El agravio no depende de nosotros. Es voluntad de quien increpa. Pero la reacción ante el mismo sí depende de nuestra voluntad. Y es ahí donde digo: ¡no se los permito!
Porque no nos vamos a dejar amedrentar por una agenda moral de cuarta, por una tormenta con matracas, por una estrategia de quienes pretenden hacer de un incidente externo al gobierno, una catástrofe.
Cuando se gobierna se reciben golpes. ¡Vaya novedad! Pero ojo con naturalizarlos y creer que debemos quedarnos quietos en un rincón del ring resistiendo con la guardia en alto y apelando solo a la posibilidad de que en algún momento el contrincante se canse.
¡No! La diferencia entre un campeón y el que no lo es, radica precisamente en que el campeón zafa del rincón, recupera el centro y saca un cross de derecha que pensó justamente mientras estaba en ese rincón
A nosotros la izquierda que hace gárgaras de moralina no nos impone una agenda ética. ¡Faltaba más! Y no lo hace no porque carezca de legitimidad y antecedentes (que efectivamente es así) sino porque a nosotros no nos corren con el poncho. Nuestra respuesta no está en señalar como reacción los mil hechos que les quitan legitimidad a quienes nos atacan, sino que está en marcar el rumbo de lo importante. Así de simple, mirar más alto y poner en la mesa una agenda política sobre la cual debatir y donde radica lo esencial.
Distraernos con lo accesorio es lo que quieren. Ante eso nuestra actitud debe ser la de cortar la pelota, dar el pase certero y desde ahí pegarle al arco.
No hay que sentir vergüenza. Acá el gobierno no hizo nada malo ni es culpable de las acciones que (la Justicia resolverá) eventualmente realizó alguien que se encargaba de la seguridad del Presidente. Las cosas como son, no es válido endosar acciones personales a un gobierno.
La vocación permanente que tiene la oposición de subirse a un pedestal moral al que nadie sabe ni cómo ni por qué subió no debe incidir porque no es un hecho, es un relato. Y ese corral de ramas no nos debe embretar, porque no es real, es fuego de artificio, que con el eco de su propia dinámica y la de algún actor externo quiere convencernos que es una verdad incuestionable. No se las llevo, es humo.
Que es incómodo este momento político, es incómodo. El confort no es amigo del gobierno y hay que bancar. Ahora, de ahí a creernos que una mentira repetida mil veces es cierta, hay un abismo.
En la embestida baguala de los últimos tiempos hay estrategia y método. Las filtraciones por goteo de manera selectiva y de forma que el tema nunca se apague, llevar el foco a la vida privada que nada tiene que ver con temas de Estado. No es casualidad, es estrategia pura y dura de quienes ven en esto el sumum del oportunismo.
La oposición no tiene autoridad moral para acusar a nadie de nada. Pero es poco relevante. Lo que no tienen, es derecho. No tienen derecho a someter al escarnio. Ya no a un gobierno o a un conjunto de politicos. No tiene el mas minimo derecho a ejercer tan ramplonamente la política. No tienen derecho, -y no se lo permitimos-, que, sin fundamento, sometan a la República a un conventillo. Todos sabemos qué paso y qué no pasó. Por eso, porque todos sabemos la gravedad que tiene -y también la que no tiene-, no le permitmos a acusadores con pies de barro que nos enchastren con lodo que les combina mejor a ellos. Por eso, elevemos la mira.
Mi abuelo decía que no se puede pelear en barro con los chanchos. Y daba tres motivos: el primero es que ambos terminan embarrados, el segundo y más frustrante es que el chancho lo disfruta, y tercero es que probablemente el chancho gane, por una cuestión de experiencia.
Ahí está la línea a seguir, ese es el ángulo. No achicar ni creer falacias de los agoreros del mal, de los difamadores compulsivos que por un par de chats de un charlatán y que además se los filtran, juegan a Watergate. ¡Seriedad por favor! El país reclama y merece más.
Las mentes grandes debaten ideas. Conduzcamos el debate por ahí, entonces. El interés de quienes piensan más en las proximas elecciones que en las próximas generaciones es sacarnos de las grandes cosas.
Por eso, no debaten de un final de año con logros políticos que realmente mejoran la vida de los uruguayos. No ven (porque no quieren ni les conviene) que la nafta bajó 3 pesos y el gasoil 6, que la economía crecerá al 5%, que se anunció baja del IRPF y el IASS, que bajó la tasa de interés para Cooperativas del 5% al 2%, que se comenzó con la universalización del saneamiento, que bajó el desempleo, que bajó el delito, que el salario mínimo sube un 9%, que se iniciaron las obras del Plan Avanzar (récord con 480 millones de dólares) dirigido a políticas de asentamientos, o que nunca en la historia del país se llevó a cabo un plan de infraestructura vial tan ambicioso y exitoso.
Son tiempos de reafirmar quienes somos para consolidar un rumbo. Lo primero es inseparable de lo segundo.
Cabe recordar por ello al Gral. Leandro Gómez, cuando el pasado 2 de enero se cumplieron 158 años de que caía para elevarse más alto que nunca.
Dentro de las muchas facetas admirables de Leandro quisiera reivindicar la de artiguista, su acérrImo, profundo y militante artiguismo, que lo impulsó toda su vida a rescatar la imagen de José Gervasio Artigas de la leyenda negra en la que lo quisieron hundir los traidores de la Patria. Es por ahí, defender la verdad a toda costa.
Decía Pivel Devoto que “El espíritu de justicia histórica, su patriotismo encendido, la persuación de la verdad que surgía del conocimiento de los hechos estudiados por Leandro Gómez eran más fuertes que todos los elementos que pudieran transmitirle la tradición familiar”.
Y esa valentía y compromiso con la verdad es la que debe inundar el sentimiento de quien defiende una idea, hoy y siempre. El legado de Leandro se remonta desde La Heroica para reafirmarlo
Los tiempos cambiaron, la esencia debe ser la misma: Con la verdad, hasta sucumbir.