Salvo excepciones co-mo el asesinato del presidente McKinley, cometido por un anarquista en 1901, los peores crímenes de la historia norteamericana provinieron de conservadurismos extremos. Empezando por el magnicidio de 1865, cuando un partidario de la confederación secesionista asesinó a Abraham Lincoln, hasta la asonada golpista que causó cinco muertes en el Capitolio el 6 de enero del 2021, los mayores atentados terroristas y ataques contra la democracia norteamericana no vinieron de las izquierdas.
Los davidianos que causaron la masacre de 1993 en Waco, eran una secta ultrarreligiosa, ergo, ultraconservadora. Timothy McVeigh y Terry Nichols, jóvenes fanatizados por las milicias de extrema derecha que acusan al gobierno federal de ser manejado por la ONU y el “sionismo internacional”, pusieron la bomba que en 1995 destruyó el edificio estatal Alfred Murrah, en Oklahoma, matando más de centenar y medio de personas, incluidos 19 niños.
También los ataques externos en territorio norteamericano provinieron de conservadurismos extremos. Eso era el imperio japonés que atacó Pearl Harbor y también Al Qaeda, organización que perpetró el ataque exterminador del 11-S, cuya ideología es el wahabismo, la vertiente teológica ultraconservadora que impera en Arabia Saudita.
El mayor ataque a la democracia norteamericana es otro de los eventos violentos generados por el conservadurismo extremo: el asalto de una turba al Capitolio, acción por la que también tendrá que responder ante la Justicia Donald Trump. Y es posible que la escabrosa travesía por tribunales que hoy comenzó el magnate neoyorquino, genere nuevos capítulos de violencia política de matriz ultraderechista.
El expresidente se victimiza como lo hacen otros ex jefes y jefas de Estado que son procesados por corrupción u otros delitos. En lugar de hablar de “low fare” y de “proscripción” como Cristina Kirchner, Trump habla de “cacería de brujas” para impedir que vuelva a ser presidente. Pero es lo mismo. Y en la misma sintonía está el argumento de Rafael Correa para justificar su situación de prófugo de la justicia ecuatoriana.
En Israel hay aspectos que reformar del sistema judicial, pero la verdadera razón de Benjamín Netanyahu para impulsar una radical reforma que sometería la Justicia al poder político, es conjurar los procesos por corrupción que avanzan contra él.
La ofensiva del gobierno extremista contra la corte suprema de Israel pone en peligro la democracia y la paz social. Y es posible que, desde los banquillos de los acusados en los que tendrá que sentarse, también Trump ponga en peligro la democracia y la paz social instando a masivas manifestaciones, con el mismo espíritu con que instigó el asalto violento al Capitolio.
El magnate neoyorquino se convirtió en el primer expresidente procesado penalmente por la causa menos grave de las que danzan a su alrededor.
Haber presionado por teléfono al secretario de Estado de Georgia, Brad Raffensperger, para que altere el escrutinio haciendo aparecer de cualquier modo los 11.780 votos que necesitaba para dar vuelta el resultado y quedarse con los quince electores de ese estado sureño, conversación grabada y difundida por el funcionario georgiano, es inmensamente más grave que la forma de ocultar un soborno para tapar un escándalo sexual.
El caso Stormy Daniels sería la “versión Trump” de lo que fue la evasión impositiva que llevó a Al Capone a la cárcel de Alcatraz. Pero la Alt Right (derecha alternativa) insiste en creer que todo es un invento de la “izquierda marxista” que “lidera Biden” para desterrarlo de la política y “entregarle Estados Unidos al comunismo”. Un argumento delirante, pero defendido por millones de republicanos y de miembros de agrupaciones que postulan el supremacismo blanco, identifican el patriotismo con la libre posesión de armas de guerra o adhieren a pastores evangélicos fundamentalistas.
El capítulo de la historia que empieza en el tribunal de Manhattan podría incluir nuevas embestidas contra la democracia y, por ende, altísimo riesgo de violencia política. Es posible que Trump aliente a grupos violentos como los que asaltaron el Capitolio, mientras sigue describiendo a Biden como un “agente del comunismo y de George Soros” para “destruir a Estados Unidos”. O sea, poniendo al presidente demócrata en la mira de aspirantes a magnicidas.