguridad social iba a volver en cualquier caso, no tengan la más mínima duda, pero gracias a estás modificaciones lo va a hacer algunos años antes.

El país invirtió mucho tiempo y energía en esta discusión; el proyecto finalmente aprobado es bueno, sin dudas mucho mejor que lo vigente. Llegó la hora de votar y pasar a otra cosa.

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Agustín Iturralde

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