Acostumbrados ya al clima hostil de la política nacional la última cosa que a uno lo asusta es el uso de calificativos que son meras palabras del idioma español. Nos alarma sí, el debate sin contenido. En estas horas asistimos impávidos a un cruce de epítetos entre el Presidente del FA (fue quien incendió la pradera) y el senador nacionalista Sebastián Da Silva. Pereira acusó de “terraja” a Da Silva y éste le contestó que Pereira era L-gante en clara alusión al cumbiero argentino.
Hagamos un poco de historia. ¿Cuándo arrancó esta degradación de la calidad del debate? Podría remontarme a un pasado más lejano pero mi relato perdería foco. El Uruguay atravesó la pandemia con un gobierno plantado en la libertad responsable y una oposición con mensajes confusos y cruces puntuales en los que hubo pequeños atisbos de bajo nive. Son condenables algún pedido de cuarentena, algún caceroleo puntual o alguna marcha irresponsable. “Carancheos” puntuales. Luego el debate sobre constitucionalidad o no de la limitación al derecho de reunión o la renta universal, estuvieron dentro de la línea de debate esperable en una democracia.
La aparición en escena de Fernando Pereira como Presidente del FA supuso un cambio del humor político de los uruguayos. La pitcenetización del FA lo cambió todo. Nuevos asesores como Valenti y otros apostando a campaña de medias verdades, gauchos “truchos” filmando testimoniales, naturalización de las fake news y profecías catastróficas irreales respecto de las consecuencias que iba a tener la LUC aparecieron en escena.
Fue ese el disparador del cambio de humor político del Uruguay. Luego vino la derrota que sufre la oposición en la lucha por derogar la ley y los viajes de don Pereira a “recibir línea” del español Pablo Iglesias y otros benefactores públicos.
Pereira entendió como modus operandi para volver al poder que él debería ser el centro de la atención pública en la “guerra de los medios” y de esa forma liberar de barro político a quienes en un futuro van a ser los candidatos por el FA. La estrategia per se no es mala. Es efectiva. El problema es que se bastardiza la democracia con ese juego de guerrillas dialécticas.
La respuesta del lado oficialista no se hizo esperar. El Presidente no puede salir él a dar ese tipo de peleas. El trabajo de neutralizar a Pereira fue -tácitamente-asumido por dos legisladores como Bianchi y Da Silva. A ninguno de ellos les va a temblar el pulso a la hora de responder ataque con ataques y a veces tensan también la piola a límites no deseados.
Calificar a un senador de “terraja” es una clara provocación. Hasta despectiva (diría yo) con las clases más bajas. Pereira -además- hace rato que viene haciendo presión a periodistas para que traten con más dureza al gobierno y no veo que el sistema proteste ni que la Asociación de la Prensa se escandalice, pero acá cruzó una línea muy complicada. La respuesta de Da Silva tildándolo de L-Gante hasta delicada fue. Y el cuestionamiento de la contracción al trabajo de Pereira es un dato objetivo (pudo ser evitado tal vez). Pero pudo haberlo tratado de “gnocchi” y le hizo una finta al calificativo. Igual ¡bajemos un cambio todos!
Mi duda es si a la larga “el Plan Pereira” le dará al FA los efectos electorales buscados o pronto saldrán a pedirle disculpas al Dr. Miranda.