Feminismo y capitalismo

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La marcha del 8 de marzo confirmó que la convocatoria de esa jornada es la movilización que reúne a más personas en nuestro país. Eso trasmite la importancia que el tema tiene para buena parte de la población, sin dudas de distintas ideologías y opiniones, pero que comparte que sigue existiendo una brecha que perjudica a las mujeres, que siguen estando subrepresentadas en los ámbitos de decisión públicos y privados y que sufren del flagelo de la violencia de género.

Las personas que concurren a la marcha indudablemente comparten estas preocupaciones, lo que no lleva, claro está que compartan las consignas de algunas de las organizaciones que convocan. En particular, llamó la atención que el Pit-Cnt convocara a la manifestación bajo la consigna “feminismo de clase, antirracista y anticapitalista”. Dejemos de lado el tema de la lucha de clases, cuya teoría marxista ha sido desterrada de la teoría económica, y el antirracismo, que es algo que comparte todo ser humano bien nacido, para concentrarnos en el asunto del anticapitalismo.

Entender que los problemas que sufren las mujeres y que denuncian las feministas se debe al sistema capitalista es un grosero error, cuya demostración resulta evidente.

En primer lugar, como bien expresó la directora de Inmujeres Mónica Bottero los progresos del mujeres se dieron siempre en el marco de una democracia liberal y una economía de mercado. En efecto, en los países socialistas la opresión de la mujer -como la de los hombres- fue absoluta, no solo en términos económicos, sino también de derechos y posibilidades de desarrollo.

Por el contrario, cuando impera la democracia, el Estado de Derecho y el libre mercado las mujeres y los muchos hombres que apoyan sus demandas, pueden reclamar derechos y obtenerlos, como el voto, el acceso al mercado laboral y de vivir de acuerdo a sus preferencias. Más aún, es en los países que tienen mayor libertad económica que existe menor cantidad de mujeres pobres, en los que se respetan más sus derechos, en que la brecha de ingresos es menor y, en definitiva, en que las mujeres más se acercan a tener las mismas condiciones que los hombres.

En segundo lugar, se le endilga al capitalismo temas que no son responsabilidad del sistema, como que el trabajo en el hogar no sea remunerado. ¿En qué sistema en la historia lo fue? Más aún, que ese tema pueda siquiera ser discutido requiere condiciones de riqueza material solo alcanzado por sociedades capitalistas, sería un tema que nunca jamás se hubiera podido plantear en el socialismo.

En tercer lugar, incluso el propio sindicalismo solo ha sido exitoso en sociedades democráticas y capitalistas, como se podría comprobar simplemente viendo que suerte corren los sindicalistas en China, Cuba o Venezuela. Es en sociedades en dónde las personas son libres de expresarse y de trabajar que los reclamos de los sindicatos pueden ser atendidos.

En definitiva, es una verdad grande como una casa que, exactamente al revés de lo que plantea el Pit-Cnt, el feminismo y el capitalismo no se contraponen sino que un “feminismo anticapitalista” es una contradicción flagrante. Si triunfaran las ideas anticapitalistas las mujeres serían las principales perjudicadas en un mundo más brutal, pobre y autoritario.

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