Pienso en nuestro laicismo: el laicismo yorugua. Ese que recela de la religión, del Cristianismo, que ve en él una suerte de trampa para imponerse, para dominar al hombre, para meterse en nuestras vidas con la finalidad de fastidiarnos. Vieja herencia cultural franco-garibaldina, que impregna nuestra cultura, tan conservadora, tan aferrada al pasado, tan reacia a cuestionar “verdades” viejas. Que con el correr de los años se ha ido vaciando de contenido, reseca por dentro. Que no alcanza a enfrentar el relativismo reinante.
Y pienso en la Pascua.
Que es el cerno del Cristianismo, su corazón.
¿Qué puede haber en la Pascua que justifique esa mezcla de temor y de aversión que siente el laicismo yorugua?
En definitiva, ¿qué es la Pascua, en qué consiste? ¿Cuál es su mensaje? ¿Es un llamado a la conquista, a la intolerancia, a eliminar herejes?
“Pues yo les digo: Amen a sus enemigos y rueguen por los que los persiguen…” (Mateo 5, 58).
“…no he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (9,13).
“Les doy un mandamiento nuevo, que se amen los unos a los otros. Que, como yo los he amado, así se amen también ustedes los unos a los otros” (Juan 13,83).
Es con ese mensaje que Cristo vivió entre nosotros, con la misión de reconciliarnos con Dios. No por el poder y la fuerza, sino por el amor. Con la promesa del Padre que resucitaremos para estar eternamente junto a Él. La prueba de todo eso, del amor y de la resurrección está en la Pascua: la muerte en la cruz y la resurrección al tercer día. El término inglés: “passover”, tiene la ventaja de incluir en su entendimiento la noción de tránsito: de este mundo al Padre.
¿Dónde entonces está la amenaza y el peligro para nuestra sociedad, para nuestra libertad, cómo se agita aún hoy en el Uruguay?
Somos libres de creer o no creer, obvio. Pero ¿qué justifica coartar el derecho de otros a manifestar su fe, a dar un mensaje de amor y de esperanza? ¿Por qué suponer que ese mensaje restringirá la libertad de las personas? ¿Qué efluvios dañinos podría emitir una imagen de la Virgen en la Rambla (a diferencia del Coreano, Iemanjá y otros)?
Bancamos sin chistar ruidosas y hasta violentas manifestaciones reivindicando luchas de géneros y de clases y todo tipo y tamaño de pretensiones, rebautizadas como derechos individuales, pero consideramos que hablar del amor de Dios en lugares públicos podría afectar la libertad de la gente. Capaz que hasta genera violencia en algún liceo. ¡Qué absurdo!
Se acerca la Pascua, el momento en que millones de personas y una institución milenaria, como es la Iglesia Católica, quieren revivir (mucho más que recordar), la resurrección de Cristo, (a la vez, hecho histórico y realidad siempre presente). La consagración de su mensaje de amor, evidenciado en la cruz : “Nadie tiene más amor que éste, dar su vida por sus amigos” (Juan, 15,13).
Frente a la proliferación de otros mensajes: de odio, de egoísmo, de codicia, de poder…, no vendría nada mal que dedicáramos un tiempo a conocer éste y a comprenderlo. Nadie nos obliga a creer en él, pero seremos más pobres en la medida que lo ignoremos o, peor aún, lo deformemos con apolillados mitos y fantasmas culturales. Hay un fundamento de soberbia en ese laicismo: creerse superior en el agnosticismo que quien se apoya en la fe. ¡Cuánto mejor estaría el mundo si esa convicción fuera verdad! El Iluminismo era la victoria de la razón sobre el oscurantismo religioso. Marx fue el último en esa línea: los rescoldos todavía no se han apagado. El vacío sólo es garantía de eso: vacío.
Y, ya que mencionamos cultura, podemos recordar que, la pérdida de los fundamentos filosóficos cristianos, nos han llevado a una Democracia y a un Estado de Derecho que se tambalean, apoyados en el relativismo y el emotivismo que caracterizan el pensamiento contemporáneo mayoritario.
La Pascua puede también ser una buena oportunidad para reflexionar sobre esto: nuestro laicismo no ha dado sentido ni coherencia a las reglas esenciales de convivencia democrática bajo la ley.
No es propaganda fidei: el principio de la libertad, esencial, del ser humano a escrutar el sentido de su vida y ordenar su conducta en forma acorde, es sagrado ( y no tiene nada que ver con el laicismo). Es simplemente una constatación histórica, que sirve para ubicar ciertas soberbias.
La Pascua conlleva también un profundo mensaje de humildad. La falta de humildad es la receta del error.
¡Felices Pascuas de Resurrección!