No me llamó la atención el título sino el subtítulo. Decía, más o menos, en español, “Una victoria de Ucrania sería la única oportunidad de una salvación a largo plazo”. Aparece editado dentro de Foreign Policy, una revista que publica frecuentemente ensayos distinguidos de sus colaboradores más perspicaces.
Uno de los últimos es Mirando el agujero negro del futuro de Rusia por Anastasia Edel. ¡Bravo! No tengo la menor objeción que hacerle a este ensayo, salvo que estemos seguros de que Europa, Estados Unidos y Canadá estén de acuerdo en suministrar todas las armas que el país requiera, y en el plazo que las necesiten, y que estén de acuerdo, sotto voce, para no alertar la codicia ajena, en no cobrar nada por los equipos y los proyectiles que requieran. Jamás los países que forman la OTAN contarán con una nación que le haga frente a Rusia. Eso es de agradecer.
Al fin y al cabo, Vladimir Putin se ha encontrado la horma de sus zapatos en la resistencia casi suicida que halló en Ucrania. Cada muerto civil o militar ucraniano se ha sacrificado por su país de origen y por Europa. Putin quisiera que su zona de influencia incluyera a Polonia y los países bálticos. A Hungría, a Bulgaria y a Rumanía, a los checos y a los eslovacos. No así en Alemania, donde los rusos han admitido su derrota total, porque se trata de una zona absorbida por una región mayor (la de los aliados, USA más Inglaterra y Francia).
Me parece injusto sostener que los ucranianos deban pelear con un brazo atado a la espalda. Mientras ellos tengan que limitarse a reñir una guerra defensiva, la Rusia de Putin cuenta con la posibilidad de devastar las ciudades con sus inclementes bombardeos. Además, les puede decir a sus compatriotas cualquier cosa sobre el estado de la guerra (tiene un alto porcentaje de apoyo), a menos que los rusos vivan de cerca el conflicto.
Sé las dificultades de las enormes distancias que los separan de Moscú y de San Petersburgo, pero vale la pena intentarlo. Por lo pronto, Putin no se envalentonará y no le declarará la guerra a la OTAN por lo mismo que ocurrió en 1962 durante la Crisis de los Misiles. La perderían irremisiblemente. Si no pudieron derrotar a Ucrania en tres días, como se habían propuesto, y ya llevan más de un año, una acción concertada de los 30 países que forman la OTAN sería inderrotable.
Más aún tras lo que sucedió en la Gala de los Oscar de 2023. Navalny ganó el premio al mejor documental, mientras estaba en una celda aislado en Siberia. Fue lo mejor de esa noche de grandes sorpresas. Decenas de millones de personas, nacional e internacionalmente, le pusieron cara al hombre que Putin trató de envenenar utilizando su servicio de espionaje por acusarlo de corrupto. Eso ocurrió el 20 de agosto del 2020 y utilizaron el agente nervioso Novichok antes de que abordara un avión con destino a Rusia. Se salvó porque Alemania envió rápidamente un avión-ambulancia a recogerlo a un hospital en Omsk, Siberia.
El 17 de enero de 2021 estaba de nuevo en Moscú acompañado de su mujer de 20 años consecutivos, Yulia Navalnaya. La esposa dijo en la emotiva gala, junto al director del documental, Daniel Roher:
“Mi marido está en prisión por decir la verdad, por defender la democracia. Aleksei, sueño con el día en que estés libre y que nuestro país vuelva a serlo también”. Alexey Navalny es el mejor de los símbolos para un cambio en Rusia.