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En una sociedad libre nada hay más importante que preservar la libertad de prensa. Cada uno puede decir lo que estime pertinente, no solo como higiene fundamental para saber que ocurre sino al efecto del aprendizaje recíproco en un clima abierto de diversos debates ya que el conocimiento está inserto en un proceso de corroboraciones provisorias en un contexto evolutivo de refutaciones.

La libertad de prensa constituye una garantía fundamental en el sistema republicano donde se apunta a la estricta limitación al poder. La crítica al poder político es parte medular de la sociedad libre junto con todo lo que el opinante considere debe ventilarse. Lo contrario, la cerrazón decretada por los mandones del momento es característico del espíritu totalitario.

Hoy en día hay medios que aparecen camuflados como privados pero al ser alimentados por pautas publicitarias colosales del aparato oficial, son en verdad estatales con lo que hacen y deshacen se torna en censuras, como decimos, con el disfraz de privado operan en base a la manipulación de programas y voces en nombre de un falso derecho de propiedad privada. Se trata de una grosera cosmética que apunta a disimular el ataque a la libertad de prensa.

También es del caso subrayar que debieran liquidarse todos los medios radiales, televisivos y gráficos pertenecientes a los gobiernos puesto que además de significar un derroche de los siempre escasos recursos del mismo modo que tiene lugar en todas las mal llamadas “empresas estatales”, una contradicción en los términos puesto que una empresa significa asumir riesgos con el propio patrimonio y no a la fuerza con el de otro que necesariamente se destina a fines distintos de los que hubiera hecho la gente si hubiera tenido la oportunidad de disponer del fruto de su trabajo. Decimos además puesto que en el caso que nos ocupa se lesiona la libertad de prensa convirtiéndola en un mecanismo de control político para atender los caprichos de quienes ocupan cargos en monopolio de la fuerza.

Todos los políticos inescrupulosos se hacen de estas herramientas estatistas para alentar sus pestilentes campañas electorales y para trasmitir apoyos que de otro modo no tendrían. Son caraduras que mantienen una supuesta parla republicana y tras bambalinas arremeten contra todo vestigio de decencia y limitación al poder en una andanada tras otra a contramano de la libertad de prensa.

Y no caigamos en el consabido error garrafal de sostener que no se puede eliminar este subterfugio pues como aparece en mi libro titulado Maldita coyuntura donde sugiero debates de fondo y no meras descripciones circunstanciales, allí transcribo un texto extraordinario de los marxistas de la revuelta del mayo francés escrito en grafiti por todos lados: “seamos realistas, pidamos lo imposible”. Y las izquierdas en verdad son realistas puesto que de tanto pechar con sus ideas logran marcar agendas, al contrario de lo que hacen no pocos de los supuestos defensores de la libertad que son timoratos y se adaptan a lo “políticamente correcto” con lo que se pierde la batalla cultural.

Afortunadamente han pasado los tiempos del Index Expurgatorius en el que papas pretendían restringir lecturas de libros, pero irrumpen en la escena comisarios que limitan la genuina libertad de prensa. La formidable invención de la imprenta por Pi Sheng en China y más adelante la contribución extraordinaria de Gutenberg, no han sido del todo aprovechadas, sino que a través de los tiempos se han interpuesto cortapisas de diverso tenor y magnitud pero en estos momentos aparecen megalómanos que arremeten con fuerza contra el periodismo independiente (una redundancia pero dadas algunas experiencias vale el pleonasmo).

Esto ocurre debido a la presunción del conocimiento de gobernantes que sin vestigio alguno de modestia y a diferencia de lo sugerido por Einstein en cuanto a que “todos somos ignorantes, solo que en temas distintos”, se autoproclaman sabedores de todo cuanto ocurre en el planeta, y se explayan en vehementes consejos a obligados y obsecuentes escuchas en imparables verborragias.

En una sociedad libre no hay tal cosa como “delitos de prensa” hay simplemente delitos del mismo modo que no hay delito de pistola o delito de cuchillo se pueden cometer vía estas armas, el delito eventualmente puede cometerse a través de la prensa como cuando se hace la apología del asesinato o sobre casos eventuales de calumnias, injurias y equivalentes, pero es la Justicia la que se pronunciará sobre lo que considere punible, siempre como un ex post facto nunca una censura previa.

En obra clásica de John Bury titulada Historia de la libertad de pensamiento se lee que “El mundo mental del hombre corriente se compone de creencias aceptadas sin crítica y a las cuales se aferra firmemente (…) Una nueva idea contradictoria respecto a las creencias que sustenta, significa la necesidad de ajustar su mente (…) Las opiniones nuevas son consideradas tan peligrosas como molestas, y cualquiera que hace preguntas inconvenientes sobre el por qué y el para qué de principios aceptados, es considerado un elemento pernicioso”.

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Alberto Benegas Lynch (h)

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