Un saludo cordial

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Por lo que le dijeron a Laura Raffo en el Teatro de Verano, no creo que Germán Medina y Maximiliano Pérez, de la murga Asaltantes con Patente, sean unos berretas, misóginos y cobardes, como fueron catalogados en redes sociales y en el boliche de la esquina. O mejor dicho, sí lo son. Al menos lo que hicieron se ajusta de manera más o menos perfecta a lo que hacen los berretas, los misóginos y los cobardes. Pero antes que eso, este cronista cree que son alcahuetes. Lambetas. Y la razón que los llevó a insultar a Laura Raffo, antes que la berretez, el machismo murguero y esa cobardía que todo hombre que agrede a una mujer esconde en algún oscuro rincón del espíritu, fue esa necesidad de adular a las autoridades municipales que los miraban fascinadas desde la platea del Ramón Collazo. Autoridades que quizás esperaban, ilusionadas, un guiño de complicidad de parte del tipo con la pintura y el disfraz.

Y ni Maxi ni Germán defraudaron. Al contrario: movieron la cola, hicieron las piruetas y dieron la patita. Sumisos y entregados. Lamentables. Igual que un perrito faldero que busca recibir su hueso o una caricia en el lomo. Así actuaron estos muchachos que se la trabajan de recios y bohemios arriba el mionca y no les tiembla la voz para decirle conchuda a una señora. Como un cuzquito recién salido de la peluquería canina que, envalentonado por vaya a saber qué misteriosos motivos que envalentonan a los cuzcos, va y le muerde los tobillos a la vecina que ayer discutió con su ama.

Dos murguistas ganadores del primer premio del Carnaval 2022, dos artistas populares que arriba del principal escenario del universo en el cual se desempeñan, demostraron a todos que no miden riesgos en su afán por agradar al poderoso. Por arrancarle una sonrisa o un aplauso a ése que se encuentra en un lugar de privilegio y de quien tal vez crean que pueden llegar a obtener algún beneficio en el futuro si se portan bien y hacen todos los deberes como murguistas buenos y obedientes.

Por eso fueron tan gráficos en su afán de enterarlos que el rival político es en realidad un enemigo común al que van a combatir con todos sus recursos intelectuales (tomemos que insultar a una figura opositora es un recurso intelectual). Y que no les importa inmolarse con tal de que éso quede bien clarito.

Desde el tablado en una noche de febrero, noble trinchera de la izquierda, no van a machetear recursos con tal de demostrarlo. Lo más lamentable de este asunto es que el aplauso llegó. Fervoroso.

Es una triste historia la que me tocó contar hoy en esta columna. Un relato que da cuenta de una extraña realidad en la que los murguistas lamen las patas de los gobernantes. Se arrastran ante el poderoso. Y el poderoso acepta todo eso con palmas.

Una historia para usted, amigo lector, que creía haberlo visto todo.

Y estos de la polémica, estos del “conchuda”, son los nuevos Asaltantes con Patente.

Probablemente el lector más veterano se pregunte qué habrá sido del paso triunfal de caballero andante con el que en otra época, otros murguistas, otros hombres, se presentaban, dignos y honrados, ante la afición carnavalera.

¿Son estos los futuros murguistas a los que le cantó Jaime Roos en 1984? ¿Los que entonces relojeaban las pibas y ahora las insultan?

Les dejo un saludo cordial.

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Rodrigo Caballero

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