¡Somos parangón!

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La semana pasada comenté que la Intendente Carolina Cosse dijo que la corrupción que hay en el país es internacionalmente trascendente, y que era señalado por el “Financial Times”. Era curioso que una persona que vive en la nadería emitiese opinión aludiendo a un medio de prensa británico de notoriedad. El citado diario en realidad aludía al monumental negocio ilícito de pasaportes facilitados -previo pago- a ciudadanos rusos, que funcionó merced a la actividad de un cónsul de nuestro país acreditado ante Rusia por el Presidente José Mujica y mantenido luego en 2018 en el cargo por el presidente Tabaré Vázquez. La autora del artículo citado -Lucinda Elliot- radicada en Argentina es corresponsal del “Financial Times” para el Cono Sur. Y, no oculta su simpatía por la “izquierda“ latinoamericana. Lo que la llevó a incurrir en un “fake news”, noticia falsa, ya que de su informe se inducía que este negociado había nacido durante el actual gobierno cuando la verdad es que se generó en la era frentista.

Por ecuanimidad hoy se citará una nota reciente publicada en el periódico citado que reivindica la imparcialidad de la profesión de los medios de prensa. Su autor es Janen Ganesh, uno de los periodistas más distinguidos del Financial Times.

Se citarán los principales conceptos cimiento de la información mencionada. El periodista ha considerado a los países que hasta la actualidad venían siendo vistos como parangón mundial (hablamos obviamente para gente pensante, con información de la realidad y sentido crítico), en los que la libertad, el respeto por los derechos humanos, el progreso económico y su distribución social han logrado más realizaciones. Uno de ellos es Suecia. Recuerda el autor que se trataba de una tierra de soberbios servicios públicos y bienestar de gran corazón. Una cultura “sin neurosis angloamericana sobre el sexo” y una fuerte participación femenina en la fuerza laboral. A lo que sumaba la ausencia de una actitud bélica en política exterior. Considera que tal orientación ha ido cambiando registrándose -entre otras cosas- una orientación política de recorte del gasto estatal.

Analiza luego la situación de Alemania dueña de un notable poderío económico; con una buena distribución de riqueza entre sus regiones; el diálogo institucional secular entre empresarios, gobierno y sindicalistas; y una política abierta para la recepción de inmigrantes no blancos. Le critica -no obstante- por su política titubeante frente a Ucrania; sus decisiones estratégicas que “se agriaron” con el gas ruso como insumo y la China como mercado. Y cierra dejando a un lado a Dinamarca por sus restricciones ante la inmigración; a Suiza cuya histórica neutralidad cree debe ponerse en tela de juicio; a Singapur por sus facilidades tributarias para invertir y a Noruega cuyo bienestar se basa en la ventaja de sus recursos naturales especialmente petróleo y gas.

Buscando un nuevo parangón mundial cierra diciendo: “Aquí, entonces está mi oferta. Uruguay. Tiene una amplia clase media, un estado de bienestar de larga data, y el beneficio moral de la duda que parece corresponder a las naciones pequeñas en la vecindad de las grandes. Un parangón del Sur global, como no lo llama nadie que conozca que vive allí. Sería muy del siglo XXI”.

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