Necesidad y riesgo de cercar a China

Tender un cerco geopolítico sobre China mientras Rusia desafía a la OTAN con una guerra en Ucrania, no parece una gran idea. Tampoco lo es darle luz verde para que invada Taiwán cuando le plazca.

El cerco geopolítico que aceleró Washington al acordar el establecimiento de cuatro nuevas bases militares en Filipinas, empuja a China a los brazos de Rusia. Ocurre que el poderío nuclear chino aún es débil frente a los arsenales atómicos de la alianza atlántica, por lo tanto, ante el riesgo de una guerra con Estados Unidos, el régimen chino buscaría equilibrar el desbalance atómico recurriendo a una alianza militar con Rusia, que es una superpotencia en términos nucleares.

El acercamiento de China a Rusia es directamente proporcional al crecimiento de la amenaza que las potencias de Occidente le hagan sentir al gigante asiático. Algo siempre negativo para los aliados del Atlántico Norte, y mucho más con Rusia librando una guerra en Ucrania. En el corto plazo, Vladimir Putin es el beneficiado de una política norteamericana agresiva hacia China.

Biden y Macron representan el péndulo occidental que va de un extremo a otro frente a los desafíos que plantea Xi Jinping.

Washington trazó un cordón sanitario de submarinos nucleares para contener a China en los océanos Índico y Pacífico, impulsando el Aukus, alianza estratégica entre Estados Unidos, Gran Bretaña y Australia. A eso acaba de sumar la ampliación de su presencia militar en Filipinas, incorporando cuatro nuevas bases que cercan el Mar Meridional de China. Una de esas bases estará en Gagayan, isla situada a menos de cuatrocientos kilómetros de Taiwán.

La agresividad del expansionismo chino en los mares Meridional y Septentrional es lo que produjo la fuerte militarización de Corea del Sur y Japón, además de haber empujado a Filipinas a reforzar el vínculo militar con Estados Unidos.

Las mismas leyes físicas de la geopolítica, hacen que la presión que está imprimiendo Biden sobre Pekín favorezca a Putin, porque el paraguas nuclear ruso se convierte en una necesidad para China ante el riesgo de una conflagración con Estados Unidos.

Esta realidad, así como la razonabilidad de tener como objetivo impedir que el mundo vuelva a dividirse por una confrontación Este-Oeste como la que marcó al siglo XX, justifican la política de acercamiento entre Bruselas y Beijing que intenta Macron. Pero aun con intenciones razonables, las expresiones que tuvo el presidente francés en su reciente visita a China sonaron a aval europeo para que Xi concrete la ocupación militar de Taiwán que lleva tiempo lucubrando.

Una cosa es procurar un escenario global que conjure riesgos de Guerra Fría o, peor aún, de una guerra que derivaría en holocausto atómico, y otra cosa es desentenderse de la suerte de los taiwaneses, entregándolos a China en los términos que desea imponer Xi.

En este sentido, más desacertadas aún fueron las expresiones de Lula da Silva. En su visita a China y a Emiratos Árabes Unidos, el presidente de Brasil recitó al pie de la letra el relato elaborado por el Kremlin para justificar la criminal invasión a Ucrania.

Más allá de todo lo criticable que tiene la política norteamericana en el tablero internacional, fue acertado el vocero del Consejo de Seguridad Nacional John Kirby al decir que “Brasil está repitiendo como un loro la propaganda rusa y china”.

Pero no solo Lula sostiene esa visión. Lo mismo piensa Jair Bolsonaro, un admirador declarado de Putin, aunque ahora no lo esté expresando públicamente.

Sí lo está expresando otro “fan” que tiene el presidente ruso en Occidente: Donald Trump. El exjefe de la Casa Blanca utiliza incluso el mismo término que planteó el líder ruso para definir el rol de Estados Unidos en Ucrania: guerra proxy.

En la guerra de Ucrania, Estados Unidos es el ajedrecista, y las fichas que mueve en el tablero son los ucranianos; mientras que Rusia es al mismo tiempo el ajedrecista y sus fichas en el tablero bélico.

Tanto Trump como los legisladores y dirigentes republicanos ultraconservadores que se identifican con él, acusan a Biden con los mismos argumentos planteados por el gobierno ruso. Otra prueba de que la grieta que está partiendo al mundo también atraviesa los bloques oriental y occidental, dividiendo incluso la política norteamericana.

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Claudio Fantini

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