Paro clasista y anticapitalista

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Mientras la central sindical uruguaya admite que en los próximos meses es probable que suba la conflictidad laboral, su Mesa Representativa convocó para el 8 de marzo, a un paro de mujeres, bajo la consigna “Feminismo de Clase, antirracista y anticapitalista.” La creciente influencia del feminismo sobre el marxismo, que a veces parece querer sustituírlo y otras adaptarse al mismo, explican este atípico paro, exclusivo para mujeres trabajadoras.

Se trata de una proclama impensable pocas décadas atrás, cuando regía un sindicalismo jugado a la lucha de clases para el cual el feminismo, como reivindicación de uno de ambos sexos, constituía una desviación que entorpecía la marcha del anticapitalismo proletario. Una clase que opuesta al modelo capitalista, auguraba, según las inefables leyes de la historia, su definitiva caída, luego de la cual, cesada la explotación, los derechos femeninos serían reconocidos. Ese prometido renacimiento nunca se produjo y la situación de la mujer en los paraísos socialistas supuso un fenómeno de doble explotación: por parte de los hombres en la intimidad de la vida civil y por el Estado, que extendió su poder, político y económico, sobre toda la población, sin distinciones de género o sexo. Así como no apareció el hombre nuevo que las predicciones revolucionarias auguraban, mucho menos surgió la nueva fémina.

Como casi todos sabemos el relato marxista creado en base a improbables generalizaciones se derrumbó como un castillo de naipes sobre los finales de la década del ochenta del siglo pasado. No solamente desapareció el conjunto de estados que lo sostenían sino también la ideología que la sustentaba, tanto el marxismo como su agregado leninista. Inesperadamente, en uno de los grandes terremotos civilizatorios, todo sucedió al revés de lo anunciado. La historia del socialismo en lugar de confirmar sus bondades, como Marx anticipaba, probó su imposiblidad. Consecuentemente las teorías ontológicas de la historia, del tipo del marxismo, que la conciben determinada por factores causales subyacentes, del tipo de la lucha de clases, desaparecieron del escenario historiográfico. Hoy casi nadie sostiene que el devenir humano apunte a la liberación de la especie y mucho menos que las revoluciones (con lo que tienen de buenas y de malo, de afirmativas y de contradictorias, de esperanzadoras y de decepcionantes) auguren el porvenir. Sin embargo en el Uruguay el movimiento sindical representado por el Pit-Cnt, se conduce, como si nada hubiera pasado en el mundo en los últimos treinta años, obstinado en su estrategia “anticapitalista”, como es el caso de este paro. No se trata de un “anticapitalismo” verbal, romántico, ideal, situado fuera de la historia y de cualquier geografía, la utopía de un régimen de transparencia bajo la libertad política social más absoluta. Sus impulsores no son anarquistas, a lo que apuntan es a un régimen similar al de la Unión Soviética, dictadura del proletariado incluida. Un horror no tan muerto, reducido a consignas, y que ahora Putin, un demagogo zarista, tímidamente reivindica.

Es cierto que el comunismo como objeto histórico luce para gran parte de la humanidad como una reliquia del pasado, aún cuando algunos guarden nostalgias y admitan disculpas por la caída de la primera revolución socialista de la historia. Aquí nos referimos a los otros, los muchos en la izquierda, particularmente en la uruguaya, que lo reivindican y aplauden. Hablamos de la única central de trabajadores del país, el Pit-Cnt y del Partido Comunista Uruguayo que la domina. De aquellos para los cuales el comunismo sigue siendo una necesidad histórica de la que emergerá una nueva humanidad. Sin clases y de sexos intercambiables. Cabe sumar a la gesta al deshilachado Partido Socialista, decidido cultor del marxismo, o el propio MPP, que hasta donde sabemos, pese a las ambiguedades del Pepe, se sigue definiendo como socialista. Parecería que para ellos la historia no transcurrió, quedó fijada en 1917 cuando cayó el Palacio de Invierno. A ellos se suma, aunque no lo celebren, la tendencia de la izquierda frentista no comunista a disimular esta catástrofe histórica. Una suma de visiones que entre los que disimulan y los que apoyan lo pasado abarca al total de la izquierda uruguaya.

No hace mucho sostuve un debate sobre la izquierda de nuestro país en los años 60 y 70. Mi interlocutor, un documentado historiador, repitiendo una crítica generalizada entre los “progresistas”, nos situó dentro de un conjunto de intelectuales que niegan el carácter democrático de las izquierdas uruguayas. Lo integramos, sugiere, un grupo de despistados, que no advertimos que la Guerra Fría terminó hace 30 años e insistimos con hurgar en el pasado. No entienden que no es un afán historicista lo que nos lleva a denunciar tanto el orígen como las actuales continuidades de la izquierda. Parapetados en su dogmatismo, dejan de ver que es su propia prédica anticapitalista, heredada de ese pasado, la que fuerza nuestra crítica. ¿Qué puede ser más incentivante para estimularla que su constante llamado al socialismo (no a la socialdemocracia) o que el Pit-Cnt, con más de trescientos mil afiliados, ordene un paro clasista de definición anticapitalista? ¿Es pensable callar ante la mera pesadilla de un Uruguay comunista?

El siglo XX y lo que va del XXI, no distinguieron al capitalismo como el mejor régimen económico imaginable. Por el contrario, mostraron sus falencias, que son muchas. Entre otras, las tremendas diferencias entre las naciones o la escandalosa división del producto al interior de las mismas. No obstante no existe un modelo sustitutivo. Tampoco parece que el mismo pueda surgir a corto plazo. Salvo la dictadura china ese monstruo de cabeza capitalista y cuerpo político dictatorial, dirigido por un partido hermético que se define comunista. Mientras una alternativa no se concrete, lo mejor para nuestra sufrida humanidad es defender la democracia como ámbito político de convivencia y reducir las diferencias económicas, sin apagar los motores del desarrollo ni clamar en vano por utopías irrealizables vacías de todo sustento teórico.

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